CAPÍTULO VEINTISIETE
Hera recuperó el aliento mientras alcanzaban el techo de un edificio de tres niveles. El edificio frente a la avenida del área de operaciones de Moonglow no era alto, pero tenía escaleras o algún tipo de escapes en caso de fuego. Todo el mundo esperaba terremotos en Gorse, pero esto era otra historia.
En un punto poco visible, ella miró hacia la calle con asombro. La nave imperial aún seguía en llamas, destruida por alguien que ellos lastimaron. Era algo que Hera había esperado ver algún día, algo que siempre creyó que sucedería, aunque no tan pronto ni menos de esta forma. No estaba segura de lo que había llevado a Skelly a hacerlo. Pero ciertamente había sido el responsable, según lo que vio Kanan.
Hera no quería permanecer al nivel del suelo después de la explosión. La calle se veía más como una zona de guerra, y el intento de asesinato seguro era para acorralar a los Imperiales. Pero había ayudado en la búsqueda y el rescate lo suficiente como para encontrar la mejor forma de salir del vecindario acordonado por la seguridad. Sólo Kanan tenía un tipo de permiso para encontrarse en la zona, y había quedado atrapado tratando de liberar personas. Ella tuvo una buena impresión de él y de lo que estaba haciendo. Siempre iba en contra del molde de espíritu libre en el que trataba de encajar.
La verdad era que ella seguía tratando de recuperarse de lo que había visto hace un momento en la fábrica, cuando Gord Grallik había visto el video de Vidian matando a su esposa. Aunque se mostraba como cualquier tipo duro de seguridad, al ver el asesinato su mundo se hizo añicos. Aún se le estremecía el corazón al recordarlo.
Pero esa no era la parte más horrible, y ahora se daba cuenta mientras veía hacia la calle. Vidian, quemado pero en apariencia intacto, era conducido fuera de la escena por su escolta cuando Gord apareció en la entrada. El besalisko se lanzó en medio de las brasas sólo para ser detenido por las tropas de asalto. Ella no podía escucharlo por la distancia, pero los llamaba, les suplicaba que arrestaran a Vidian. Un asistente de Moonglow le dio a Gord un DataPad: Hera suponía que eran las imágenes de la cámara de seguridad. El frenético besalisko se las mostró a un soldado tras otro, pero no lo dejaban pasar.
Hera no quería seguir viendo, no había nada que pudiera hacer. No aquí, no ahora. Pero quedó ahí. Gord trató de seguir a Vidian de todas formas, sólo para que lo atraparan los soldados. Les costó mucho esfuerzo a cuatro de ellos controlar al jefe de seguridad de hombros prominentes: uno por cada brazo.
Luego lo golpearon. Esta era la justicia en el Imperio.
Cuando las tropas de asalto se fueron, Hera vio arrastrarse a Gord hacia la entrada de Moonglow. Ella soltó una lágrima de furia. Sí, necesitaba ver estas cosas para recordar por lo que estaba peleando.
Hera entrecerró los ojos para ver a través de la humeante oscuridad hacia donde Vidian se había ido. Lo divisó junto con Sloane en una intensa discusión, entre una línea de escoltas de soldados de asalto con rumbo hacia… «No, a Kanan no le va a gustar esto».
. . .
—¿Estás bromeando? —Tras haber terminado su inspección y junto con Hera en el techo del edificio, Kanan miró hacia el espacio vacío en la calle—. No puedo creerlo. ¡Se robaron mi aerobús!
—Creo que lo llaman «expropiación por asuntos oficiales» —dijo Hera, arrastrándose rumbo a la orilla del techo y apuntando hacia el este. Kanan vio la silueta del aerobús que se alejaba flotando lejos de la pista—. Estoy seguro de que van hacia el puerto imperial en busca de otra nave.
Kanan frunció el ceño.
—Claro, bueno, espera a que vean la puerta del baño atascada. —Se quitó cenizas húmedas de su túnica.
Había encontrado a Drakka atrapado detrás de su unidad de enfriamiento; tardaron varios minutos en liberarlo. Luego el cocinero salió, intentando informarles a los Imperiales todo lo que pensaba sobre la destrucción de su negocio. Kanan podía ver desde su posición que la conversación no estaba saliendo bien, pero tenía sus propios problemas.
—El puerto espacial esta en Highground. ¿Cómo se supone que llegaré hasta allá? —Estaba a diez kilómetros de distancia.
—Estoy interesada en salir de aquí —dijo Hera, levantándose—. El emisario del Emperador fue víctima de un atentado, todo mundo es sospechoso. ¡Tenemos que salir de este vecindario antes de que todo el Imperio se aparezca por aquí! —Se alejó del lado de la calle que daba a la cubierta—. ¿Tal vez hacia esos callejones al sur?
—Es el aerobús de Okadiah —dijo Kanan—. No puedo dejarlo pasar. —Eso era el problema de hacer amigos: hacían imposible tener plena libertad.
Miró atrás, al Broken Boulevard, ahora un nombre más acertado, y vio un pesado aerocamión de color gris que salía del área de carga de Moonglow.
—Oye, espera —dijo sujetando de la muñeca a Hera antes de que pudiera irse—. Creo que podemos resolver ambos problemas al mismo tiempo.
Señaló un vehículo.
—Está lleno de thorilide refinado. —A pesar del allanamiento, asesinato y sabotaje, parecía que no podrían detener la producción de thorilide: cada seis minutos otro transporte salía de la planta—. Se dirige a…
—…Directo al puerto imperial —dijo Hera—. Me di cuenta en el reconocimiento de terreno que hice ayer.
Sus miradas se cruzaron y ni un latido de corazón transcurrió cuando ya estaban corriendo sobre los hechos. Hera, tan rápida como ágil, evadía los obstáculos y saltaba de una abertura a otra. De vez en cuando miraba hacia atrás para ver si Kanan la seguía.
—Estoy bien —dijo, siguiéndola unos cuantos pasos atrás—. Trato de no chocar contigo.
Ella sonrió y saltó a la siguiente abertura. Él la siguió.
Al final de la hilera de techos encontraron una puerta y se apresuraron a descender por una escalera. Recuperando su aliento en la entrada, se detuvieron a tiempo para ver cómo se movía el aerocamión hacia ellos. Un soldado imperial hacía señas con la mano para dar paso al vehículo con el droide chofer de color dorado.
Al momento en que el soldado volteó la cabeza, Kanan y Hera se lanzaron al camión que se aproximaba. Kanan se lanzó hacia el estribo del lado del pasajero.
—Lo lamento —dijo el droide—. No se permite gente en el…
Hera, ahora colgada en la otra puerta, apagó al droide mediante el interruptor en su cuello. Kanan se adentró presuroso en la cabina, sujetó la palanca de control y se escondió. El vehículo dio una amplia vuelta a la izquierda y pasó el último punto de control del soldado de asalto; el centinela nunca vio a la mujer que colgaba del otro lado. Hábilmente, Hera abrió la puerta y sacó al robot de la cabina.
—Prefiero manejar yo —dijo ella, alcanzando los controles—. No te lo tomes personal.
Kanan cerró la puerta de pasajeros y estiró las piernas.
—Linda, me puedes llevar a cualquier parte. —Volteó a ver el desastre en el que se había convertido Shaketown—. ¡Siempre y cuando sea lejos de aquí!
. . .
Hera apenas había sido menos parlanchina que el droide desactivado, pensó Kanan. Ella no dijo nada sobre lo que había sucedido en la planta antes de encontrar a Lal.
Kanan no conocía bien al esposo de Lal, sólo que tenía poca tolerancia y que contaba con una colección de blásters. Y algo más:
—Ese tipo vivía para Lal —dijo.
—Lo sé. Se puso muy mal.
Al mirarla, Kanan pensó que lo pudo haber subestimado.
—Bueno, encontraste una cosa de Vidian. Es maldad pura.
—Ser malvado no te detiene con el Imperio, te ayuda. —Suspiró—. No pude ni siquiera acercarme a él, pero creo que encontré lo que vine a buscar a Gorse. El secreto de la eficiencia de Denetrius Vidian es el homicidio.
—¿Y eso a qué te lleva?
—No más lejos que antes —negó con la cabeza—. Y todo lo que fui capaz de encontrar sobre Tharsa fue que había visitado la empresa pocas veces desde hace mucho tiempo. No pude encontrar más. Primero, Gord se apareció, luego todos comenzaron a buscar a Skelly. —Guiando el aerobús por una esquina, ella suspiró—. No sé qué piensa Skelly que pueda lograr con eso. Sus herramientas explosivas no lo llevan a ninguna parte.
—¿Y a dónde estás tratando de llegar? —La miró agudamente—. Pensé que lo dejarías todo después de haber hecho tu pequeña excursión. Y sólo dijiste que tu gran misión había terminado. Pero sigues aquí.
Ella giró los ojos.
—Te estoy ayudando a recuperar tu aerobús.
—Uh-huh —Kanan se rio.
—No, no, es lo menos que puedo hacer —dijo Hera—. Estabas decidido a regresar por mí. Innecesario y muy peligroso para ti, pero lo aprecio.
—Bueno, eres la única persona en este planeta por la que haría eso.
Eso debía indicarle algo, pensó.
—No estoy segura de creer eso. Regresaste para ayudar al cocinero besalisko, y Okadiah me dijo en el aerobús cómo lo salvaste de Vidian. —Ella sonrió—. Incluso salvaste a Skelly en la cantina.
Kanan alzó las manos.
—Oye, ¡todos cometemos errores!
—Bien, ya veremos —dijo ella, y lo dejó así. A Kanan le gustó la imagen que ella proyectaba. Significaba que se había convertido en alguien a quien valía la pena echarle un ojo.
Viendo hacia los edificios que pasaban zumbando, Kanan se rio.
—Tanta importancia que le dan al thorilide, tanta seguridad, y nosotros aquí llevándonos un camión cargadísimo.
—Estamos llevándolo donde se supone que debe llegar —dijo ella—. Y no parece que encontremos a alguien para venderlo.
Kanan movió la cabeza.
—¿Sabes?, ni siquiera sé para qué sirve.
—¿El thorilide? —preguntó Hera—. Se utiliza en estado sólido granular para la absorción de choques. Lo usan en los Destructores Estelares para mantener las torretas de turboláser en su lugar después de disparar.
——¡Otra vez el tema de los cañones sueltos! —Kanan reía alegremente—. ¿Tanto trabajo sólo para eso?
—¡Tiene muchos cañones! —Los ojos de Hera se abrieron mientras lo pensaba—. Un Destructor Estelar requiere el uso de dieciséis millones de componentes individuales, veintisiete mil de los cuales únicamente son producidos en un único sistema, como Gorse. —Ella lo miró animada, le apasionaba lo que contaba—. Por eso el Emperador necesita un Imperio, Kanan. Es como una babosa espacial, cuya única función es mantenerse con vida. Tienen que consumir, consumir, y consumir.
—Estás empezando a sonar como Skelly.
—No está del todo equivocado —dijo ella, guiando el aerocamión a Highground—. Pero definitivamente no es una certeza total.
. . .
Skelly había tomado la moto-jet sobre los techos de los edificios para alcanzar Highground, y volaba bajo sobre las superficies para que no lo detectara el tráfico aéreo. Con la mayor parte de la atención imperial centrada en llevar vehículos de policía a Shaketown, Skelly supuso que habría muy poca atención a las áreas de aterrizaje. Incluso así, sabía que simplemente no podía volar la moto-jet sobre el muro de contención. Y se resistía a bajarse de ella, porque a cada paso que daba le causaba dolor.
Pero ahora, en la oscuridad, en el extremo más al este del complejo, su experiencia de guerra subvirtiendo barricadas le había servido de nuevo. Había visto durante los vuelos a Cynda que el terreno en Highground tenía profundas zanjas de drenaje que llevaban hacia el lado bajo del complejo. Ahí, fuera de la pared en la oscuridad, encontró una alcantarilla lo suficientemente larga para acomodarse junto con la moto-jet. Las barras que protegían el tubo no coincidían en tamaño para una variedad de explosivos que traía en su bolsa. Le sorprendía que las mismas técnicas usadas en la mina de Cynda en favor del Imperio estaban ahora usándose en su contra.
Unos pocos disparos después, estaba encorvado dolorosamente debajo de la moto-jet contra la columna, dejando que lo llevara con todo y su bolsa de la venganza a través del túnel. Dentro del complejo continuó volando el vehículo a través de los canales de drenaje, separando las áreas de aterrizaje. Las luces aquí apuntaban hacia arriba; si alguien mirara hacia abajo, la perspectiva de su cabeza saliendo del piso y volando gentilmente podría haber hecho detenerse a cualquiera.
Pero nadie lo vio. Ahora, en la sombra de la torre de control del puerto espacial, esperó, con el rostro hinchado y tapizado con hisopos del botiquín. Miró el piso del área de aterrizaje, donde en unos cuantos minutos otra nave manejada por droides aparecía cargando thorilide para los cargueros imperiales que esperaban.
«Para eso es este puerto espacial», pensaba. El último enlace antes de la belleza de Cynda, el thorilide triturado y refinado, llevado a Calcoraan Depot y distribuido para todos los desmesurados proyectos de construcción de naves del Imperio. Le enfermaba tan sólo con verlo.
El tiempo pasó. Por un instante le preocupó que se hubiera equivocado. Había asumido que Vidian, habiendo perdido un transporte para salir de este planeta, viniera a buscar el siguiente. Pero en breve, la compuerta se abrió dejando pasar... «¿el aerobús de Okadiah?».
Skelly parpadeó cuando lo vio. ¿Qué estaba haciendo aquí? Luego advirtió a un grupo de soldados imperiales saliendo de ahí, seguidos por Vidian y la Capitana imperial. No era extraño que les hubiera ganado en llegar, pensó. El piloto habría tenido que ser un genio para manejar un Smoothride y vencer a cualquier persona montada en una moto-jet.
Sintió sus costillas crujir dolorosamente mientras recargaba su espalda contra la pared externa de la torre de control. Skelly estaba lleno de adrenalina; de la suya y de la generada por los shots estimulantes del paquete médico. Pero estaba impávido.
Había fallado con Vidian antes. Esta vez no fracasaría.