17… Mentiras de los periodistas
La desaparición del juez, algo inusual, ha puesto en marcha a todas las posibilidades de búsqueda de las que se disponen en las fuerzas vivas. Su ausencia en un importante juicio, la denuncia de su mujer y la hora de salir de la partida de póker, así como que no se encuentre su coche, ha establecido una situación de alarma clara.
Varios helicópteros exploran los alrededores de Madrid y van ampliando el círculo. Cuando la llamada de uno de ellos avisa por radio a la central, es evidente que ha sido descubierto lo que buscan.
—…coche con la marca y el color que buscamos, motor en marcha y luces encendidas, y el cadáver del juez, suponemos, a su lado. No hemos tocado el escenario, pero mantenemos el helicóptero aterrizado a escasa distancia hasta que lleguéis. Os paso las coordenadas…
El operativo se pone en marcha de inmediato. Para cuando llega la caravana de coches, incluido el furgón del anatómico forense y el juez de guardia, ha transcurrido un buen rato, más de una hora. De inmediato es reconocido como la persona que buscan. Piloto y copiloto han cubierto el cadáver con una manta térmica para protegerlo del sol, de los insectos y de todo aquello que pueda alterar las pruebas, como las señales de perros que han podido ver por las lesiones en piel y excrementos por los alrededores.
Al juez de guardia, inicialmente no le hace gracia que se haya cubierto el cadáver con la manta, pero acepta la buena voluntad de los aviadores y el hecho que no hayan tocado nada excepto extender la manta por encima, como ambos aseguran pues conocen el protocolo a seguir.
Como siempre, y sin que se sepa la fuente, después del mediodía, a media tarde, una edición especial del periódico más agresivo y generalmente mejor informado, detalla en portada, y en las primeras páginas, sobre el suceso. Sólo una fotografía, la del furgón entrando en el Anatómico Forense, al lado de dos fotos del juez, una durante un juicio y otra entrando en un restaurante con su esposa, rodean a una serie de datos en las que se cuentan hechos de las anteriores acciones del Asesino del Tarot, datos del juez, y una serie de elucubraciones, sin demasiado sentido, aunque con un cierto fundamento, sobre el juez que ya se encuentra en el depósito sobre la mesa de acero inoxidable. Luís, el forense, que con la incisión en "T" de la Técnica de Mata, lo estudia a fondo para emitir un serio informe sobre su muerte, aunque tiene claro que sólo tiene un disparo que le ha entrado por la sien derecha.
Los miembros de la policía científica que han hecho el estudio primario, la recogida de pruebas, de huellas e incluso seguir los pasos hasta encontrar el lugar del disparo, y posteriormente sacar muestras en escayola de los neumáticos del presunto asesino.
Cuando horas después, otro periódico, saca fotos del cadáver hechas con flash, y toda suerte de datos del asesinato, la distancia del disparo, una fotografía del fusil Dragunov, el calibre del cartucho, y detalles que ni la policía conoce, queda claro que, alentado por el éxito anterior, el asesino ha enviado información a la prensa y ésta está vendiendo la enorme edición especial que ha sacado y que no sólo se vende en los quioscos, sino también por las calles con jóvenes que gritan lo ocurrido, despertando la morbosa curiosidad de la mayoría.
Leonor lo lee con detenimiento y acepta que la mayoría de lo que dicen ambos diarios, son inexactitudes, comprendiendo que, como ya conoce de otras ocasiones, alguna noticia se ha filtrado, y Eulogio ha mandado fotos y comentarios, pero casi todo es fruto de la imaginación de los gacetilleros y es el ansia de vender, contra viento y marea, lo que les obliga a reescribir un Quijote apócrifo en el que, Eulogio es Sancho Panza y el cadáver de turno es Don Quijote, o Aldonza Lorenzo, si se trata de una mujer.
—Carlos —indica entrando en su despacho—, como siempre los payasos de los periodistas se han inventado todo lo que se les ha ocurrido, ni un veinte por ciento es real.
—Ya lo he leído —acepta el comisario—. Pero que se puede hacer. Hay libertad de prensa, hay libertad para todo, todo está pensado para que hagan lo que les dé la gana los malos, de modo que los jueces, casi no pueden hacer nada, salvo que se le demuestre taxativamente quién lo hizo, como lo hizo y las pruebas irrefutables, y aún así, en escaso tiempo estarán en la calle por defectos de forma, por las maniobras de los abogados, por la buena conducta, o por leyes absurdas que protegen más a los asesinos que a los asesinados. Sabemos que nosotros no podemos decirlo en público, pero te lo digo a ti pues sé que piensas y ves lo mismo.
—Es cierto. Bueno, voy a empezar a organizar todo para reunir el máximo de pruebas, de restos, aunque por lo que ya hemos visto, Eulogio, una vez más, no ha dejado huellas de ningún tipo.
—¿Qué vas a hacer?
—Voy a ver a su esposa, para el reconocimiento del cadáver, que vea si tiene todo o le han robado algo, saber si hay señales que nos permita localizar la posibilidad de un enemigo del juez y ajeno a Eugenio o que sea un imitador dado que la prensa lo airea todo y la gente sabe más que nosotros por lo que cuentan y se inventan. ¿Te vienes conmigo?
—Pues sí. Es una deferencia con la viuda ir por ella, traerla y después devolverla a su casa. Ya sé que no era un juez problemático, ni conflictivo, sino muy humano, comprendía lo que se podía comprender y sus penas eran ajustadas a la realidad de los delitos, sin exageraciones, es decir, un tanto una excepción. Lo que me hace pensar que le ha correspondido en suerte la visita de Eulogio, y no es la venganza de un detenido irritado con él.
—Es cierto, y una vez más su domicilio queda dentro de la zona que desde el principio tenemos acotada y marcada como su área de trabajo, lo que nos indica, que es un área que conoce bien a efecto de sus acciones. —Indica Leonor con seguridad.
—Vámonos; voy a pedir un coche que nos lleve y nos traiga.
Un momento después el automóvil se dirige hasta la casa del juez, donde penetran para dar el pésame y ver si con las fotos que llevan, es suficiente para evitar que ella tenga que ir al depósito.
—Sí. Por desgracia sí es mi marido —acepta llorando la esposa.
Cuando muestran todo lo que llevaba encima, que le enseñan en fotos hechas sobre una mesa, la esposa de inmediato inquiere.
—No veo el anillo de mi marido. Es de buen tamaño, con un brillante de casi dos quilates. Lo llevaba en el cuarto dedo de la mano izquierda. Fue mi regalo de boda y nunca se lo ha quitado.
—Señora. Indica el comisario. El asesino, suponemos, se lo ha quitado, para lo que le cortó el dedo, que creíamos que había sido para ponerlo en un agujero en el pecho que le hace a todos los asesinados, a modo de firma.
—Era un hombre cariñoso, incapaz de hacer daño, incluso a los que juzgaba siempre les concedía el beneficio de entenderlos y no ser cruel con ellos más allá de lo que considerara mínimo y justificado. Y mis hijos están al llegar en unas horas. ¿Creen ustedes que ha sufrido mucho?
—No señora. Murió sin darse cuenta de ello. Un disparo desde un kilómetro al menos, lo mató instantáneamente. Lo demás fue posterior, cuando llegó a su lado.
Leonor la abraza pues ha empezado a llorar desconsoladamente y se ha echado encima de ella.
—Lo sentimos señora. Llore cuanto quiera; le consolará y le relajara un poco más.
—Le estoy manchando la ropa, perdóneme. —Indica y trata de despegarse.
Pero Leonor la sujeta y la deja apoyada en su pecho.
—No se preocupe de eso. Tranquilícese, pues a estar con usted hemos venido.
El sonido del teléfono de la casa les sobrecoge. La señora le hace señas a Carlos para que lo atienda él.
—Diga.
—Que casualidad. ¿Es posible que sea el comisario Don Carlos Ruiz?
—Sí, lo soy, ¿Quién es?
—Encantado. ¿No me ha conocido? No, claro, no hemos hablado nunca. Soy Eulogio, al que busca. —Y se ríe durante un momento—. Les he visto entrar y aprovecho la ocasión para hablar con la esposa del juez y que estén ustedes presentes ¿Sería posible hacerlo? Es algo importante lo que tengo que decirle.
—La señora se encuentra muy afectada. Si me lo dice a mí; se lo transmitiré. ¿Qué es ese algo tan importante?
—Dígale que me he quedado con el anillo de su marido, a cambio de que no sufriera nada. Exprésele que me gusta, y pienso llevarlo siempre encima. Dígale también, que siento haber tenido que matarlo, pero son las órdenes que recibí, y es algo que tengo que hacer sin remedio.
—Eres un hijo de… tu madre. Te cogeremos, puedes estar seguro y jamás saldrás de la trena. Nos ocuparemos de ello. Y si te resistes uno de nosotros te volará los sexos, hijo de puta.
—Eres muy gracioso. —Y vuelve a reírse con sonoras carcajadas— Estás en la lista y tienes un naipe muy especial para ti solo; de modo que pronto te tocará, y entonces me dices lo que me estás diciendo ahora, que me encantará oírlo muchas veces, mientras yo te cuento lo adecuado a tu conducta. ¡Tonto! ¿Todavía no te has dado cuenta que soy muy superior en inteligencia, y en todo lo demás al conjunto de vosotros juntos.
—¿Tú crees?
—Siempre os cojo sin idea de por dónde voy a actuar, pues la elección es tan aleatoria, que sólo yo sé a quién le va a tocar...
Durante un rato cuenta sus ideas, que son las que viene desarrollando desde el inicio; hace críticas, hace comparaciones e insulta a la policía indicando que sólo sirve para recoger la basura que él tira por la ciudad…
—…sé que estás pensando que soy un hombre culto, inteligente y muy listo, entre otras muchas cosas positivas: y tienes toda la razón, entérate. Que os divirtáis. Y prepárate, tu muerte se aproxima por insultarme. Y no será como la del juez. Te aseguro que será un profundo regodeo para ambos. De momento, a Leonor no le haré nada, pues es más respetuosa, mucho más guapa y elegante que tú. Y recuerda que la prensa se muestra a mi favor. Lo que yo hago, les hace ganar mucho dinero, de modo que dales toda la información que puedas, pues me parece muy feo, y me enfada, que salgan cosas que no son los verdaderos hechos de mis hazañas. Adiós gilipolla, ya nos veremos.
Carlos escucha el chasquido mientras todavía tiene una clara expresión de incertidumbre en el rostro. Le ha sorprendido el desparpajo de Eulogio, el trato desenfadado con el que le ha tratado, el mensaje del anillo y finalmente su amenaza personal en la que indica que la va a llevar a cabo en escaso tiempo.
Leonor le mira sin decir nada. Sólo espera que sea él el que especifique la conversación, pues en realidad no sabe con quién ha podido hablar, aunque le ha quedado claro que no es un amigo por cuanto le ha hablado con dureza, en tono de voz muy alto y le ha lanzado en dos ocasiones serios insultos, lo que le ha sorprendido en su conducta habitual, siempre de muy alto nivel de educación.
—¿Quién era?
—Créetelo. ¡Eulogio! Amenazante y chulo conmigo. Dando un recado en el que acepta que se ha quedado con el anillo. Pidiendo perdón a la señora de la casa por matar a su marido, lanzando piropos hacia ti, como si quisiera pedir tu mano y amenazándome de muerte a mí.
—¡Será estúpido! —Indica Leonor—. Es justo lo que necesito, amor con un asesino en serie. —Y rompe a reír. — Que más ha dicho sobre la señora y contra ti.
La señora de la casa observa, sin intervenir, la extraña conversación de la que casi no ha entendido nada, y sólo mira con curiosidad a los dos policías.
—Señora. El que ha llamado es el asesino de su marido. Que lo siente y que le perdone que lo haya matado, pero sólo cumplía órdenes. Que se queda con su anillo, que le ha gustado mucho, y que, al quedarse con él, como compensación no le ha hecho sufrir lo más mínimo.
La señora rompe a llorar con más intensidad de la que ya tenía. Leonor se acerca ella y la abraza de nuevo para que llore sobre su hombro. Carlos se calla para dejar que se recupere y poder seguir con lo que les ha llevado a su lado. Quieren saber el máximo sobre los aspectos que no se han sabido y que se pueden obtener con un buen y relajado interrogatorio en su casa, donde se siente a gusto y protegida.
Cuando la señora se domina y se despega de Leonor, el comisario continúa explicando.
—Que somos unos tontos a su lado, pues él es súper listo y seguirá controlando todo. A mí me ha condenado a muerte, y lo hará en breve, muy en breve, ya que le he insultado por dos veces, mientras que a ti, como eres respetuosa, guapa y elegante, nunca te hará nada, al menos de momento. O sea, que le gustas.
—¿Algo más?
—Que es él el que lo tiene todo controlado. Que no tenemos ni idea de lo que va a hacer, pues sus elecciones son aleatorias para nosotros y sólo él sabe quién es el elegido, aspecto que nos mantendrá en vía muerta siempre. Es decir, añade que nosotros somos del servicio de limpieza, y que sólo servimos para ir a recoger a la basura que el deja tirada por la ciudad.
—Ya veo hasta el límite al que está llegando. ¡Vaya tipejo! Espero no tener que verlo a través de la ranura del alza de mi pistola —indica Leonor.
—Para mí está claro que es un psicopático, engreído y vanidoso; pero sí que es inteligente, listo, imaginativo, dejando de forma clara que no es cruel en el sentido de martirizar y torturar, como se viene viendo —indica Carlos—, y solamente cumple unos objetivos que cree recibir de la Emperatriz, una Emperatriz que no existe y que sólo es su anómalo subconsciente, al que cree de forma física casi, en sus alucinaciones y ensueños diurnos. Pero, Leonor, hemos venido a hablarcon ella y saber todo lo que podamos de la vida de Su Señoría.
—Gracias. Están siendo muy amables al acompañarme en este rato en el que me encuentro tan sola, pues casi solamente les veo las caras y escucho sus voces, pero no me parece que les entienda nada. Es lo mismo que con las demás visitas de amigos y familiares que han venido, pues me siento aislada de todos, como si estuviera en otro mundo, en otra dimensión diferente de la de todos ustedes. Muchas gracias, pero me gustaría quedarme sola por unos días y, más tarde, hablar todo lo necesario.
—Muchas gracias, Señora. Lo comprendemos y vamos a ser muy, muy breves. Unos pocos detalles y nos vamos. Por si fuera necesario, va a tener vigilancia durante unos días en la calle ante su casa. Por si ese loco le quisiera hacer una visita, para pedirle perdón.
—Sí. ¡Háganlo! Por favor.
Los dos policías, sin prisas, con tranquilizadora conversación, establecen un dialogo con el que van obteniendo detalles que les rellenan aspectos que no tenían y que les permiten avanzar un tanto mientras, en el despacho y resto de la casa, se hace una revisión superficial, por parte de la policía científica, todo muy liviano dado que no es el escenario del crimen, no hay orden de registro y ha sido una autorización personal de la viuda.
Cuando un buen rato después se marchan, la señora está algo más tranquila con una pastilla que le ha dado Leonor de Lorazepan. Un producto que toma ella en ocasiones, cuando las urgencias, salidas nocturnas de trabajo y tantas otras situaciones no comunes, le alteran el horario del sueño, y con medio comprimido lo regula en una sesión de dormir por unas horas.
—¿Qué más te ha dicho ese subnormal? —Pregunta Leonor.
—Que le demos la máxima información a los reporteros, que esos son los que más le ayudan, y los que consiguen que se vendan muchos diarios que es lo que le gusta a la gente; y ese placer ajeno es lo que más le hace disfrutar a él. Y así, docenas de insensateces, estupideces y manifiestas vanidades sobre sí mismo.
Desde lejos, Eulogio observa en la barra de una cafetería, todo el movimiento que hay en el escenario del crimen. Puede ver como salen comisario e inspectora, suben a un coche y éste les aleja en dirección, supone, a la comisaría.
Mientras el coche se mueve en silencio, en realidad se lo han dicho todo, Leonor saca la baraja minima del Tarot, con sólo los arcanos mayores, y contempla el siguiente naipe. Puede ver la figura de un anciano, o al menos se lo parece, con ropa talar de amplio vuelo, una torcida estaca que hace de bastón y un farol rojo que mantiene en alto mientras él mira a la lejanía. Es la carta marcada como VIIII, que se corresponde con "L`Hermite", el Ermitaño, con el significado de guía con un farol, su capacidad de adivinar y guardar secretos y varias cosa más que recuerda de cuando, hace unos días, le dedico varias horas a estudiar el Tarot. En ese momento trató de entender el trasfondo de algo que, hasta la actual crisis, nunca había significado nada para ella. Pero ahora es un mundo que le roba el sueño en una continua elucubración de posibles significados, algo que no le expresa nada más que la muerte de algún inocente.
Cuando llegan a la comisaría, cada uno, tras un gesto, se dirige a su despacho para empezar a ordenarlo todo y enfrentarse con el nuevo desafío. Y éste anónimo reto no es sino una bola más de una utópica bolsa de la lotería de la que no saben mucho más que lo que se conocía hace poco más o menos una semana. Los casos, con ciertas variantes, se repiten, pero hay pocas y lentas novedades que les ayuden en el avance.
Carlos Ruiz sabe, lo tiene muy claro además, son unas experiencias vividas por su padre, por él en el ejército y en la actualidad y en su entorno también. Será todo un mundo de apremio que se pondrá en breve en marcha sobre y contra ellos. Las presiones políticas de responsabilidades, por ser un magistrado el difunto, serán muy superiores a las que exigirían por la muerte de un ciudadano corriente: unas imposiciones que van a caer sobre ellos duramente, en un orden tan descendente como injusto.
Lo que en el ejército se llamaba "La regla del cuartel", por la cual si el general avisaba que la visita sería a las doce horas, los mandos sucesivos y con carácter descendente, para evitar disgustos, van adelantando el horario, de tal modo que a los sufridos soldados, se les toca diana a las seis, asegurándose así que estén formados en el patio del cuartel a la hora de la Generala, aunque estén cansados pues, la misión del soldado es aguantar lo que se le eche..
A fin de cuentas, dijo una vez un oficial de grado medio-alto: "Para el soldado, la mitad de su labor es endurecerse y la otra mitad obedecer, pues, pensar, lo que se dice pensar, es algo que debemos hacer los mandos". Es por ello, sin duda, que llegado a este punto recuerdo, y busco, unas frases, realmente unos curiosos silogismos, de Groucho Marx, que hace años leyera y tomara nota de ellas: "La inteligencia militar es un término contradictorio", del mismo modo que, "La justicia militar es a la justicia, lo que la música militar es a la música". La realidad es que ambos conceptos son muy deterministas y negativos, y su único valor estriba en que fuera Groucho Marx el que los diera a luz y por eso se popularizaron y se conservan entre las llamadas frases e ideas geniales de personajes conocidos.
Para Carlos, y sabe que Leonor también lo estará pensando, se les vienen unos días en los que, en vez de poder dedicarlos a buscar al asesino, y hacerlo al mando de sus equipos, tendrán que tener reuniones, contra reuniones, alusiones y discusiones, charlas e informes, y hasta es posible que regaños, en una forma de que los de más alto nivel, se coloquen y guarden en un buen puerto y se cubran , en el doble sentido , sus asientos pues para un político, y serán bastantes en esa situación, el dicho de bañarse y guardar la ropa tiene un sentido mucho más amplio del que se puede exponer de forma espontánea, pues detrás de cada movimiento no hay unas pocas palabras, sino diccionarios completos.
Carlos lo acepta, se encoge de hombros, y murmura en una idea propia que maneja desde hace años.
—"Si esperas lluvia y caen granizos, no expongas la cabeza, cúbrete y recuerda: antes o después, todo será agua y se irá por el sumidero".
Lo escribe en el ordenador, y se lo manda a Leonor, con una ínfima introducción que dice: Piensa y asocia.
Leonor lo recibe y lo lee durante unos instantes, y de inmediato lo reenvía: Gracias, entendida la metáfora: me traeré la armadura, o el chaleco blindado de Kevlar.