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—¿No le gustaría presentarse a las elecciones después de la reforma constitucional y convertirse en Presidente de la República? Si ya debe de conocer a la mitad del país de tantas vueltas que da a lo largo del día.

El taxista se rió como alguien aplastado por la carga de la humanidad y el peso de los sesenta años que, según reflejaban las arrugas de su rostro, parecía haber superado.

—¿Y tiene la intención votar a Hosni Mubarak?

—Él pasa de mí, ¿por qué tendría que preocuparme yo por él? —dijo muy en serio.

—¿Y por qué pasa de usted?

—¿Tiene un millón de libras? —preguntó mirándome.

—No —respondí totalmente extrañado.

—Entonces también pasa de usted. A este hombre sólo le interesan los que tienen más de un millón de libras.

—Esto no es una cuestión de amor, no se va a casar con él. Se vota por el bien del país.

—Para votar tendría que interesarme. Aparte, nunca he votado. No tengo carné electoral y no conozco a nadie que lo tenga. ¡¿Se puede creer que en toda mi larga vida no he visto a nadie que tenga carné electoral?! ¿Usted lo tiene?

—No.

—Esos son unos cuantos alcaldes, cabecillas y directores que reúnen a los campesinos y a los funcionarios a la fuerza para que voten; todo ello para sacar un poco más de dinero. No es más que un negocio. Si quiere que le diga lo que ocurre de verdad, de los cuatro gatos que van votar, no hay uno de ellos que vaya por su propia voluntad, excepto unos pocos millonarios que son unos ladrones y van a hacer negocios.

—Está claro que lo ve todo muy negro.

—Le juro que de los setenta millones de egipcios no hay ninguno que vote por su propia voluntad, sin contar a los millonarios, como ya hemos dicho antes —dijo enojado el taxista.

—Vamos, que no le gusta el gobierno.

—¿Le gusta a usted?

—Sinceramente, opino que el doctor Nazif es un hombre que juega limpio y hace mucho tiempo que no tenemos a nadie que juegue tan limpio.

—Ése es guiri —protestó el chófer.

—¿Y eso?

—Es canadiense y allí hizo el juramento.

—No conozco esta historia.

—¿Pero cómo que no la conoce? Pues eso, canadiense. Hosni Mubarak nos ha elegido a un jefe de Gobierno canadiense. Después de las elecciones, que las ganará Hosni Mubarak si Dios quiere, nos traerá a un americano en vez del canadiense y se llamará Johnnie Walker.