CAPÍTULO DIEZ
—¡Tú! —Kanan agarró a Skelly de la camisa, agitándolo violentamente y lanzándolo contra el tablero de mandos. El primer instinto de Kanan fue lidiar con el pasajero clandestino, pero las naves imperiales seguían afuera, aun dirigiéndose hacia él.
— ¡Mira! —dijo Skelly, jadeando y sacudiendo sus brazos.
Kanan siguió la mirada del hombre y vio, después de los escuadrones TIE, un transbordador clase Lambda que salía del Ultimatum. Mientras sus alas trapezoidales se extendían para la posición de vuelo, otro transbordador lo seguía y luego otro hasta que las cinco naves fueron directo hacia Kanan. Dos naves TIE de cada grupo rompieron la formación y se movieron para escoltar los transbordadores mientras los otros continuaban más adelante, despejando los carriles espaciales. Kanan miró sorprendido mientras las naves pasaban por encima de ellos y se iban a Cynda.
—Te lo dije, a mí es a quien buscan —afirmó Skelly—. No a ti.
—Felicidades —dijo Kanan secamente. No dejó que Skelly se levantara. —Ahora habrá cientos de soldados imperiales en Cynda gracias a ti. ¡Estoy tentado a llevarte con ellos!
Skelly intentó liberarse y Kanan le dio una fuerte bofetada. De la nariz de Skelly salió sangre.
—¡Desgraciado! ¿Por qué hiciste eso?
—¡Hiciste añicos la Zona Cuarenta y Dos! ¡Trataste de matarnos!
—¡No lo hice! —gritó Skelly, luchando por liberarse.
—¡Estás mintiendo! —Kanan sostuvo el brazo izquierdo de Skelly y lo torció por detrás de su espalda. Lo volteó y condujo al invitado no deseado hacia un compartimiento hermético—. ¿Te están buscando? ¡Entonces te voy a entregar!
—¡Espera! ¡No ese brazo! ¡No ese brazo! —dijo Skelly.
Liberando su mano mecánica delante de él, se agarró a una manija cerca de la puerta del compartimiento. Después de unos momentos intentando liberarlo, Kanan se dio cuenta de que Skelly no iría a ninguna parte.
—Bien —dijo Kanan. Volteó y agarró de atrás del asiento del piloto la funda donde se encontraba su bláster.
Skelly miró e hizo una mueca.
—¿Qué, vas a dispararme ahora?
—Tal vez
—¿A eso le llamas gratitud? ¡Yo te salvé!
Kanan tenía el arma fuera de su funda cuando se dio cuenta de lo que había dicho Skelly.
—Espera, ¿qué? —preguntó.
—Te salvé —dijo Skelly—. A ti y a tus compañeros de esa podrida corporación.
—¡«Salvaste»! —dijo Kanan estupefacto—. ¡Hiciste que una montaña de escombros cayera sobre mí!
Skelly se quedó callado. Agraviado, Kanan se quedó parado y regresó a los controles para dirigir al Expedient por un camino muy alejado de cualquier otro convoy, Imperial o no. Miró de nuevo a Skelly desplomarse frente a la puerta del compartimiento hermético, sobando su mano que por fin había logrado soltar de la manija.
Kanan bajó su arma, pero no la guardó. De pronto, exhausto, se recostó en el diván de aceleración mirando al compartimiento hermético.
—Necesito un trago —dijo, frotándose la frente—. Ahora, vuélvelo a decir. ¿Nos estabas salvando al hacernos explotar?
—No intentaba explotarlos. Estaba tratando de mostrarles a los inspectores imperiales que no debían usar el baradio para abrir nuevas cámaras. Cynda ya no lo puede soportar.
—¡Pudiste haber matado a alguien! —dijo Kanan.
—No, no —dijo Skelly—. Ustedes no debían estar trabajando en la Zona Cuarenta y Dos hasta mañana. ¡Vi el horario de la jefa Lal ayer!
—Ese era el horario antes de que llegara el Imperio. Estábamos trabajando doble turno. Ya no estábamos siguiendo el horario de hoy.
—Oh —dijo Skelly, avergonzado y en voz baja—. ¿Ehh, así que murió alguien?
—Gracias por preguntar —replicó Kanan, poniendo la funda del arma en su hombro—. No. No que yo sepa.
—Bien —dijo aliviado Skelly—. Estaba intentando demostrar lo que podía pasar y sirvió. —Tiró del cuello de su camisa—. La unión se derrumbó, justo como lo dije. Si le hubieran dicho a Vidian que tenía razón, él probablemente estaría ahora buscándome para agradecerme. —Hizo un gesto con su mano izquierda hacia la ventana de la cabina de mando—. Por eso hay tantas naves rumbo a Cynda. Creen que sigo abajo. ¡Busquen y rescaten!
—Uh-huh. Por eso huiste, en lugar de quedarte.
—Necesitaba un lugar para esperar mientras el Imperio se daba cuenta de lo que había pasado. ¡No tenía idea de que regresarías tan rápido y de que te fueras a ir!
Kanan negó con la cabeza y enfundó su arma. No sabía qué creer. Pero antes de que pudiera decir algo, Skelly se había levantado y avanzaba decididamente.
Kanan se puso de pie.
—¿Qué crees que estás haciendo?
—¿Qué crees que es lo que estoy haciendo? ¡Voy a mi encuentro con el Destructor Estelar!
Kanan parpadeó dos veces.
—¡Qué!
—Te lo dije, me están buscando. —Skelly estuvo a punto de presionar un botón, pero no lo logró porque fue empujado directo al asiento de pasajeros por Kanan.
Alcanzó el cinturón de seguridad del asiento y aseguró a Skelly con él, luego volvió a sacar su bláster.
—¡Oye! ¡No dispares!
Kanan no disparó. En lugar de eso, activó el cierre de seguridad y le dio la vuelta al arma en su mano. Usando la culata como martillo, deshizo el cierre de seguridad para que no pudiera ser usado de nuevo.
—Lo rompiste. ¡No puedo creer que lo hayas hecho!
—No es mi nave —dijo Kanan. Al menos no lo sería una vez que aterrizaran. El cinturón mantendría a Skelly en su lugar—. ¡No permitiré que te acerques al Destructor Estelar!
Skelly negó con la cabeza.
—No logras entender. —Con su mano izquierda, buscó dentro de su chaleco y sacó el holodisco que le había mostrado antes a Kanan—. ¡Sólo necesito darle esta información a Vidian!
—Vidian. —Kanan se sentó en el asiento del piloto, su cabeza le daba vueltas—. ¿Ese tipo raro que envió el Imperio?
—¿No sigues las noticias? Vidian es quien arregla las cosas. Es como yo, él ve qué está mal y se encarga de ello. Probablemente está suspendiendo, ahora mismo, todo el trabajo para una investigación. Todo lo que tengo que hacer es ponerme en contacto con él y mostrarle los datos. Va a poner a raya a todos esos piratas corporativos.
Kanan miró al Ultimatum, que se hacía más pequeño en la ventada de la cabina de controles y luego a Skelly.
—¿Crees que eso es lo que pasará?
—Seguro. Una vez que vean lo que les tengo que mostrar, tal vez hasta te recompensen por haberme llevado.
Kanan miró los controles y luego al frente. Allá, en la cara siempre oscura de Gorse, vio algo familiar en el espacio.
—Ahí está tu respuesta —dijo él.
—¿Qué? —Skelly volteó y vio docenas de naves: transportes de carga vacíos, transportes de personal y cargueros de explosivos como el Expedient. Todos iban rumbo a Cynda—. ¿En el siguiente turno?
Kanan rio.
—Demasiado para ser un día de descanso en tu honor.
Activó el comunicador. La transmisión del Imperio estaba hecha un caos, pero la jefa Lal estaba hablando en el canal dedicado a Moonglow. Las zonas afectadas por el colapso se habían acordonado, pero las operaciones mineras continuaban en otras áreas. «Por órdenes del Conde Vidian», dijo ella, lanzando una lista de instrucciones de nuevas rutas de aterrizaje.
Al escuchar, Skelly se sintió confundido, pero sólo por un instante.
—Vieron lo que podía pasar si hacían explosiones en el lugar equivocado. ¿Y todavía siguen? —Temblando de rabia, escupió tres palabras que Kanan sabía que Skelly odiaba—: «Negocios, como siempre».
Kanan apagó el comunicador y se estiró en su silla.
Skelly, incapaz de moverse, lo miró.
—¿Y bien?
—¿Bien, qué?
—¿Bueno, ahora qué?
—Me voy a casa —dijo Kanan.
—¿Casa? —preguntó Skelly—. ¿Dónde está tu casa?
—Voy a regresar el Expedient al astillero, como siempre. Estacionaré la nave, y voy a entregarte al jefe de seguridad, el esposo de Lal. —Kanan puso su atención en pilotear la nave.
Skelly movió la cabeza y dijo en voz baja:
—¡Qué buen amigo eres!
Kanan brincó en su asiento y volteó.
—Vamos a dejar algo claro —dijo, señalando con el dedo a Skelly—. No soy tu amigo. Ni tampoco tu cómplice, y mucho menos un conspirador. No te ayudé en esto, y no te voy a ayudar a salir de esta. ¡Se acabó!
Skelly miró a Kanan por uno momento, y luego volteó su cabeza en otra dirección.
—Excelente —gruñó—. Es como siempre: nadie…
En la ventana, Skelly vio el reflejo de Kanan parado. Volteó la cabeza para ver cómo se iba al fondo de la nave.
—Espera, ¿adónde vas ahora?
—Adonde no pueda oírte.
. . .
Sana y salva en su nave, Hera envió el mensaje encriptado a su contacto en Gorse. Ahora estaba segura de que la reunión era necesaria. Que el Imperio espiara en las zonas de trabajo en un sistema que producía un material estratégico no era sorpresa. Pero que espiara en todas partes sin remordimiento era muy diferente; su contacto podía decirle mucho sobre las últimas prácticas de vigilancia del Imperio y cómo vencerlas. Tenía que arriesgarse y asistir a la reunión, si quería tener otra oportunidad de espiar a Vidian.
Estudió la escena en el exterior. Escuchando, consideró toda la situación. El Imperio estaba encriptando sus propias señales; pero las compañías mineras no, y tenía una imagen clara de las horas que habían pasado en Cynda.
Un minero etiquetado como agitador o disidente había sido identificado por el servicio de vigilancia del Imperio. Pero Skelly, un tipo de demoliciones, había sorprendido a los empleados, al Imperio y a todo el mundo, usando explosivos para evitar el arresto. Poco tiempo después de eso, la gran explosión había ocurrido en un área de trabajo no programada, y evidentemente más destructiva que cualquier cosa encontrada en las operaciones normales.
El Imperio se había apresurado, había enviado más de la mitad de las naves complementarias de soldados del Destructor Estelar a Cynda. Dado que no había naves médicas con rumbo a Gorse, pues las clínicas de la luna tenían poca capacidad, ella tenía que asumir que no habían sido casualidades. Esto significaba que los soldados de asalto que estaban en las naves no eran parte de la operación de búsqueda y rescate. Estaban ahí para continuar buscando al bombardero.
Sin embargo, entre los reportes de la explosión y la lucha imperial, ella notó algo más: un carguero de explosivos, el Moonglow-72, que de acuerdo con el informe, había sido la única nave aparte de la suya en haber salido de Cynda antes que se diera la orden de no salir de tierra. Lo había visto agitándose violentamente cuando se acercaron las formaciones TIE. Mientras a la vista de los cazas imperiales pudo haber generado un efecto de un simple comerciante, la nave había seguido volando inusualmente después de eso, como si nadie la estuviera piloteando. Finalmente, se había acercado a Gorse rumbo a la zona alejada de las líneas más transitadas.
Skelly —concluyó Hera, estaba en ese transporte.
Era más que una suposición, pero era difícilmente una deducción científica. Ella no quería que la alejaran de su verdadero objetivo: su conexión con Gorse. Vio que habían respondido para confirmar su reunión para después. Eso era lo importante.
Pero como ahora estaba avanzando en la misma dirección de Skelly, decidió que no estaba de más saber cuál era su historia…