33

Este taxista estaba enfadado, pero que muy enfadado, podría decirse que casi a punto de estallar, gritándome a la cara como si yo fuera la causa de todos sus problemas.

Era un joven de unos treinta años y parecía ser licenciado universitario. Intenté calmarlo en vano, por lo que acabó confesándome la causa de su rabia:

—Ayer me retiraron el permiso de conducir; me dijeron que estaba hablando por el móvil. Le juro por Dios que no estaba hablando, sólo lo tenía en la mano. Intenté recuperarlo a través de un enchufe, pero no pude. Esta mañana he ido a la Jefatura de Tráfico de Nikla, que está en el fin del mundo, porque a nosotros los taxistas nos tratan como a perros y tienen que poner la jefatura que nos corresponde en el quinto pino. El chico al que iba a pagar para que me hiciese el papeleo me dijo que el permiso estaba todavía en Tráfico. Ayer me hicieron perder dos horas de trabajo y hoy otras dos, pero ahí no acaba la cosa A ver lo que me toca pagar y por lo que me hacen pasar para que me lo devuelvan. Me las van a hacer pasar canutas. Tráfico está atascado de gente y es imposible dar un paso sin ir soltando sobornos, es asqueroso. No lo entiendo, ¿qué es lo que quieren de nosotros? No hay trabajo y cuando decidimos trabajar en cualquier cosa, están ahí al acecho hagamos lo que hagamos. Nos roban, nos despojan de todo y nos piden sobornos. ¿Y al final para qué? Todos los días gasto en gasolina tanto como lo que tengo que guardar para los sobornos de Tráfico. Cada día dependo de Dios. Al final nos tocará marcharnos como hace todo el mundo. Está claro que éste es el verdadero plan del Gobierno. Nos fuerza a marcharnos fuera. Pero lo que no entiendo es, si el Gobierno nos echa a todos, ¿a quién van a robar? No va a quedar nadie a quien puedan robar. No entiendo. ¿Es que el ministro de Interior, antes de irse a dormir, piensa en qué hacer con nosotros? ¿Es que no ve que somos personas que hemos recibido una educación y que nuestros padres han sufrido para dárnosla? ¿Es que no ve cómo nos humillan sus policías en la calle? ¿No ve que ya no podemos más y vamos a estallar? Es que es verdad, ya no podemos soportarlo más. Hacemos lo imposible para poder vivir, pero Interior nos trata como si fuésemos no sólo criminales, sino también mentirosos. Para cualquier oficial, no somos más que unos embusteros. Está claro que eso es lo que les enseñan en la Academia de Policía: que las personas nacen mintiendo, viven mintiendo, respiran mentiras y mueren mintiendo. Ayer, cuando le dije que no estaba hablando por el móvil, me contestó que lo tenía en la mano y que sí estaba hablando. No se le ocurrió, ni por un momento, que podría estar diciendo la verdad, ¡que podría estar siendo sincero! ¿Cómo vamos a decir la verdad si todos somos unos mentirosos, unos hijos de puta y no valemos para nada? Le juro que siento que no somos seres humanos, que somos basura. ¿Qué opina usted, soy un ser humano o soy basura?.

Me miró esperando una respuesta, pero no pude contenerme la risa porque su rabia era tan violenta que invitaba a reír y hasta a llorar de risa. A continuación, me disculpé diciéndole:

—Un ser humano, por supuesto.

Al final acabo diciéndome:

—Las penas a veces nos hacen reír y a veces nos hacen llorar.

Se disculpó por haber descargado su rabia sobre mí, resaltando que había sido el primer cliente que se montaba después de volver de Tráfico.

Cuando se hubo calmado un poco, prosiguió.

—¿Sabe cuál es la causa de toda esta desgracia?

Le pregunté cuál era, y me contestó riéndose:

—Lo que pasó es que, mientras iba conduciendo, me llegó un mensaje. Era un chiste con el que me estaba partiendo de risa justo cuando pasaba por el control, ¡y pensaron que estaba hablando por el móvil! Fue un chiste lo que me metió en este lío.

—¿Y cuál era el chiste?

—Damos las gracias a todos los que votaron a favor en el referéndum, en especial a Umm Naima, que votó dos veces[34].

Los dos empezamos a reírnos a carcajadas.