¡TV, VT!
La televisión es utilizada por muchos padres como niñera. Ello implica un riesgo, porque la televisión, empleada indiscriminadamente, fomenta la pasividad. Sin embargo, las personas selectivas pueden hallar en ella programas valiosos o, al menos, algún programa valioso. ¿O un trozo de programa?
Es fundamental que los padres logren filtrar la cantidad de violencia emitida en películas y dibujos animados. Como los pequeños podrían resistirse a esa medida, los padres deberán hacerlo con decisión y, si fuera necesario, hasta con cierta violencia.
Los padres deben informarse del contenido de los programas de televisión. Cualquier espacio que incluya crueldad, racismo, maldad, perversiones, sadismo, antropofagia, jamás debe ser visto por niños; deberá ser reservado para exclusivo disfrute de los adultos.
Este cuidado debe extremarse en las horas de la noche, cuando las programadoras de televisión suelen transmitir el ripio más barato, el que nunca incluyen en sus espacios de sintonía diurna, el que realmente consideran material de desecho. Es en esas horas muertas cuando el niño podría toparse inesperadamente con un espacio cultural, un concierto o la entrevista con algún científico.
La «cultura de la imagen» debería llegar al niño por medios que no sean exclusivamente la televisión. Para que siga aprendiendo y se despierte su curiosidad, enséñele a su hijo que fuera de la pantalla existen los museos y las bibliotecas. Querido papá: «biblioteca» es un lugar donde se guardan libros; «museo» es un sitio donde se exhiben objetos artísticos o científicos. ¿Su padre no le enseñó? No; seguramente estaba pegado al televisor…