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El vestuario de un equipo es un universo reducido. Poco después de escuchar esta frase a Jorge Valdano me encuentro con un texto de Konrad Lorenz en el que estudia el acoso grupal o mobbing. Aquí de lo que trata es del ataque de una coalición de miembros débiles de una misma especie contra un individuo más fuerte, lo que se conocía como síndrome del chivo expiatorio y síndrome del rechazo de cuerpo extraño (me pregunto si será lo que siente un entrenador cuando llega el primer día a un equipo).
El estudio se preocupa por el individuo que es excluido del grupo o, simplemente, ignorado (ahora la cuestión es encontrar al jugador que tiene este problema).
Tenemos, pues, dos problemas a estudiar, aunque es posible que no sea exactamente igual la relación profesional entre altos directivos de una empresa y los componentes de un vestuario, pero Lorenz habla de la escasa tolerancia a la diversidad que se da en la alta dirección. Así, las personas con grandes responsabilidades son susceptibles de padecer el mobbing: los envidiables, los vulnerables y los amenazantes (los que trabajan bien y pretenden implantar una nueva forma de hacer las cosas).
Ahora bien, la cuestión es si podemos aplicar estas tesis al fútbol de hoy. No estoy seguro de que en este deporte elitista se pueda realmente hablar del síndrome de desgaste profesional o burn-out, esto es, que podamos encontrar grandes depresiones, jugadores y técnicos con la sensación de estar desbordados, que un equipo tenga idealizado al líder del grupo, padezca momentos de abatimiento y cansancio psíquico general. Aquí cabe pensar que en cierto modo se dan las circunstancias, pero, afortunadamente, sin que lleguemos a lo que afirma Lorenz: el suicidio puede ser la complicación más grave.
Este es un libro donde no hemos tratado de enarbolar banderas científicas, pero sí podemos entrelazar estas teorías con el fútbol, sobre todo en la parte que dedica al inoperante. Porque nos encontramos con la definición de las maniobras principales del mediocre inoperante activo, que son:
Acusar malévolamente
Aislar a los compañeros
Desconsideración hacia el trabajo ajeno
Ocultar los aciertos y magnificar los errores
En el fútbol sí que he conocido algunos casos de "Hombres-Dios" que jamás se equivocan, personas perfectas que nunca pierden un partido, que viven sin la suficiente comprensión del sufrimiento ajeno.