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«El Cairo, noticias». A continuación, el locutor, obviamente después de los detalles sobre qué había hecho el presidente Mubarak a lo largo del día, nos obsequió con un incalculable número de accidentes y explosiones en todos los rincones del planeta: en Israel, Iraq, India, Pakistán y Filipinas.

—¿Por qué siguen insistiendo en que somos retrasados mentales, tontos y que aún estamos en la guardería? Desde que soy consciente, todo lo que ocurre son desgracias. Cada vez que ocurre una, nos inundan con otras similares pero de otros lugares.

»Si ocurre aquí un accidente de tren, de repente tenemos noticias sobre los accidentes de trenes que han ocurrido en el todo el mundo. La vez que se cayó el avión, o que lo derribaron, nos pusieron los accidentes aéreos de todo el mundo y parte del otro, incluso los de aviones fumigadores.

»Esta vez, después del atentado terrorista de Midan Tahrir, nos han estado poniendo los atentados de todos los rincones del mundo. Ayer oí que uno que iba andando por la calle en Estados Unidos cogió y le pegó un tiro a otro. Como ve es un suceso importantísimo. Mañana nos dirán que hay atentados terroristas en la Luna.

»Y luego está la presentadora del programa para niños, que nos habla con ese tono de tomad un vaso de leche antes de acostaros y anda dándonos consejos con voz de madre cariñosa, como si la gente todavía anduviera con pañales.

»Me gustaría saber si es que hay alguien que le haya contado al ministro de Información, a éste, al anterior y al anterior, que somos retrasados mentales o que todavía nos chupamos el dedo.

»Si es que no se rinden, siempre es la misma historia, llega un punto que uno ya no quiere ni oír la radio ni leer el periódico.

»Entre nosotros, ya estamos cansados de las noticias del presidente. En cada boletín de noticias que si el Presidente recibe a Fulano y llama a Mengano, y que no sé quién le llama al móvil. ¡A mí qué más me da a quién ha llamado o qué ha ido a inaugurar! Sin embargo, de las noticias que nos importan nunca dicen nada. Da asco. Por mí, el que quiera hacer la pelota que la haga, pero que hagan programas de radio en los que den noticias de verdad y otros en los que den noticias de coña y que lo llamen así. De esta forma, el Presidente podría escuchar las noticias de coña, condecorarlos y nosotros podríamos escuchar el resto de noticias.

»Me encantaría decirle al ministro de Información que somos cien veces más listos que él y que entendemos lo que ocurre mil veces mejor. Pero, ¿a dónde podría ir para decírselo?

»¿Qué opina? ¿Le envío un telegrama? ¿O es posible que me detengan si se lo envío?

»¡A mí qué más me da! Éste era nuestro país. Ahora es suyo, que hagan con él lo que les dé la gana, ¡a mí que me dejen con mi taxi!.