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—¿Sabe que tengo un gran sueño, un sueño por y para el que vivo? Es que uno sin sueños no puede vivir, se pasa todo el día apático, sin poder levantarse de la cama, deprimido y hasta le entran ganas de morir. Pero una persona con sueños se siente como un toro, un torbellino, un fuego que no se consume. Yo voy a pasarme así cuatro años, como el fuego, dando vueltas sin parar para ahorrar dinero. ¿Sabe cuál es mi sueño? Coger dentro de cuatro años mi taxi y conducir hasta Sudáfrica para ver la Copa del Mundo. Ahorraré piastra a piastra durante cuatro años para luego salir y descubrir el continente africano, desde el norte, donde estoy ahora, hasta el sur. Cruzaré todos los países de África y seguiré el Nilo hasta su nacimiento, hasta el lago Victoria; de camino dormiré en el coche y en el maletero guardaré víveres para dos meses: latas de habas con atún y pan como para parar un tren; es que me encanta el pan. Veré la selva, los leones, los tigres, los monos, los elefantes y las gacelas. Conoceré gente nueva, gente de Sudán y de todos los países de más allá. Todavía no sé exactamente qué países voy a cruzar. Me he comprado un atlas en la librería y lo he ojeado, pero aún no he decidido la ruta. Y cuando llegue a Sudáfrica iré al confín del continente africano, junto al océano, y miraré con mis propios ojos para ver desde lejos el Polo Sur. Y, claro está, asistiré a todos los partidos. Quiero presentar aquí una petición a la Federación de Fútbol, la que está junto al club del Ahly en Zamalek, para que me den entradas. Todos somos africanos, así que seguro que me echan una mano. Conduzco durante todo el día, en torno a quince horas. Estoy acostumbrado, no creo que tenga problemas para llegar a Sudáfrica. Éste es mi sueño y tengo que hacerlo realidad.

No quise decirle que no existe una carretera asfaltada que una Abu Simbel, la ciudad más al sur de Egipto, con Sudán; ni que el camino que sale de Toshka en dirección a Sudán está cerrado; ni que ni siquiera existe una línea de ferrocarril que conecte Egipto con Sudán; ni que incluso si llegara a Sudán, le está prohibido ir al sur si no es con permisos de las autoridades de Jartum, permisos que nunca conseguiría. Ni que los taxis de El Cairo tienen prohibido viajar.

Olvidé decirle que nuestro continente africano está fragmentado, incomunicado, completamente colonizado y que el único que todavía puede moverse por su interior, no es, con toda seguridad, el nativo africano, sino el señorito blanco, constructor de las puertas de África, que sólo se abren o se cierran para él.

Que Dios bendiga las puertas de Alí Babá, que se abrían con un «¡Ábrete Sésamo!».