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El taxista hablaba con cierta indignación:

—¿Y todavía se preguntan por qué la economía está hecha un desastre?

»Está hecha un desastre por la gente. ¿Puede creer que en un país como Egipto la gente pague al año más de veinte mil millones de libras en teléfono? ¡Veinte mil millones de libras! Si no llamásemos por teléfono en dos o tres años, imagínese lo que podría cambiar Egipto.

»La gente ha perdido la cabeza, no tienen qué comer, pero todos llevan un móvil en la mano y un cigarro en la boca.

»Se supone que los hombres deberían tener dos dedos de frente, pero se gastan todo el dinero en esas dos sacaperras, los teléfonos y el tabaco. Y luego se quejan de que el país no va bien.

»Todo el dinero de la gente va a parar a los bolsillos de cuatro grandes compañías: Telecom Egypt, Mobinil, Vodafone y la Compañía Oriental de Tabaco[12].

»Maldita sea la publicidad, que incita a la gente con sus '¡Date de alta en Mobinil! ¡No, date de alta en Vodafone!'. El mundo está loco, esos anuncios tendrían que estar prohibidos. Es un mundo de mentiras que están constantemente a nuestra disposición, día y noche. Andas por la calle y ves anuncios; enciendes la radio, anuncios.

»Vas a casa, te encuentras la televisión encendida y anuncios, todos llenos de maldad y de mentiras.

»La gente es como borregos, hace caso a los anuncios, derrocha dinero y después dice que en el país no hay ni un duro.

»¿Y cómo es eso? Todos esos millones que se gastan en llamadas para decirse bobadas, ¿de dónde vienen?

»¿No se supone que el dinero debería ir primero para la alimentación, la vivienda, la educación y la salud? Pero eso, ¿a quién se lo dices? Si hasta nuestro primer ministro fue el presidente de la compañía telefónica.

»Sinceramente, el problema no está en el Gobierno. Eso viene de la tontería de la gente, que tira el dinero en llamadas y tabaco.

»Si yo controlara este país por un día, aunque fuera sólo durante un minuto, la única decisión que tomaría sería prohibir los anuncios.

»En nuestros tiempos los anuncios estaban al servicio de la sociedad, eran pocos y bastaban. Pero ahora los anuncios están para destrozar la sociedad; acabarán haciéndolo y la dejarán en ruinas. Luego pensará 'Abu Ismael ya me dijo que…'