Socorro, que llega la adolescencia
No queremos finalizar este libro, queridísimo papá, sin advertirle qué peligros lo esperan cuando su tierno hijo abandone para siempre la infancia.
La evolución de los niños se acelera. Hasta hace no mucho tiempo, un varón entraba oficialmente en la adolescencia a partir de los quince años. Actualmente, la adolescencia comienza a los siete años; la juventud, a los doce; la adultez, a los dieciséis, y la senectud, a los veintitrés. Se esperan resurrecciones a partir de los cuarenta.
Durante la adolescencia se manifiesta un cambio importante: se desarrolla la capacidad de reflexionar y pensar sobre uno mismo. Al menos, en algunas personas. Muy pocas. Esta es la etapa en la que la mayoría de los padres lamenta que su dulce bebé se haya transformado sin remedio en esa cosa.
Con respecto a las visitas del novio a la casa, cada familia debe determinar si permite o no que el invitado penetre al dormitorio de su hija. O hijo. Esta consideración es válida desde los primeros días, pues se conocen casos de bebés que asaltaron las incubadoras de las nenas recién nacidas; algunos, incluso, les robaron el suero.
Se puede optar por no permitir al novio que entre en la habitación, si eso no se ajusta a las normas éticas imperantes en el hogar. Por ejemplo, si el padre de la niña es un cura de rigurosa moral; en tal caso, lo mejor es que el padre le dé a la hija un buen sermón.
En relación con el chat, recordemos que, en épocas lejanas, este se realizaba por correo, procedimiento menos ágil pero más saludable. Gracias al chat los adolescentes se comunican con sus amigos para hablar de todo, incluyendo temas subidos de tono, comentarios ofensivos y groserías; algunos jóvenes descarriados llegaron al extremo de chatear sobre filosofía, ciencia y religión.
Es conveniente que los padres establezcan claras pautas que los jóvenes deben respetar en el momento de sentarse frente al ordenador, para que la navegación por Internet y el chat no interfieran en las actividades sociales propias de su edad. Que son el chat y la navegación por Internet.
Consultamos a la investigadora griega Lya Tuspetatis, especialista en adicciones. «Los niños llegan del colegio y se instalan frente al ordenador, y poco a poco pierden los afectos y la sensibilidad», expresa la investigadora con un tono insensible y poco afectuoso, y de inmediato se instala frente a la pantalla, de la que, a pesar de nuestros esfuerzos, no la podemos apartar.