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Vivo en un país donde, a pesar de todo, se sigue pensando que vale más lo malo conocido que lo bueno por conocer y, tal vez, esta percepción de la vida tiene más influencias negativas de las que son deseables en nuestro carácter. El refranero español es contradictorio en sus consejos y, sin embargo, no he encontrado un solo dicho popular que reniegue de Sancho.

Vivo en un país que tejió unos años de su historia en un tiempo de silencio, tenebroso y sin ratas en los laboratorios. De esa noche salió este sol y con él vamos creciendo. Me insisten que con la fuerza de nuestros errores y nuestros aciertos vamos consiguiendo nuestras metas: somos mejores. Ya nos advertía Borges que "el alba es nuestro miedo a hacer cosas distintas", así que lo mejor para seguir escalando peldaños en el ranking mundial es mantener lo que ya existe, no innovemos. Seamos fuente de nuestros propios contrasentidos y esperemos que se cumplan inexorablemente los plazos.

En este contexto he escrito este libro para entender a los periodistas deportivos, de los que ya tienes una presentación somera, pero debo aclararle, amigo lector, que estamos tratando del estudio de una "etnia" que se sabe especial. Por tanto, si aplicamos una regla universal, podremos llegar a saber que el auténtico periodista deportivo actúa como si no fuera de ningún lugar. No come de una sola mano y es capaz de asimilarse al paisaje de cualquier ciudad. Tomemos estas características muy semejantes a lo que ocurre con los taxistas y dictaminemos que los rasgos fundamentales del periodista deportivo no dependen de que sea español, argentino o lituano, no. Uno alcanza la categoría de periodista deportivo, y con eso basta. Sin embargo, debemos contemplar la consideración pertinente al objeto de saber que el buen periodista deportivo debe ser capaz de cumplir estos Diez Mandamientos sea de donde sea. Algunos de ellos están tomados de las tradiciones chinas:

Derribar un árbol para cazar un pájaro.

Buscar huesos en un huevo.

Llenar el pozo con nieve.

Lanzarse al río para agarrar la espuma.

Distinguir una mente superior de un corazón mezquino.

Llorar por el vino derramado.

Criar una tortuga dentro de una jaula.

Asomarse al mundo por la ranura de una hucha.

Comprender la regla de las cuatro des del latín: dimensión, distancia, dirección y duración.

Y aplicarla.