Jane Fonda en media hora
Ah, ser un gringo en México; eso es eutanasia.
Ambrose Bierce en su última carta.
12:44. "Tengo un recuerdo imborrable de mi primera visita a la ciudad de México, en 1979. Se estaban iniciando las excavaciones del Templo Mayor y visité las ruinas con mi familia. Fue impresionante ver cómo una cultura extranjera había literalmente pavimentado a otra cultura: 'Pondremos nuestra iglesia encima de su pirámide', como si fuera posible negar toda una civilización; entonces me di cuenta de que Estados Unidos ha hecho exactamente lo mismo a lo largo de su historia..." Jane Fonda habla en tono pausado, rara vez se detiene a buscar una palabra, sus frases se organizan como breves boletines de prensa. No hay actriz más acostumbrada al asedio de los micrófonos. Soy el enésimo entrevistador de su carrera y el quinto de esta mañana. La eficacia de sus declaraciones sobre la guerra de Vietnam, la independencia de Puerto Rico, los derechos de la mujer y las comunidades indígenas se puede medir por la opinión de un legislador de Maryland: "No me molestaría que le cortaran la lengua."
La inmersión al Templo Mayor hizo que Jane Fonda pensara en una película sobre el choque entre dos culturas. Sin embargo, los frisos con calaveras y el bravo Ezuahuacatl (el "cercenador de hombres") parecen estar en la categoría de lo no filmable. El cine exige secuencias emblemáticas: la cabalgata enloquecida de un fugitivo gringo en el alto desierto mexicano. "Al poco tiempo de regresar a Estados Unidos conocí a Fuentes y le hablé del tema que me obsesionaba —continúa Jane Fonda—. Me contó que estaba escribiendo una novela sobre la desaparición de Ambrose Bierce en México y me pareció un tema ideal para una película. Le pregunté si había un papel para mí y me habló de la maestra de escuela. Le pedí que me mandara la novela antes que a nadie. El primer manuscrito se llamaba Fronteras y supe que sería muy difícil de realizar, sobre todo por la forma en que escribe Fuentes, con muchos cortes de tiempo y juegos entre la realidad y la ficción; de cualquier forma, me gustó tanto que compré los derechos antes de que se publicara el libro."
Ambrose Bierce llegó a México buscando una muerte segura. Carlos Fuentes remata su novela Gringo viejo con una reflexión sobre las cartas que Bierce escribió en plena Revolución: "En todas ellas se reservaba el derecho de escoger su manera de morir. La enfermedad y el accidente —por ejemplo, caerse por una escalera— le parecían indignas de él. En cambio, ser ajusticiado ante un paredón mexicano..." Bierce llegó al país animado por una voluntad de supresión del azar; Jane Fonda, por un deseo de convocarlo, de correr riesgos con consecuencias aún inciertas. God is alive and well in México, decían los botones que portaban los fugitivos del sueño americano en los años sesenta. Para Bierce, como para Fonda, el país no es un refugio sino un atrevimiento: "Ésta es una película muy valiente. No recuerdo otra de Hollywood que tenga más de 20 por ciento de los diálogos en español y trate de un romance apasionado entre un general revolucionario mexicano y una norteamericana protestante y reprimida; tan sólo esto tiene una carga implícitamente política."
Es cierto que el español está presente en la película, pero en calidad de botana folklórica, para aderezar el guión con suficientes jalapeños; los parlamentos se oyen más o menos así: "Ándale, here comes the patrón; let's go to the hacienda, and don't forget the tortillas."
Jane Fonda sigue hablando con convicción; no es el momento de oír reproches a su película: "Durante siete años trabajé con muchos directores norteamericanos y uno México-norteamericano, pero no encontramos una manera eficaz de adaptar la novela, estábamos a punto de abandonar el proyecto (¡siete años de pagar guiones es bastante tiempo!), cuando vi La historia oficial y conocí a Luis Puenzo. Él hizo una propuesta de adaptación totalmente distinta, que superaba en mucho a las anteriores." Uno de los misterios del carisma es que parece agregarle algo a las palabras. Las películas y las entrevistas de Fonda no son ajenas a este misterio. Jack Kroll, el crítico de Newsweek, lo resumió de esta manera: "Su mero comportamiento parece significar algo aun antes de que sepamos qué papel está desempeñando."
12:25. El carisma había empezado a funcionar antes del encuentro. Faltaban cinco minutos para la entrevista y el corredor del Hotel Nikko ya se trasmutaba en una alfombrada orilla del Estigio: del otro lado estaba la leyenda que se inició con candorosa ingenuidad en Tall Story (1960) y ha tenido escalas tan memorables como disímbolas: el primer strip-tease ingrávido de la historia (Barbarella); la mirada ausente de Gloria, aquella extenuada bailarina de los años de la Gran Depresión (Baile de ilusiones)-, el arrebato autocrítico de Lillian Hellman al arrojar su máquina de escribir por la ventana (Julia)-, la prostituta mercurial que pasa de la sensualidad a la helada consulta de su reloj pulsera (Mi pasado me condena). El encuentro duraría de las 12:30 a las 13:00. Poco tiempo para indagar las muchas vidas de Jane Fonda. Empezaba a envidiar a la multiesquizoide Sybil, capaz de explorar personalidades en minutos récord, cuando el equipo de la televisión venezolana agotó su media hora.
Con astronómica propiedad, Columbia Pictures colocó a su estrella al fondo del Salón Constelación. Jane Fonda aguarda tras un biombo, entre sentada y recostada en un sofá, como la Olympia de Manet (si es posible imaginar a Olympia con brevísima minifalda, medias negras y piernas muy mejoradas por los aeróbics). Es el momento en que el periodista debe captar detalles, desviar la vista al hermoso rostro de 51 años que lleva bien las arrugas en torno a los ojos y las comisuras de la boca (casi un acto de disidencia en una industria supervisitada por el bisturí del cirujano plástico); sin embargo, también es el momento de advertir que se ha iniciado el conteo regresivo. Hablamos de Carlos Fuentes ("le pareció perfecto que Luis dirigiera la película, dijo que eso la hacía más latinoamericana"). Deben quedarme 28 minutos cuando entramos al tema de América Latina.
—Gringo viejo trata de una norteamericana que logra entender un proceso revolucionario en un país extranjero. ¿Cree que la Revolución mexicana puede ser vista como un espejo distante de lo que sucede en Nicaragua?
—Algunas personas entenderán esto de manera directa, pero otros no recibirán el mensaje tan claramente; no se puede decir que Gringo viejo sea una película puramente política; más bien es una película que trata de incidir en la conciencia de la gente a distintos niveles. Es la historia de una mujer que llega a un país latino creyendo que va a "enseñar", que su opinión es la correcta. Las circunstancias, con la ayuda del gringo viejo, la obligan a ver las cosas con ojos nuevos. Obviamente esto tiene resonancias con la situación que se vive en Nicaragua, El Salvador y otros países.
Jane Fonda hace una pausa. Hay algo que no acaba de embonar entre su tono reflexivo y la rápida sucesión de las entrevistas. En los últimos días se ha sometido a un maratón verbal más asombroso que su rutina de subir y bajar corriendo todas las escaleras del Nikko. Hace 24 horas estaba en Argentina; hace 50, en Brasil, y sin embargo habla como quien busca ideas frescas: "En este momento me doy cuenta de que Carlos Fuentes desempeña en Estados Unidos el mismo papel que el gringo viejo en la película. Fuentes conoce a fondo nuestras culturas y tiene una forma muy poética de hacer que los norteamericanos se emocionen y se involucren con la realidad mexicana, una fuerza expresiva inaccesible a los políticos y aun a otros artistas. Mi personaje, Harriet Winslow, sufre un shock ante México y su violencia, y el gringo viejo, que tiene una capacidad de entendimiento más sofisticada, le dice: 'Espérate, éste no es tu país, aquí no se te perdió nada, no puedes juzgar su guerra: es su guerra.' Carlos Fuentes es así, es una voz que puede interpretar a México de tal modo que lo escuchemos los norteamericanos."
12:41. Lo "genuino", al exportarse, corre el riesgo de convertirse en color local: la revolufia como ballet folklórico o Let's party in the hacienda. Sin embargo, a veces la falta de fidelidad trabaja en favor de una película, como advirtió Cabrera Infante en su primera crítica de cine: "Cualquier conocedor somero de la historia mexicana sabe que el héroe de ¡Viva Zapata! era falso de pies a cabeza. Pero cuando muere su muerte de gallo acribillado, uno siente lo que debió sentir todo México cuando conoció la noticia." En la oscuridad de la platea, los espectadores no reclaman otra fidelidad que la de sus ameritados corazones.
—¿No teme que el público norteamericano se comprometa más con la parte sentimental de la película (la mujer que recupera a su padre en la figura de Ambrose Bierce) e ignore el trasfondo histórico?
—Me sorprendió mucho que en Brasil, Argentina y entre los hispanos de California, Gringo viejo fuera vista como una película altamente política. En Estados Unidos mucha gente se va a quedar en el nivel romántico. Pudimos haber hecho una pequeña película de arte abiertamente política, que fuera vista por muy poca gente, pero preferimos no hacerlo, entre otras cosas porque eso tampoco era el libro de Fuentes. La novela trata muchos temas de un modo muy complejo. A mí me gusta que las películas tengan temas significativos pero que se desarrollen en una historia capaz de interesar al gran público. Quiero que Gringo viejo sea polémica, que presente algo distinto a lo acostumbrado en Hollywood y que recupere suficiente dinero.
12:43. El director Fred Zinnemann hizo esta comparación entre Jane Fonda y Vanessa Redgrave: "Con Vanessa no sientes el menor trabajo, el menor esfuerzo. Jane, en cambio, trabaja de un modo obsesivo, esforzado. Al igual que el dictador mexicano Porfirio Díaz y que el viejo dictador de la MGM, Louis B. Mayer, puede llorar a voluntad y ser totalmente convincente".
—Marlon Brando dice que actuar es improvisar. Algunas de sus mejores escenas han sido improvisaciones, por ejemplo su monólogo ante el psicoanalista en Mi pasado me condena. ¿Improvisó algo en Gringo viejo?
—No, porque se trata de una película totalmente distinta, muy estructurada, casi diría "estilizada". Se puede improvisar en películas de tipo naturalista, que exijan un lenguaje coloquial contemporáneo. Improvisé en Mi pasado me condena y en Regreso sin gloria, pero no improvisaría en algo que ocurrió en 1913.
—¿Después de Gringo viejo hizo una película con Robert de Niro?
—Sí, fue muy interesante porque empecé 1988 filmando Gringo viejo en México; en la película me enamoro de un hombre que no sabe leer, y al finalizar el 88 interpreté a una mujer contemporánea de la clase obrera que se enamora de un hombre que no sabe leer. Fue muy curioso cómo el año se redondeó con el mismo tema.
—En una entrevista en Playboy, su padre [Henry Fonda] dijo que fue muy importante actuar con usted en Los años dorados, pues le significó acercarse a usted como artista y como hija. Dadas las diferencias que tuvieron en el pasado, ¿cómo se sintió en esa película?
—Fue una experiencia importante, pero no la llamaría "reconciliación" porque ya nos habíamos reconciliado antes. Mi padre estaba en contra de la guerra pero pertenecía a una generación que sólo se expresaba a través del voto y no creía en acciones más radicales. Él se la pasó apoyando candidatos demócratas que prometían acabar con la guerra y nunca lo hacían. Por eso tuvimos muchas diferencias, pero nos reconciliamos algunos años antes de Los años dorados. Lo que más me gustó dé la película fue que hubo cierto paralelo con la relación que tuvimos en vida. Además, me dio gusto producir la película para él como una especie de regalo antes de su muerte.
12:50. La determinación de Jane Fonda es célebre. En una de las industrias más machistas y conservadoras, se negó a ser la Bardot norteamericana (la nueva "creación" de Roger Vadim) y aceptó papeles semejantes a los de los más célebres "inadaptados" de Hollywood (James Dean, Marlón Brando, Montgomery Clift). Jane Fonda decidió sobrevivir "a su manera" (Jeff Corey la describe como el soldado de invierno de Hollywood), y en verdad sólo una productora con mucha confianza en su supervivencia suelta a su gringo viejo contra la caterva de enemigos que encontrará en la taquilla: Batman, Indiana Jones, James Bond. "¡Es imposible competir con ellos!, pero creo que no voy a perder. Fuera de África costó dos veces más que Gringo viejo y aun así tuvo ganancias. Si tenemos éxito la próxima película será más fácil."
Jane Fonda formó su compañía productora para fundir sus actividades de actriz y activista política. Después de actuar en 36 películas, producir otras seis y recibir dos Óscares, se encuentra en la paradójica situación de haber triunfado con su protesta dentro de las reglas de Hollywood.
—En una entrevista reciente con Barbara Walters dijo que lamentaba algunas de sus declaraciones cuando fue a Hanoi. ¿No cree que su destino político ha seguido un camino inverso al de su personaje Harriet Winslow, de radical a conservadora?
—No creo que mis ideas hayan cambiado. Obviamente los tiempos han cambiado y las tácticas y las estrategias de cambio social tienen que adaptarse a las nuevas condiciones. Durante la guerra de Vietnam el pueblo de Estados Unidos se convirtió en enemigo del gobierno: nos espiaban, entraban a nuestras casas, nos disparaban. Esto ya no sucede ahora. No me disculpé de haber estado contra, la guerra ni de haber ido a Hanoi, sino de hacer y decir cosas que ofendieron a los soldados norteamericanos. No quería herirlos sino poner en evidencia las mentiras del gobierno norteamericano. Estoy muy orgullosa de haberme arriesgado para lograrlo, pero en el camino cometí errores. De cualquier modo, no quisiera que esto se viera como que me retracto de mis ideales.
12:53. En su Diccionario del diablo Ambrose Bierce dice que la moda es un tirano que los sabios critican y obedecen. Jane Fonda parece regirse por este doble dictado. Su capacidad de impugnación sólo es comparable a su capacidad de adaptación; es la sobreviviente de diversas encarnaciones: la diosa del sexo, la militante política, la reina de los aeróbics. Bono, el cantante de U2, ha dicho que la apuesta actual de su grupo consiste en sobreponerse a los hoteles de cinco estrellas. Jane Fonda ya saldó la preocupación por los aspectos formales del starsystem. Pocas cosas pueden ser más irreales que la aritmética que ha hecho posible media hora de entrevistas: 25 millones de dólares para producir Gringo viejo y un sustancioso despliegue logístico para la visita de 48 horas a la ciudad de México: una decena de cuartos y un salón en el hotel, ocho personas de entourage, tres agentes de seguridad, una camioneta y dos limusinas estacionadas allá afuera. Si Jane Fonda recibe rosas, como ocurrió en la conferencia de prensa, no pueden ser menos de doce docenas surgidas de algún herbolario fantástico (cada flor era una especie de dogma de la botánica y los tallos medían metro y medio).
—¿No siente una especie de "cruda" después de tantos éxitos?
—Nadie me dio nunca nada, he trabajado por todo lo que tengo y no hay nada noble en ser pobre...
(La voz de Jane Fonda se vuelve más enfática, luego toma la grabadora con tranquilidad, comprueba que esté girando; hay algo de calculada contraseña en el gesto: a pesar del ambiente artificial del hotel y las estadísticas que encapsulan a los iconos contemporáneos, ella es capaz de preocuparse por las pilas de una grabadora.)
—¿No es contradictorio que una idealista de los sesenta triunfe en un mundo dominado por la cultura yuppie?
—No me identifico en especial con la cultura yuppie. Además, los yuppies ya van de salida.
—Usted y Tom Hayden Wall Street Journal su divorcio, a pesar de ser un asunto personal, generó una suerte de tristeza colectiva, como los veinte años de Woodstock, una sensación de que el sueño ha terminado.
—La institución del matrimonio debe haber sido creada por personas que creían que iban a morir a los 40. No tomaron en cuenta que se podía vivir otros 30 años. Es muy difícil sobrellevar un matrimonio por tanto tiempo cuando estás activo y atento a muchas cosas. Mi vida se desarrolla en direcciones tan distintas que es difícil que un hombre me acompañe en todas ellas. Pero no estoy decepcionada del amor ni del matrimonio.
—¿Ni de los ideales de los sesenta?
—Para nada. Sigo siendo igual de idealista, me sigo dejando llevar por mis corazonadas.
—¿Y qué corazonadas tiene ahora?
—Sólo sé que habrá cambios. Estoy iniciando otra faceta de mi vida, pero no sé lo que esto significa
—Jane Fonda sigue siendo una mujer cambiable.
—Por supuesto, eso soy, una mujer cambiable.