¿El padre, nace o se hace?
¿El padre, nace o se hace? Esta pregunta ha azotado tradicionalmente los pabellones de paternidad del mundo entero.
La respuesta es: el padre nace. Si no naciera, sería un embrión, o un feto, pero no tendría posibilidades de convertirse en padre.
Pero, además, el padre se hace. Se hace padre en el momento en que nace su primer hijo. Y ese primer hijo, a su vez, probablemente se convertirá en padre, si tiene hijos o vocación sacerdotal. ¡Así es el maravilloso misterio de la procreación!
Lo más interesante es que el padre se hace, pero también lo hacen. Cuando las parejas se refugian en una habitación de hotel en su noche de bodas, los vecinos pueden escuchar gruñidos amorosos e incluso gritos de júbilo: es que están haciendo un padre, un futuro padre.
Ahora bien: ¿quiénes hacen al padre que nace?
Respuesta: su madre y, mucha atención, su propio padre.
Esto nos permite afirmar que la paternidad es hereditaria. No puede decirse que lo sean la afición al alcohol, el buen gusto musical ni los conocimientos de trigonometría. Pero sí la paternidad, con excepciones notables como la de Adán, el Padre Eterno y otras que no conocemos, pero que no deben de ser muchas.