CAPÍTULO VEINTINUEVE
Cuando el contrincante traía a su armada, lo mejor era no argumentar. Kanan mantuvo su cabeza sobre el aerobús. Podía escuchar cómo preparaban los blásters, mientras más soldados imperiales empezaban a moverse, luchando por llegar a través del campo de aterrizaje.
Hera tampoco se había movido, pero podía ver qué pensaba. Con el humo saliendo hacia la luna, los Imperiales no habían visto aún sus caras, pero esto cambiaría cuando corrieran o pelearan. Y la segunda opción parecía imposible. No habían lanzado ningún disparo hacia un soldado imperial en todo el caos del día, y no querían empezar a hacerlo ahora. La posibilidad de fracaso era muy alta.
Skelly se sentó a un metro o más de la mochila, contemplándola. Vidian, con sus ojos Sharp la notó.
—¡No la toquen!
Kanan miró de nuevo a Hera. Fue un buen viaje, se dijo a sí mismo. Comenzó a colocar sus manos bajo la nuca.
—¡Bajen sus blásters! —Ordenó otra voz a sus espaldas y al lado de Kanan.
—¡No llevamos ninguna! —grito Kanan.
—¡No te decía a ti! —Por un momento, la voz le pareció extrañamente familiar a Kanan, hasta que corroboró tal familiaridad. Kanan y Hera miraron a su lado derecho para ver a Gord caminando decididamente en dirección a las instalaciones de carga—. ¡Estoy aquí por Vidian!
El voluminoso jefe de seguridad estaba herido, comprobó Kanan: Hera le había contado sobre la golpiza que recibió Gord. El besalisko también estaba armado hasta los dientes, preparado para enfrentar la muerte con sus cuatro manos. Había venido por el mismo lugar que ellos; Kanan se dio cuenta cuando lo vio en uno de los otros transportes de thorilide. Nunca había visto al jefe de seguridad tan serio o amenazante.
—¡Conde Vidian! Soy Gord Grallik, jefe de seguridad de Moonglow. Está bajo arresto por el asesinato de nuestra superiora… ¡quien también era mi esposa!
—¿Bajo qué autoridad? —Esa era Sloane; sonaba impactada.
—La mía —dijo Gord—. La Ciudad de Gorse tiene una cárcel. Serás tratado bien. ¡Mejor de lo que te mereces!
—Suficiente —gritó Vidian—. ¡Dispárenle!
Gord lanzó el primero, el segundo y el tercer disparo. Moviéndose con una velocidad impresionante, el besalisko acribilló a los soldados de asalto con disparos bláster. Las posiciones defensivas de los Imperiales los protegieron en contra del aerobús, pero no de cualquiera que viniera por su lado derecho. Antes de que alguien disparara en respuesta, Gord lanzó algo de su cuarta mano, una granada sónica. Detonó en medio del grupo de soldados imperiales cercanos a él, emitiendo tal estridencia que los hizo tambalearse.
Hera, levantando sus manos por detrás de su cabeza, miró a Kanan.
—¿Estás pensando lo mismo?
Kanan asintió.
—¡Corre!
Comenzaron a moverse por el aerobús, sólo para caer en el piso en tanto los atentos soldados imperiales disparaban hacia la entrada de la nave. Mientras disparos escarlatas chocaban en la grava delante de ellos, Kanan se precipitó hacia la única cubierta que pudieron encontrar: un trozo de motor iónico sublumínico de la lanzadera imperial que había golpeado al aerobús y había caído rodando.
—Hora de unirse a la fiesta —dijo Hera sacando su bláster; se inclinó sobre la barrera metálica, apuntó rápidamente y disparó. Uno de los soldados dejó de disparar hacia el aerobús.
Kanan la miró y sacó su arma. Hizo lo posible para evitar esta situación, pero este aprieto no lo iba a evitar, sin importar qué.
—¡Bien! ¡A bailar!
Kanan disparó. Al norte, Gord se dejó llevar por la ira, de alguna forma ignoró un disparo que recibió en la pierna izquierda. Hera y Kanan comenzaron el fuego cruzado, obligando a los Imperiales a retroceder junto con Vidian y Sloane hacia una posición más protegida.
Mientras seguía disparando, Kanan se preocupó de que no lo rodearan por la derecha o lo atacaran por detrás. Las cosas se veían libres en el sur, observó. ¡Y detrás de él, el aerobús… se estaba moviendo!
Los ojos de Kanan miraron hacia el suelo, donde Skelly había estado. La mochila con bombas se había ido. Él codeó a Hera.
—¡El aerobús! ¡Se lo están robando otra vez!
Los disparos de bláster imperial se impactaban sin efecto en el aerobús, que se levantó un metro en el aire y luego golpeó de nuevo en el piso. Un gruñido mecánico sonó sobre la artillería, y la nave volvió a levantarse. Pero sólo una parte: una esquina trasera se rehusaba firmemente a levantarse, y el largo vehículo lo arrastró por el suelo mientras trataba de acelerar.
Hera entrecerró los ojos volteando a través del polvo.
—¿Es Skelly quien maneja?
Kanan le gritó.
—¡No llamaría a eso manejar! —Skelly trataba, tal vez con una mano y ciertamente en pánico desenfrenado, de hacer volar el Smoothride, algo que Kanan sabía que era imposible. Pero al menos el vehículo estaba recibiendo el fuego que estaba destinado para ellos.
Entonces, la esquina trasera del aerodeslizador se despegó del suelo. En respuesta, el resto de la nave se sacudió y comenzó un giro alocado en dirección de ellos. Kanan gritó:
—¡Cuidado!
Hera y él se tiraron al suelo mientras diez mil kilogramos de metal pasaban justo sobre sus cabezas, rechinando a la vez que removían desechos que habían sido su refugio.
Kanan levantó la cabeza para ver a Gord realizar una embestida en campo abierto hacia los Imperiales, con los ojos absortos y sin ver el aerobús, que ahora se sumergía mientras describía un amplio arco hacia él.
—¡Gord, cuidado! —No había forma de que el besalisko lo escuchara en medio del caos. El bus giró barriendo por donde estaba Gord, tirándolo y haciéndole perder dos blásters. Gord se arrojó hacia ellos, sólo para ver cómo recibía un disparo de bláster directo en su pecho. Eso propició la oportunidad que Vidian necesitaba. Se lanzó desde su refugio hacia Gord. El aturdido besalisko alzó sus carnosos brazos, listo para enfrentársele, pero Vidian embistió y noqueó a su atacante en el piso.
Kanan no tenía más disparos. Se estremeció cuando vio a Vidian alzar sus puños y bajarlos, una y otra vez. Pero antes de que pudiera pensar de nuevo sobre el destino del jefe de seguridad, el caprichoso aerobús completó otra revolución e iba de vuelta hacia Hera y él. Ella también lo vio y ya estaba de pie guardando el bláster.
—¡Vamos!
Despreocupados de los disparos de bláster que venían hacia ellos, Kanan salió corriendo y la siguió. El Smoothride se desplomó salvajemente hacia ellos desde una altitud mayor a la que tenía antes. Hera saltó por debajo de él. Kanan la siguió un segundo después.
Hera logró sujetar uno de los refuerzos de soporte que formaban el chasis del aerobús. Kanan, por otro lado, sólo había alcanzado a aferrarse con la mano derecha de uno de los aros unidos a la turbohélice de la parte posterior, poniéndolo en el camino del escape del motor sobrecargado.
El aerodeslizador voló y cayó de nuevo, casi arrojando a Kanan y a Hera contra un obstáculo horizontal. Momentos después, Kanan se dio cuenta de que era la pared externa del puerto espacial imperial. ¡Estaban en el camino... a alguna parte!
. . .
Detrás del trozo del ala de la nave que usaba como su refugio, Sloane miraba estupefacta mientras la máquina de metal pesado cruzaba la barrera del permacreto. El intercomunicador ya estaba en su mano.
—¡Todos tras esa cosa, ahora!
Escalando por detrás de la retorcida cuña de metal, ella se lanzó contra su carga.
—¡Conde Vidian! ¡Conde Vidian!
—No es necesario gritar. —Su voz la llenó de alivio, por primera vez. Pero sólo le duró un momento. Vidian se levantó del cuerpo del besalisko, su majestuosa vestimenta estaba ensangrentada y despedazada—. Vivo, no gracias a sus fuerzas. Otra bomba y ahora este atacante. ¿A esto le llamas seguridad?
Sloane contuvo el impulso de discutir. Era responsabilidad de las tropas de la Armada Imperial asegurar el área de aterrizaje, no de ella, pero ahora no era tiempo de plantear objeciones. La persecución se extendía. Los transportes de tropas imperiales cargados con soldados estaban llegando a la compuerta oeste, y tenía más que eso en su mente.
—Ordenen a las autoridades locales que bloqueen la vía de cada intersección. ¡Manténgalos encerrados en Highground! —Dio instrucciones mediante el intercomunicador—. Contacten a la vigilancia terrestre y satelital. ¡Asegúrense de saber dónde está el vehículo todo el tiempo!
Y tras el despegue, lejos del sitio de explosión, vio algo sobre lo que tenía control directo: dos caza estelares TIE, estacionados y en espera.
—Pónganlos en el aire —le dijo al jefe del puerto espacial.
—¡De inmediato, Capitana!
—Había otros con el saboteador —dijo Vidian mirando a los oficiales que iban rumbo a los TIE—. Esto lo vuelve una conspiración. Quiero que maten a Skelly cuando lo vean. Pero a los otros, ¡tráiganlos ante mí!
Sloane no había visto bien a los dos atrincherados en el aerobús, y dudaba de que los demás los hubieran visto. Uno de los traidores había destruido una cámara de vigilancia que cubría el área, indicio de que sabían lo que estaban haciendo. Pero Skelly debía destacar y ellos no llegarían muy lejos en esa monstruosidad que manejaban.
—Quiero a esos renegados —llamó ella a los soldados—. ¡Ahora!