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Yo no sé qué vamos a comer, le juro que no lo sé. La carne está carísima, y no sólo eso, es que encima tiene fiebre aftosa. El pescado está el doble de caro. Solíamos tirar a base de pollo, cocinando con el caldo. No tengo ni idea de qué vamos a comer.

—Dicen que si se cocina el pollo lo suficiente, el virus de la gripe aviar muere.

—¡Sólo se vive una vez! ¿Cómo que el virus muere? ¿Y a mí quién me lo garantiza? Usted no se hace una idea de lo que ha pasado donde vivimos. ¡Una faena! Vivo en Sign Yussef, junto a Saqqara. Fuimos la primera zona de Egipto afectada por el virus de la gripe aviar antes de que la histeria se extendiera. Tenemos más de una granja de pollos y murieron miles de aves. Nos pusimos en contacto con el Gobierno, pero al parecer todavía no estaban listos así que nos dijeron: «No podemos hacer nada por vosotros, incineradlos». Y eso es exactamente lo que ocurrió.

—¿Los incinerasteis?

—Los listillos que tenemos allí, en vez de incinerarlos o enterrarlos, cogieron y tiraron los que estaban muertos al canal de irrigación. Es lo más estúpido que he visto y que veré en mi vida. Pero eso es lo que ocurrió. Nos dijeron: «¿Ahora vamos a ponernos a incinerar, y después a cavar y a enterrar? Menudo quebradero de cabeza». Y después empezaron a decir que el agua estaba contaminada, y que si bebíamos moriríamos por la gripe. Ya sabe que éste es el país de los rumores y que la gente es cobarde, y yo el que más. Vaya por donde vaya, en nuestro pueblo hay plumas de pollo por todas partes, porque cuando fueron a tirarlos, se levantó viento y esparció las plumas. Y luego cogen y dicen que las plumas son peligrosas. Pero, gracias a Dios, hasta ahora nadie del lugar ha pillado la gripe aviar.

—Que Dios nos proteja.

—¿Ha oído lo que se siente cuando uno tiene la gripe aviar?

—¿El qué?

—Uno se siente como una gallina enfrente de su mujer, y en el dormitorio siente que tiene las alas rotas —se rió—. Lo triste es que somos así sin necesidad de la gripe aviar. ¡Y qué cierto es!