CAPÍTULO CUARENTA Y TRES
Asfixiándose, Kanan trataba en vano de golpear a Vidian con lo que quedaba de su arma improvisada.
—¡Dispárale! —decía entre jadeos—. ¡Dispárale!
Hera hizo justamente eso, se inclinó sobre la consola de la computadora y disparó justo en la espalda de Vidian. El plasma centelló sobre Vidian y se reflejó en Kanan, lo que le causó una conmoción. A través del dolor, Kanan podía ver que la túnica que cubría el pecho de Vidian estaba hecha jirones, revelando un brillo plateado por debajo.
—No volvería a hacer eso —dijo Vidian mientras desgarraba los pedazos de ropa con su mano libre, sin dejar de sostener a Kanan—. Mi injerto de piel es una malla de cortosis, un residuo de aquellos días cuando aconsejaba a fabricantes en los últimos años de las Guerras de los Clones. Te puedo asegurar, señorita, que cada rayo que me lances irá directo a tu amigo.
Kanan vio a Hera pararse con los ojos fijos en Vidian.
—¿Quieres saber por qué estoy aquí? ¡Bájalo y te lo diré!
—Con gusto —Vidian bajó a Kanan, pero justo en el momento en que las puntas de los pies del joven tocaban el suelo, el conde le lanzó una poderosa bofetada con la mano izquierda. Kanan sintió que su quijada casi se iba de lado.
Y aun así, Vidian lo tenía agarrado de la garganta. Kanan trataba de hablar, pero sólo producía sonidos ininteligibles.
Vidian aflojó su agarre.
—¿Qué dices? ¿Pides clemencia?
Kanan tosió una vez y lo miró con ira.
—Dije: «Eso fue un golpe bajo».
—Qué bueno que lo creas así —Vidian miró a Hera, que estaba entre él y la puerta—. No tienes por qué preocuparte. Estas paredes son a prueba de sonido y no he llamado a nadie. Rara vez me puedo entretener y no quiero que nadie interfiera.
Hera miró a Vidian y luego se movió, saltó atléticamente sobre la consola. Lanzó un disparo que pasó por la cabeza de Vidian, con la intención de que fallara, mientras llegaba al piso. Estuvo ahí sólo un momento antes de lanzarse directo hacia el cyborg. Vidian, sorprendido por el ataque frontal, se lanzó con ambas manos para agarrarla, soltando a Kanan en el proceso. Hera instantáneamente cambió de blanco, se lanzó y derribó a Kanan por la cintura mientras los brazos de Vidian cruzaban sin sujetar nada. La fuerza de su salto la lanzó, junto con Kanan, sobre el suelo, dos metros atrás del Conde.
Vidian se dio la vuelta, entretenido en lugar de alarmado, mientras los dos se levantaban.
—Bien hecho.
Kanan respiraba nuevamente, empujó a Hera lejos de él, mientras Vidian se lanzaba contra ellos. El Conde era como un peleador sin camisa en una jaula: el tipo de oponentes con los que se enfrentaba en muchas cantinas. Kanan se enfrentó al cyborg que avanzaba con una patada circular en su espalda baja. Se sintió como si pateara un saco de martillos de titanio. Kanan se vio tonto por intentarlo. Vidian atrapó su pierna y lo lanzó. Kanan cayó de espaldas y golpeó la mesa de laboratorio.
Hera disparó de nuevo a Vidian, claramente convencida de que nadie afuera respondería al disparo del bláster. Vidian no resultó afectado en absoluto y se lanzó contra ella. Hera brincó alto, saltó sobre su espalda mientras caía. Pero esta vez, las piernas de Vidian tuvieron equilibrio y giraron a tiempo para atrapar una cola de su cabeza. Vidian la pateó y la hizo rodar violentamente por el cuarto.
—¡Hera! —gritó Kanan mientras se levantaba de los escombros—. Vidian había lanzado a Hera lo suficientemente fuerte contra la pared más lejana y aun así no había chocado. Una luz azul del techo, que tenía un rayo inmovilizador, la capturó en el aire.
El Conde la miró con entusiasmo.
—¡Asombroso! Qué puntería. No te muevas ahora.
Claro, no podía moverse, pero antes de que Kanan pudiera preguntarse lo que hacía Vidian con un rayo de suspensión paralizante en sus aposentos, el cyborg se dirigió contra él.
—Ahora, ¿en qué nos quedamos? Solía boxear en la terapia física.
—¿Ah, sí? Yo mandaba gente ahí —Kanan se paró valerosamente frente a él.
Vidian arremetió por el lado derecho. Kanan se lanzó a un lado justo a tiempo y sintió cómo pasaba cerca el golpe. Había esquivado su puño, Kanan golpeó la oreja izquierda de Vidian. El resto del hombre podría estar forrado con algo duro, pero Kanan intuyó que Vidian necesitaba su orejas para equilibrarse como cualquier persona. Y tenía razón, al menos por un instante, porque el cyborg retrocedió. Le dio tiempo suficiente para sujetar violentamente a Vidian en aquello que una vez fue su oreja. Dándole vueltas desde su cabeza, Kanan lo lanzó hacia adelante, la cabeza de Vidian golpeó contra un gabinete con un ruido colosal.
Vidian se reincorporó rápidamente. Su cara no tenía expresión alguna, pero su voz mecánica delató su emoción.
—¡Iremos por él!
Kanan y Vidian se golpearon mutuamente por varios segundos. Kanan usaba toda su velocidad para evitar que Vidian le asestara un golpe sólido, y toda su técnica para evitar romperse la mano con la piel metálica del Conde. Había peleado con oponentes de piel gruesa, sabía que necesitaba evitar cabezazos o cualquier otra cosa que fuera más peligrosa para él que para Vidian. Pero eso no lo dejaba con muchas opciones, excepto tratar de desequilibrarlo.
Trató y el cuarto lo pagó, mientras los dos gabinetes se volteaban y más cosas se exponían al tumulto. Pero el cyborg era muy rápido.
—¡Adiós! —dijo Vidian, mientras su brazo derecho sujetaba con fuerza a Kanan por la muñeca. Vidian le asestó un jab izquierdo a la sien. Kanan no pudo ver nada unos instantes después del golpe. Pero sintió el movimiento, mientras Vidian lo agarraba de su túnica y lo lanzaba por los aires.
Cuando las luces en su cabeza dejaron de parpadear, Kanan se dio cuenta de que Vidian lo tenía en la mesa principal de operaciones. El conde inmovilizó la mano derecha de Kanan en un grillete metálico. Kanan luchó por zafarse pero el cyborg lo volvía a golpear. Unos instantes después ambas manos y pies de Kanan estaban atrapados en la superficie.
Vidian se enderezó y estiró sintiéndose reanimado tras la batalla.
—Eso fue estimulante. —Miró a su alrededor—. ¿Alguien más? ¿Ya se acabó? ¿Ningún besalisko en duelo que los salve?
Cuando vio que nadie se acercaba, Vidian se volteó.
—Bien —dijo mirando a Hera y a Kanan—. Es tiempo de conocernos.
Kanan tragó saliva y miró a Hera, que aun suspendida, logró negar con la cabeza. Skelly, abajo, en el nivel del sótano, no tenía condiciones para hacer algo. Y Zaluna nunca saldría en medio de una pelea. Ni tampoco querían que lo hiciera.
Vidian hurgó en su guardarropa.
—Fuiste a Moonglow, pistolero. Maté a tu jefa. ¿Es por eso? —Vidian tomó una camisa de color dorado y se la puso—. Las amistades son costosas. Te obligan a emprender tareas más allá de los mejores intereses.
Kanan no dijo nada.
—Estoy seguro de que le dirás más a mi droide interrogador —dijo Vidian mientras caminaba a través del desastre de su cuarto—. Y puede que tengas otra utilidad para mí.
Luchando para salir del estado de estasis, Hera lo miró con furia.
—¿Qué significa eso?
—Puedo hacer que mis droides practiquen contigo —volteó a ver a Kanan y se rascó la barbilla, algo más parecido al sentir del momento que a una verdadera cosquilla—. ¿Puedes imaginarte lo que es vivir sin sentidos, sin ninguna forma de interactuar con tu entorno?
—Sí, pero después de unos tragos.
—La mente es un dínamo en la oscuridad, un motor que se mueve sin parar y sin alimentarse. En las noches se azota en busca de la luz del día y al no encontrarla crea su propia luz. —Caminó alrededor de la mesa buscando el soporte quirúrgico. Al encontrar una charola doblada, Vidian se arrodilló junto a ella y empezó a recoger instrumentos quirúrgicos y ponerlos sobre la charola. Sostuvo un escalpelo frente a sus ojos.
—Sin poder controlar nada. ¡Piénsalo! El niño y el anciano que luchan inútilmente. No poder controlar nada es la verdadera muerte.
Se levantó mientras sostenía la charola.
—Pero regresé de la muerte. Y a través de mí, el Imperio controlará todo. —Colocó la charola sobre el soporte—. Tal vez conozcas mi lema: «sigue moviéndote, destruye barreras, ve todo».
—Una vez hablabas de eso en el holo, en el puerto espacial —dijo Kanan, nadie escuchaba.
—No me ofende. Es un consejo de administración bastante trillado, pero para alguien amputado en todas sus extremidades es algo. Es una prescripción para existir. —Vidian caminó de vuelta a Kanan con el escalpelo en la mano—. Yo estuve incomunicado por dos años. Veamos qué pasa si pierdes contacto por diez años. ¿Quién sabe? Tal vez hasta te vuelvas interesante.
—¡Espera! —dijo Hera, que aún estaba colgada.
Vidian miró con impaciencia.
—¿Sí?
—Pensé que querías interrogarnos primero.
Kanan giró los ojos.
—Oh, sí, que me torturen antes de la tortura. ¡No se le vaya a olvidar!
¿En qué estaba pensando Hera?
Vidian dejó a un lado el escalpelo.
—Tienes razón. —Vidian se mantuvo en silencio por un rato—. Acabo de llamar a mi asistente. Ten paciencia que ya no tarda.
Otro conducto en el piso se abrió. Una esfera negra de ojos como de insecto levitó por el cuarto. Kanan luchaba por liberarse; reconoció al droide interrogador que usaba el Imperio. Su reputación era bien conocida, la enorme jeringa que llevaba era fácil de identificar.
—No te muevas —dijo Vidian—. Será solo un segundo.
La mente de Kanan trabajaba rápidamente mientras el robot se acercaba. La maestra Billaba le hubiera aconsejado usar la Fuerza. «¡Lanza esa cosa contra la pared! ¡Desata tus ataduras! ¡Hipnotiza a Vidian para que camine hacia la cámara de descompresión!». Trató de evitar usar la Fuerza en el pasado, pero esto era serio. Kanan comenzó a enfocarse…
…pero antes de que pudiera hacer algo, el droide rotó por algunos momentos, extendió su aguja hacia el puerto de inyección en el cuello expuesto de Vidian.
—¿Qué? —Vidian golpeó al droide y lo hizo estrellarse contra la pared. Cayó de rodillas, con las manos en el piso.
Una gran puerta se abrió del suelo. El trono de Vidian salió del cuarto. Skelly estaba sentado ahí, con Zaluna parada a su lado con un control remoto que controlaba al droide.
—No creo que eso sea suero de la verdad —dijo Hera.
—Seguro que no —Skelly acarició un montículo de frascos en su regazo—. Conozco mis medicamentos —sonrió con los dientes rotos a Vidian.
—Buenas noches, corazón.
. . .
Recostado en diagonal sobre una mesa separada de Vidian, Skelly disfrutaba de ser frotado con bacta por uno de los droides médicos del conde.
—No sé ustedes chicos —dijo Skelly— pero creo que lo vencimos. Fue suficiente.
Kanan se frotó el cuello.
—¿Le damos su merecido?
Skelly golpeó su mano derecha contra la izquierda.
Hera negó con la cabeza.
—Quiero hacer lo correcto aquí —dijo ella—. No estoy en contra de matar si es necesario, pero algo extraño está pasando. ¡Quiero saber que en verdad matándolo no empeorarán las cosas!
—¿Peor que explotar la luna y convertir a Gorse en un cementerio? —preguntó Skelly.
Hera negó con la cabeza.
—No, lo que quiero saber es si es «malo» pero en otro sentido. ¡Si asesinamos a Vidian aquí y ahora, y somos capturados, el Imperio creerá que se prepara una rebelión en Gorse!
—¿Una rebelión? ¿Aquí? —Kanan rio—. En realidad no es un semillero político.
—Yo estaré lista cuando inicie la guerra —dijo Hera y señaló con el dedo a Zaluna, que trabajaba en una consola a su lado—. Zal sabe mejor que nadie que están sacando nombres. No será aleatorio, como si de la nada les cayera una roca del cielo. Será por selección. —Hera parpadeó—. ¡O tal vez sí será aleatorio y bombardearían los vecindarios completos desde la órbita para propagar el miedo!
Zaluna la miró con los ojos aún más desorbitados.
—¿Ha… ha pasado eso antes?
Hera miró a otro lado.
—No has visto todo —contestó con suavidad.
El silencio llenó el cuarto. Al menos Vidian había dicho cosas ciertas: hasta lo que sabían, nadie fuera del cuarto los había escuchado ni visto la pelea. Zaluna había borrado las cámaras. Kanan se preguntaba por qué Vidian quería protegerse de que pudieran verlo. Aunque a su cuarto no le faltaban dispositivos de restricción. Llevaría a Vidian al campo de estasis cuando comenzara a moverse, pero de acuerdo con el droide médico, el coctel de Skelly lo mantendría así por un par de horas.
Las cuales necesitarían.
—No hay forma de entrar al sistema —dijo finalmente Zaluna con frustración.
Hera negó la cabeza.
—¿Ni con la clave de acceso?
—Es un código que debe ingresarse con el dedo —dijo la mujer—. No lo pudo haber hecho con la voz. Si hubiera una cámara o algo alrededor, tal vez lo hubiera captado. Debería haber algo que me permitiera ver lo que hizo. Pero no hay nada.
El cuarto volvió a quedar en silencio.
Kanan se le quedó mirando.
—Espera un segundo. Tal vez si haya algo. —Se acercó a Vidian e hizo girar a un lado la cabeza del hombre. Ahí, justo en su oído izquierdo, vio un pequeño puerto de datos. En ese instante sintió asco pero poco después dejo de sentirlo.
—Está bien —dijo Kanan—. ¿Quién quiere descargar el cerebro de Vidian?