CAPÍTULO CINCUENTA Y DOS

El Comandante Chamas apareció en el holograma, hablando a la tripulación de comando del Forager.

—Su enlace con el Control de Detonación está listo, Conde Vidian. Sólo necesitamos diez minutos hasta que las cargas estén implantadas.

—Lo pensaré. —Vidian estaba mirando el progreso del último sitio de inyección—. Los retrasos de ese inútil cargador no fueron del todo fatales.

Aún estaba agraviado por el error de los cazas del Ultimatum al detener al renegado, pero el aterrizaje forzado de la nave en el Forager no le costó mucho. Los infiltrados encontraron un camino entre sus soldados de asalto, además habían apagado la línea del tranvía. Dañaron las áreas de la refinería, es cierto, pero tenía otras naves de refinería en camino.

Miró al holograma.

—¿Dónde está Sloane?

—La capitana está... indispuesta.

—Chamas se veía agitado.

—Se perderá del espectáculo.

—¿Necesita asistencia contra los…

—No. Cambio y fuera. —Vidian cortó la transmisión, y Chamas desapareció. El cyborg nunca le había encontrado un uso a ese hombre, y no quería hablar con él de nada que fuera innecesario. Menos ahora, en su momento de éxito.

El sonido de los disparos de fuego vino del pasillo sur, uno de los tres portales en el piso que llevaba al centro de comando. Vidian cambió la señal de la cámara de seguridad del pasillo y no vio nada inusual, sólo sus soldados imperiales haciendo guardia. Pero algo estaba mal con la imagen. Estaba congelada, los soldados estaban parados a la mitad de su movimiento incluso cuando los centinelas en el cuarto con Vidian estaban disparando a través de la puerta sur. Ellos vieron algo que él no.

—¡Bajen las puertas de seguridad en el nivel de comando! —ordenó.

Unas pesadas barreras lentamente descendieron por los marcos de la puerta en las tres grandes entradas. Aún disparando a quien estuviera en la sala, uno de los soldados se dirigió a la salida, moviéndose para entrar antes de que se cerrara la puerta. Pero un disparo láser le dio en medio de su escape y cayó en la entrada de la puerta. La enorme puerta aplastó la clavícula del soldado, haciendo que no pudiera cerrarse por completo y dejando un espacio de medio metro de alto entre el piso y el final de la puerta.

Vidian escuchó que se detuvieron los disparos. La entrada era muy pequeña para el atacante, quien quiera que fuera. Revisó la señal de la cámara de nuevo. Seguía mostrando a los soldados inmóviles, y la puerta seguía abierta en la imagen.

—Alguien está interfiriendo con lo que veo.

Un sonido metálico vino de la consola de comando. Estaba frente a un momento decisivo: la última carga de baradio estaba completamente colocada en la grúa para descender al interior de Cynda. No podía tener más distracciones. No había disparos en las entradas del nivel superior de su cuarto, pero podía colocar más centinelas ahí. Tras su orden, los soldados imperiales se dirigieron a las plataformas. Eso dejaba libre la ruta de la izquierda, por la cual podía entrar el verdadero enemigo.

Regresó a la consola de comando, dando la espalda a la puerta principal. Sólo era cuestión de tiempo.

. . .

Kanan se quedó en guardia entre los cuerpos caídos de los soldados imperiales. Fueron vencidos por Hera como lo esperaba, pero no había forma de escaparse de los soldados si se activaba la alarma. Ahora sólo había camino para uno de ellos en dirección a la cámara de Vidian.

—¿Lista?

Mirando a los soldados caídos, Zaluna se encogió de hombros.

—No sé.

—Sabías que tenías que hacer esto sola, ¿no? No podemos entrar los dos.

—No pensé que llegaríamos tan lejos. —Zaluna puso su aparato de vuelta en el bolso. Necesitaban defenderse de las cámaras de vigilancia que se encontraban tras ellos, tal como en el Calcoraan Depot, pero el truco no funcionaba tan bien cuando alguien estaba vigilando. No había forma de sortearlo—. ¿Estás seguro de que no quieres un tutorial de cómo meterte en los sistemas de comunicación imperial?

—Lo haría si pudiera —dijo Kanan. Podía escuchar a más tropas corriendo en el pasillo, buscándolo—. Se nos acaba el tiempo.

—Así pasa.

Los soldados se estaban acercando. Kanan se arrodilló, protegiendo la entrada frente a ella.

—Siento que tengas que hacer esto, Zaluna. Tú no pediste nada de esto.

—Ni tú tampoco —dijo ella, asegurando su bolsa—. Eres una persona decente, Kanan, y sin importar lo que te depare el universo, nunca cambies.

Con un saludo diligente, Zaluna se fue a gatas y entró por la puerta detenida con el cuerpo del soldado desafortunado. Ella miró de vuelta y murmuró.

—Todos los cyborgs, todo el tiempo. Será como evadir la cámara. —Luego gateó bajo la puerta.

. . .

El cuarto era inmensamente grande, con muchas consolas de computadoras por doquier. Más lugares para esconderse. Zaluna se arrastró detrás de una consola. Los asistentes cibernéticos de Vidian iban de un lado a otro, pero sus mentes parecían estar en otro lugar.

Zaluna se movió de una estación de trabajo a otra, esperando que los oídos artificiales en el cuarto no pudieran escuchar sus extremidades tronando o su corazón palpitando. «Es como cuando me escabullí en la cantina», se dijo a sí misma. No era lo mismo, pero parecía sentirse mejor con ese pensamiento.

Finalmente, se encontró con una consola cerca de la pared oriente que parecía tener una conexión al sistema de comunicaciones, y entró por un rincón detrás de ella, por el que podía conectarse y enviar la señal de alerta.

Tendría que ser sólo texto. Ella ya había escrito anteriormente el mensaje en el viaje por el tranvía: «Gente de Gorse, tengan cuidado»… Lo enviaría y esperaría lo mejor.

Estaba a punto de conectarse al puerto cuando una voz sonó por detrás.

—Con que aquí está nuestro roedor.

Sujetada por la parte de atrás de su camisa, Zaluna fue alzada y suspendida en el aire. Completamente mareada vio la luna que se mostraba en la ventana. También vio a los soldados imperiales que corrían con aros metálicos por el piso principal. Y ahora veía directamente los temibles ojos del Conde Vidian.

Él agitaba violentamente a la mujer. Su bolsa se abrió por completo, cayó su bláster y todos sus dispositivos. Vidian inspeccionó los instrumentos.

—Y trajeron a una experta en sistemas. Sabía que había alguien más. —Con su otra mano agarrando a Zaluna, se la acercó al rostro para estar frente a frente—. Si sabes de cámaras de vigilancia, debes recordar algo: no siempre sabes dónde están todas.

Volteó y la arrojó por el cuarto.

. . .

Fuera de la puerta y en medio de los disparos de más soldados imperiales, Kanan escuchó gritar a Zaluna.

La táctica había fallado. Kanan disparó y disparó de nuevo, acabando con su último atacante en la cubierta. Guardó su bláster, se dirigió a la puerta. La puerta había descendido más desde que Zaluna se escabullera por ahí y los soldados estaban tratando en vano de mover al caído.

Kanan colocó sus manos por la parte baja de la puerta blindada, trató de alzarla. Sus músculos luchaban contra la pesada puerta y el mecanismo que la mantenía en ese lugar. El metal rechino, y luego algo pasó. Alzó la puerta un medio metro más desde donde se había atorado. Era suficiente. Metió sus piernas por debajo y se fue rodando, mientras la puerta seguía moviéndose de nuevo.

Al enderezarse, vio al Conde acechando al cuerpo inmóvil de Zaluna. Kanan se levantó.

—¡Vidian!

Un soldado se abalanzó sobre Kanan desde el lado izquierdo de la puerta, con el arma en el aire. Kanan se movió como un rayo, agarrando el rifle por el cañón y tirando al soldado. El soldado cayó de espaldas, permitiendo a Kanan quitarle el arma. Otro soldado vino hacia él, por detrás. Kanan giró, golpeando a su atacante en un lado del casco con el arma.

Vidian se lanzó hacia él. Kanan tomó el bláster del soldado de asalto. Tres disparos láseres dieron en el cuerpo de Vidian, rasgando su túnica.

Sabía que no lo detendría con eso, pero tenía que alejar al hombre de Zaluna. Vidian agarró el arma por el cañón. Se la quitó a Kanan y la hizo pedazos en su mano.

—Que sea rápido —dijo el Conde, tranquilamente—. Tengo un horario que cumplir.

Kanan dirigió su mano a la funda de la pistola antes de cambiar de opinión. Había aprendido algo de su primer encuentro. En lugar de eso, se lanzó hacia un lado mientras Vidian arremetía contra él, golpeando el piso para volver a levantarse y lanzarse a la espalda del Conde.

Enfurecido, Vidian trató de quitárselo de encima, desgarrando sólo la ropa de Kanan. Con sus tobillos enterrados en la cadera metálica del cyborg, envolvió sus brazos alrededor del cuello de Vidian y se colgó.

. . .

Hera corrió de pasillo en pasillo, evitando llamar la atención de los soldados de asalto. Había muchos al final del Forager, aparentemente más preparados tras la infiltración de ella y de sus amigos.

«Bien, Kanan estuvo aquí», pensó ella, mirando en la orilla de la pared los cuerpos aturdidos de los soldados. Otros soldados estaban ocupándose de sus compañeros y ayudando a defender la estación. No sería capaz de seguir el camino que Kanan había tomado.

Abrió un portal que llevaba al pasillo principal, entró en un área llena de equipos, y vehículos de carga sin atender. Incluso había varias carretillas como las que usaba Kanan en Cynda.

Miró hacia un montacargas. Un elevador repulsor para trabajos pesados, lo suficientemente angosto para navegar por los pasillos, con una cabina que le daba cierto grado de protección frente a los atacantes.

Hera sonrió. Aunque para Kanan era su fuerte manejar equipo de carga, ella le demostraría lo que podía hacer.

. . .

Zaluna despertó en un infierno. El sonido le había llegado primero, Vidian tropezaba por el cuarto, dándose de golpes en la espalda con las consolas y las paredes mientras trataba de quitarse a Kanan. Horribles graznidos venían de los altavoces de Vidian como circuitos eléctricos tratando de expresar su bestial rabia.

Aun así, Kanan seguía moviéndose, aferrándose con más fuerza cada vez que Vidian estaba a punto de soltarse. Después de una llave, se aferró con los brazos en los hombros para hacerle otra llave en la cabeza; el joven se retorcía en respuesta a cada movimiento del Conde.

A Zaluna le costó trabajo sentarse. La pierna en la que cayó todo su peso le dolía terriblemente. De los soldados imperiales sólo quedaron los que se encontraban en el suelo. Los asistentes cibernéticos de Vidian deambulaban cerca de las paredes, mirando la lucha que se desenvolvía en su espacio de trabajo. Vidian se tambaleaba con Kanan en su espalda, casi la pisaban, pero alcanzó... y vio su bláster en el lugar donde lo había dejado. Vio que Vidian tenía una mano agarrando el tobillo de Kanan. Tenía que ayudar a su amigo. Zaluna se lanzó por el bláster y se levantó para enfrentarse al Conde.

—¡Zal, no! —gritó Kanan.

Vidian soltó el tobillo de Kanan y se lanzó por el bláster de Zaluna. Trato de dispararle, pero él tenía agarrado el cañón y lo estrujó. Ella vio una luz más brillante que un rayo mientras el paquete de energía del bláster se descargaba en sus caras. Cayó de espaldas y no vio nada más.

. . .

La luz dejó de brillar. Kanan, que sabía qué pasaba con los disparos bláster que le pegaban a Vidian, se lanzó justo en el instante en que el flash se viera. Sus ojos se ajustaron a la luz, Kanan vio colapsar a Zaluna.

—¡No!

Vidian se tambaleó, sosteniendo su cara con sus manos. Kanan rápidamente supuso que había subestimado su capacidad para sobreponerse de ataques de energía. Los disparos del bláster era una cosa, pero los paquetes de poder explotando a quemarropa, otra. Kanan se colocó junto a Zaluna. La mujer estaba respirando, pero su cara se había quemado.

Ahora sólo quedaba Vidian. Recuperado, el cyborg puso sus manos lejos de su cara. Su cubierta facial de piel sintética estaba quemada y derretida, revelando la cara metálica debajo. Se enderezó y miró a la pareja.

—Esto termina aquí, pistolero. Saca tu arma.

Kanan estaba a punto de hacerlo, cuando escucho otra cosa: disparos láser hacían eco a través de la enorme cámara. No podía saber de dónde venían. Miro a su alrededor, Vidian actuó como si no supiera tampoco, no podía identificar el chirrido horrible que lo acompañaba.

Entonces lo vieron: era un enorme montacargas flotante lanzándose por una de las entradas superiores de la plataforma de arriba. Dos desafortunados soldados imperiales ya habían sido atrapados por sus brazos masivos, y un tercero a quien también tomó por sorpresa, caía de espaldas sobre el riel del piso del centro de comando.

El vehículo seguía avanzando a través de la barrera del pasadizo. Vidian, que se encontraba anonadado con la nueva llegada, se lanzó de lado mientras Kanan se movía para proteger a Zaluna. Con un choque ensordecedor, el montacargas y sus soldados imperiales chocaron en el piso entre los infiltrados y Vidian. Los brazos levantadores se destruyeron con violencia, uno casi llevándose las espinillas del Conde.

Hera salió de la cabina. Vidian la miró con sorpresa.

—¡Tú!

—Es el truco de las cámaras de vigilancia, Conde. No puedes estar mirando todas al mismo tiempo. —Hera sacó sus blásters.

Vidian comenzó a escalar por la pila de escombros hacia ella.

—Debiste haberme aplastado, sabes que tus blásters no me lastiman.

—No, pero esto tal vez —dijo Hera y apuntó con cada uno a una ventana diferente—. Estas ventanas no están protegidas magnéticamente, y estos blásters están cargados. Puedo descomprimir todo el compartimiento. Si les pones un solo dedo a mis amigos o si tratan de dar la señal de detonación, vas a irte directo al espacio.

Vidian respondió con un resoplido digital.

—¿Y quién de nosotros crees que va a salir mejor librado? —Se colocó cerca de una consola y se aferró a ella con su mano izquierda—. No iré a ninguna parte, y mi respiración ya está aumentada. —Movió su cabeza y profirió un cloqueo electrónico—. Pero me pareció más interesante lo que dijiste. Por fin llegamos hasta este punto. Quieren salvar la luna Cynda. —Miró a sus trabajadores, y a algunos soldados imperiales restantes, recuperándose y levantando sus blásters—. Dime con quién están trabajando, ahora.

—Yo trabajo para todos. ¡Para las personas de Gorse, las personas de la galaxia!

Vidian parecía sorprendido. Luego rio.

—Creo que tenemos una agitadora aquí.

—Si destruyes la luna, destruirás el thorilide —gritó Hera—. ¡El Emperador no tolerará eso!

—No estés tan segura —dijo Vidian—. Soy más listo de lo que crees. —Miró hacia la consola—. Voy a hacer esto. Y luego voy a averiguar tu biografía. El Emperador destruirá todo aquello que sea importante para ustedes.

Kanan lo miró con odio.

—Ya es muy tarde para eso.

—Y tu tiempo se acaba. Cuatro minutos para el rango de detonación óptimo. —Vidian miró a Kanan.

—¿Lo esperamos juntos?