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Tengo dos libros de cabecera. Uno es Sobre la felicidad, de Séneca y el otro Sobre la estupidez, de Robert Musil. De este último tomo lo siguiente : "En esta vida, suele entenderse por estúpido alguien que es algo débil de cerebro. Pero existen también las más variadas aberraciones intelectuales y psíquicas por las que incluso una inteligencia indemne desde el nacimiento puede verse tan impedida, obstaculizada y confusa que se vea reducida a una condición en la que el lenguaje tenga a su disposición una vez más sólo la palabra estupidez". Este párrafo lo repaso a menudo para apuntalar mis convicciones sobre la necesidad de pensar, de ejercitar ese centro nervioso que ocupa el cráneo y que contiene una materia llamada, injustamente, gris.

Del estoico Séneca me quedo con su división de la filosofía: física, lógica y ética, con la convicción de que, al menos, una de ellas ha calado hondo en el mundo que rodea mi trabajo: la física (aunque en otra acepción del término). En la introducción a la filosofía estoica de Julián Marías se encuentra una de las claves del éxito del periodista deportivo: "El encadenamiento de las cosas determina una armonía entre ellas; el universo es como una obra de arte, conexa y ordenada; ...El mundo -es decir, Dios- es inteligente..."

Séneca estudia en esta obra la felicidad, la libertad de quien tiene conocimientos, la lucha interminable de la virtud y el placer. Sin embargo, rescatemos para nuestra causa de humildes periodistas únicamente esta idea: "Nada importa, pues, más que no seguir, como ovejas, el rebaño de los que nos preceden, yendo así, no donde hay que ir, sino a donde se va. Y ciertamente nada nos envuelve en mayores males que acomodarnos al rumor, persuadidos de que lo mejor es lo admitido por el asentimiento de muchos, tener por buenos ejemplos numerosos y no vivir racionalmente, sino por imitación".