8… Mensaje desafiante

Que la iglesia permanezca cerrada dos horas después del horario en el que tendría que haber terminado la primera misa, crea un estado de extrañeza y confusión entre el más de un centenar de feligreses que acuden cada mañana al culto. Los más jóvenes, y también los más decididos, llaman a la Policía Municipal.

La llegada de la policía local para comprobar la veracidad de las llamadas, les demuestra que es cierto y en escaso tiempo llega un motorista con el duplicado de la llave que se guarda en la concejalía.

Varios uniformados penetran tras el jefe del grupo. Varios más quedan fuera para impedir la entrada del nervioso público. Un momento después uno de ellos sale y cuchichea con el motorista que parte sin dar explicaciones.

Sin noticias durante más de media hora, la situación se agrava con la llegada de dos coches de la Policía Nacional, y no mejora cuando un momento después aparca el furgón del Instituto Anatómico-Forense seguido el coche del juzgado de guardia.

El público, ante un despliegue nada habitual, empieza a pensar, atinando como corresponde al dicho: “piensa mal y acertarás”, en un posible fondo de tanatología.

Cuando del furgón sacan dos cajas de transporte de cadáveres, el revuelo y la solicitud de información se convierten en algo más que sana curiosidad. El equipo destinado al estudio de los crímenes del asesino de Tarot, que ha sido avisado por las características del asesinato, no llama mucho más la ya excitada curiosidad del público que se ha incrementado de forma clara y parece que se va a convertir en una tranquila revolución.

Para Leonor García y el resto del equipo, les ha llegado de inmediato la noticia de un asesinato con características especiales, un hecho que les ha llevado al escenario para iniciar las pesquisas. La existencia de dos cadáveres, que inicialmente ha alterado los conceptos, pronto queda aclarada con las primeras observaciones del forense.

—Comisario. La muerte de la anciana puede parecer que está relacionada por aparecer en el mismo escenario, pero estoy seguro que es secundaria, es un accidente paralelo. Huelo a cloroformo sobre la cara y la ropa cercana a la cara, por lo que pienso que el asesino la encontró dentro de la iglesia, y pensó que si la dormía un poco más, no le vería y al despertar no podría decir nada.

—¿Entonces…?—Pregunta Carlos Ruiz.

—Entonces, el asesino no contaba con su edad y sus seguras lesiones cardiacas. Le debió dar más de lo que pudo soportar y se durmió para nunca más despertar.

—Hay que averiguar quién es, para avisar a la familia. —Indica Leonor y añade— Arturo, llama a la comisaría y que comprueben si hay alguna denuncia por desaparición de una anciana.

—Ahora mismo Jefa.

El comisario Carlos Ruiz, que estaba ausente, ha retornado al saber del caso anterior y se encuentra, nada más incorporarse, con otro nuevo asesinato. Acaba de llegar al escenario del doble crimen. Tras enterarse de todas las novedades, decide dar la noticia al gentío que se está acumulando por los alrededores y que ya interrumpe el tráfico.

Sale a la entrada de la iglesia y, alzando la voz, solicita silencio.

—Por favor, silencio y así les puedo explicar lo que ocurre.

De inmediato el rumor de conversaciones va desapareciendo hasta que se alcanza un silencio más que aceptable.

—Señores, ha ocurrido un hecho atroz. El asesino del tarot ha visitado a su párroco y lo ha matado. Por otra parte, quizás esté la familia presente, hay un segundo cadáver, el de una anciana de más de ochenta años, que ha muerto en los bancos de la parte trasera de la sala. No tiene señales de violencia. Sencillamente se ha muerto, quizás por la edad, pero hasta que no se haga la autopsia, no se sabrán las causas con seguridad. ¿Alguien echa de menos a un familiar de esas características?

Entre el público avanza precipitadamente un hombre de unos cincuenta años, que atropella a los que encuentra en dirección al comisario.

—¡Mi madre! ¡Mi madre!

—Tranquilícese y venga conmigo. ¿No la han echado de menos? —Indica Leonor que está tomando el mando dejando para Carlos otros aspectos del atestado.

—No la hemos visto en el desayuno, pero hay veces que se levanta temprano y se viene a misa y después, también en ocasiones, se va con las amigas beatas y pasan la mañana en casa de alguna de ellas.

—Para mí es evidente que se quedó en la iglesia hasta muy tarde, por lo que el asesino la vio, y posiblemente la durmió con algún spray para que no le viera. ¿Es normal que se quede en la iglesia hasta tan tarde? —Le pregunta Leonor.

—Sí señora; en dos ocasiones se ha quedado dormida hasta por la mañana sobre el banco y la encuentran el sacerdote o los monaguillos cuando revisan y limpian antes de abrir para la misa y ya se queda para la ceremonia.

—Por eso anoche no la echaron de menos. —Entre afirma y pregunta Leonor.

—No señora, no la echamos de menos, pues ella vive su vida libremente. Trabajamos mi mujer y yo; salimos muy temprano, por lo que nos acostamos pronto. Ella se mueve bien, tiene llaves y cuando le parece vuelve y, sin hacer ruido, cena, come o desayuna; es decir: hace lo que le parece.

—Ya, entendido. Venga, le mostraré el rostro, aunque no debería hacerlo, y si es su madre, se marcha en el acto. Nada de gritos, llantos o querer quedarse con ella. Rompo el protocolo al dejarle hacer aquí el reconocimiento del cadáver. ¿Entendido, lo acepta y lo hará como le digo?

—Sí señora. Se lo que me dice y lo que debo hacer.

—Vamos allá, pues en un momento los van a subir al furgón para llevarlos al Instituto para la necropsia. ¡Sígame!

El reconocimiento es positivo. El hijo besa a su madre en la frente, acaricia el rostro por unos instantes y llorando abandona la iglesia por delante de los dos transportes de los cuerpos, que los introducen por la puerta trasera del furgón que encendiendo las luces de colores, arranca y se aleja en silencio.

Durante gran parte de la mañana, la iglesia permanece cerrada mientras el equipo técnico realiza su labor a la búsqueda de huellas, restos, fluidos y todo lo que pueda ser útil para el esclarecimiento.

Hace rato que el Grupo de Homicidios, que ha recogido todo lo que el asesino había colocado sobre el cadáver, se han marchado y reunido en la comisaría, analizando fotografías y naipes, elucubrando sobre las novedades. El sobre dirigido al comisario lo acaba de abrir éste y lleva dos cuidadosas lecturas tratando de captar lo que quiere decir entre líneas.

El repiqueteo del teléfono les distrae por un momento.

—Es para usted, comisario. El director del periódico…

Carlos coge el teléfono y escucha con tranquilidad, por lo que todos, curiosos, no pueden saber lo que le están diciendo. Es una costumbre que tiene y que irrita a los que están con él en determinadas circunstancias, como la presente.

—Sí. Lo suponía. En el cadáver viene también una carta para mí que tiene el mismo texto y me indica lo que iba a hacer. ¿Qué decirle? Nada, pues algunos periódicos van a sacar una edición especial. Por tanto, no lo piense, haga lo que le parezca oportuno. Cuando sepamos cosas seguras, le llamaré para darle los datos, ya que su periódico es siempre el más objetivo. Gracias por llamar.

La carta circula entre los policías presentes. La llegada de Artemisa, es acogida con un breve aplauso. Para todos es evidente que sus presunciones se han cumplido y existen ya una unas cuantas pautas más comprobadas. Lo dicho son unas ideas aceptables para el futuro y en consecuencia están ya en una pista que no tenían apenas una semana antes, cuando ella todavía no estaba en la unidad.

Jesús Artales, oficial de policía, levanta la mano y pide hablar, que se le concede de inmediato.

—Sobre tener ideas, que dijimos el otro día, yo no sólo tengo una, en realidad dos por un complemento, sino que además la traigo resuelta. Si me da permiso, comisario, la explico y después monto lo que traigo en esta sala para usarlo durante toda la investigación.

—Adelante Jesús.

—Dispongo de unos paneles de corcho para colocarlos sobre la pared, y usarlos para clavar sobre él todo lo que vayamos teniendo, y que, de esa forma, sea fácil relacionar unas cosas con otras. Además traigo un gran plano de Madrid, en el que con índices de color clavados sobre él, nos dirán el lugar de cada asesinato. Yo ya lo hice en casa, y mis conclusiones me han parecido mucho más que curiosas, por cuanto, como todos sabemos: "las casualidades no existen". El asesino opera en una zona amplia, pero muy concreta. Dentro de esa acotación que tenía ya trazada, se encuentra la iglesia del asesinato de anoche, lo que refuerza mi teoría, como veremos cuando ahora clave el plano en la pared, y pongamos la nueva chincheta del último crimen.

—Muy bien Jesús —expone Leonor—. Ya sé lo que has hecho y además nos lo traes resuelto. Lo he visto en algunas películas, y realmente es de una gran utilidad. Si el Gran Jefe lo autoriza, por mí puedes hacerlo. Ha sido una gran idea. Y se te concederá el permiso ofrecido.

—Lo de Gran Jefe sobra. Te lo he dicho muchas veces. Somos compañeros, y además amigos. Hay estamentos, grados, y todo eso, pero a la hora de trabajar, nos tenemos respeto y somos una comunidad de pensamientos, para poder ir mejor y más lejos en nuestro trabajo. Adelante Jesús; monta el "tingladillo" que indicas.

Acompañado de dos de su categoría, bajan al garaje para subir lo que ha dejado en el coche. Un rato después, la pared más amplia de la sala de juntas, ha quedado cubierto por un dilatado lienzo de grandes piezas de corcho clavadas a la pared.

En el lado contrario de la sala, cuatro piezas de corcho tienen clavado un plano y callejero completo de Madrid, sobre el que se ha dibujado una serie de círculos concéntricos que delimitan una amplia zona y en cuyo centro es la comisaría, sobre la cual hay clavada una chincheta de gran cabeza de color verde.

Dentro de una zona de los dos círculos más pequeños, que se corresponden con un amplio sector de zona de Madrid, hay situadas tres grandes chinchetas de color rojo, cada una en el sitio exacto que se corresponde con los escenarios de los crímenes. Jesús saca de una caja que deja sobre la mesa, otra chincheta roja y la clava en el punto en el que está situada la iglesia.

Para todos, aparece claro algo que no han visto hasta ese momento. Las chinchetas delimitan un área no demasiado extensa, y en realidad forman una pequeña figura poligonal cuyas rectas, las que unen las chinchetas entre sí, no tienen longitudes muy diferentes, ni son demasiado extensas, con lo que se determina un sector que no es demasiado amplio.

—Como veis —indica Jesús—, nuestro asesino no disfruta demasiado andando, lo que me da la impresión de que no le gusta usar vehículos, salvo que pueda ser la bicicleta, lo que no creo; pienso que lo hace todo a golpe de calcetín o autobús. Me es evidente, que la zona debe ser un barrio que conoce muy bien, distingue los perfiles de gente que vive en él y que, por lo que ha dicho Artemisa, perdón, quería decir Teresa, elige alguno cuyas características se ajustan al Naipe que tiene que usar.

—Muy bien Jesús. Has dado un gran paso. Nos va a ser de gran utilidad —Indica Carlos—. Pásame la nota de los gastos en el material que has usado. Que sepáis que hay fondos para esas cosas, por si hay alguna idea especial más, que podemos llevar a cabo. Y es que vuestros sueldos, y los de los demás, no nos dan para muchos excesos.

Jesús hace un gesto de asentimiento, y de nuevo se lanza a hablar. Su conducta tiene sorprendidos a todos. Se le ha considerado siempre como tímido, apocado y poco amigo de sobresalir. Lo que hace se muestra fuera de lo común y, con lo hecho, en cierto modo, les supera a todos.

—Creo, si se me permite indicar que, en cuanto estemos todos los que vamos a formar el grupo de homicidios, deberíamos realizar una reunión completa, incluyendo la psiquiatra de la policía, la doctora Beatriz Suárez, a la que creo que le interesará saber de un esquizofrénico, y que es la que nos revisa de vez en cuando; el antropólogo-forense Luís Rojo; la tarotista, Teresa Carpio, y Eduardo Galán, el psicólogo de perfiles. ¿Os parece?

—¿Con qué intención? —Inquiere Carlos.

—Pienso… que todos nuestros cerebros juntos, con los escasos datos que tenemos, si hacemos como si fuera una partida de Póker, pueden salir muchas ideas curiosas que nos ayuden a encarrilarlo todo un poco más. Y dada la frecuencia con la que me parece que va a hacer su trabajo nuestro conturbado asesino, como no le cojamos pronto, va a llenar un cementerio el solo.

—Me parece muy bien, Jesús. Espero de todos que hagáis lo mismo. Una idea siempre es aprovechable. Lo que puede parecer absurdo hoy, puede ser un acierto mañana, cuando se encuentren aspectos nuevos, o al unirla con otra idea, aparentemente absurda también, ambas formen una idea genial, indiquen una ruta o den una pista muy clara. Es cierto que nada es casual, pero también es verdad que nada es despreciable.

—Mañana reunión a las nueve aquí. Hay que saber en que va a consistir el siguiente movimiento de Eulogio, y tratar de adelantarnos al nuevo caso. —Indica Leonor.

—En unos días, os avisaré a todos para una gran reunión con todo el equipo, incluyendo a psicólogo, psiquiatra, forense y todos nosotros, como habéis solicitado, para establecer un plan amplio y sólido para acabar con este asesino en el mínimo tiempo posible, pues tenemos todas las miradas encima nuestra y, como sabéis, nos tachan, con más o menos claridad, de inútiles. Como he dicho, os avisaré con suficiente anterioridad.

La entrada de dos policías con abundantes periódicos, detiene el momento en el que todos se levantaban para irse.

—Señor, traigo las noticias, con el asesinato y la carta del asesino, que viene en todos los diarios, una edición especial de la tarde. En el quiosco, la gente hacia cola para comprarlos y bufaba sobre el tema. Y nos miraban como si fuéramos unos inútiles: con una clara expresión de desprecio.

—Todo el mundo tiene derecho a pensar lo que quiera. Después, cundo lo cojamos, todos esos individuos sin personalidad, con criterios tan variables, absurdos e irregulares como el vuelo de una mariposa, dirán lo contrario y serán los primeros en ponernos por las nubes. Como sabéis, si algún animal del planeta es muy tonto y se empeña continuamente en demostrarlo, es precisamente el único que hay sobre la Tierra al que se le considera racional[8]. Pero… ¿Somos racionales? Y no he dicho qué animal es: que cada uno piense lo que quiera; yo no me hago responsable de los pensamientos ajenos.

Todos reprimen la sonrisa ante lo que ha dicho, pero al ver que el comisario se ríe descaradamente, hay una carcajada general. Casi todos los presentes conocen la mayoría de sus fobias sobre la estupidez general del humano, que él explica por esa incapacidad que muestran de pensar de forma independiente y el sometimiento general que hay hacia todo lo que sea vulgar, rutinario, de masas, modas y que les crea una dependencia que les hace iguales a otros muchos millones.

Durante un rato más, se ojean y comentan los periódicos que han llegado, sin debatir o protestar de las puyas que les tiran algunos de ellos.

—Señores —indica Carlos Ruiz levantándose—. Mañana será otro día. Que descansen; buenas noches.

Y todos van saliendo y alejándose hacia sus casas.

Un rato después, los oficiales Arturo Duato y Antonio Gámez, regresan sonrientes. Han acordado hacer algo que será divertido y animará las reuniones, de las que se temen que van a tener muchas. Durante un rato trabajan entre risas y canciones, antes de traer una escalera y colocar un letrero por encima del gran panel de corcho donde irán fotos y todo lo que pueda ser interesante para aclarar el caso.

En todo lo alto, sobre un sólido cartón con letras de buen tamaño y en color verde, vigila la sala un pensamiento que han tomado de un comentario del Comisario.

 

El tingladillo de Jesús Artal.

 

Ambos salen riéndose mientras piensan en los comentarios de la próxima mañana sobre la broma.

No muy lejos, tan corto como cruzar una calle y un par de fachadas de edificios, Eulogio les observa salir de la comisaría. Lo hace con los ojos impasibles que se dice que tenía la Sibila[9]. Su gran maquina de fotos, con un cañón de objetivo que, por su peso, obliga al asesino a hacer un buen esfuerzo ya que tiende a inclinarse hacia el suelo. Ha hecho fotografías de todos los que están saliendo. Tiene además en su rostro, una sonrisa mefistofélica que acompaña a varias ideas que, desde hace días, rondan por su magín y que le hacen sentirse feliz al ver a los que van destinadas.

Entre dientes, mientras espera que salgan más, pues no sabe el número exacto del equipo, piensa en voz baja.

—La idea es buena, pero tengo que pedirle permiso a mi "Emperatriz", y que a ella le parezca bien y me indique lo que debo hacer, en que fecha, y sobre todo la forma que considere oportuna. Debo digerir más esta idea antes de presentársela, pues me gustaría que se diera cuenta que soy un buen alumno suyo, además de un buen ejecutor; que tengo imaginación y soy capaz de crear un escenario y un patrón de conducta que, aunque inferior al suyo, podría con el tiempo acercarse a su nivel de máximo artista de la elección para ejecutar, en la forma de hacerlo y el motivo que me haga merecedor de ese honor, de compartir su cama, por parte de la Emperatriz.

Por la acera, entrando por su espalda, han pasado dos personas que le han escuchados hablar solo. Le miran con expresión tan sorprendida que Eulogio es consciente que le han escuchado, por lo que les hace burla sacándoles la lengua, La pareja mira hacia delante y acelera el paso con ese temor de la gente, en general, hacia los que consideran y etiquetan con la palabra "loco".

Eulogio espera por un momento más y, ante la falta de salidas de policías de uniforme y de paisano, acepta que han salido todos, por lo que apaga la máquina de fotos, se la cuelga del hombro terciándola, y se dirige a su casa. Debe sacar fotos de cada uno en papel con la impresora, para empezar la idea que se le ha ocurrido y que, en su momento, propondrá a su dilecta y amada jefa.

La idea que tiene es sencilla y fácil de realizar, aunque quizás el llevarla a cabo sea muchísimo más difícil, pero acepta que puede realizarlo. Pero de momento, con la maniobra inicial, amenazarlos uno a uno, acompañado de varias fotos tomadas en diversos lugares, les creará inseguridad respecto a sus vidas, lo que les hará pensar y preocuparse sobre sí mismos, y a él le hará feliz el tenerles distraídos de su trabajo y preocupados sobre su seguridad.

Tiene dos cosas por delante además de completar las fotos, pues quiere mandar una a cada uno de los policías para que sepa que lo ha tenido en la mira de su cámara, que podía haber sido el equipo de puntería de su rifle.

Pero tiene que pedir permiso a la emperatriz para llevar a cabo sus ideas. Y en segundo lugar escribir el texto amenazante para cada uno de ellos.

Mientras camina, el texto empieza a organizarse en su cerebro. Quiere, se dice, que sea amenazante, a la par que en cierto modo tenga un tono humorístico. Antes de ponerse a escribir, tiene claro que va a ver varias películas de los hermanos Marx, lo que le dará una tonalidad de donosura parecida a la que, de forma habitual, tenía su adorado Groucho: mitad humor, mitad mala leche.

Al llegar a su casa, suelta la bolsa de material fotográfico y coloca en el reproductor de video, la primera de las películas de los Marx, coge unos sándwiches, su libreta y un lápiz. Sabe que mientras mira las películas, piensa ver varias, le asaltarán ideas que podrá usar en la carta que les va a mandar a los policías, por lo que debe apuntarlas antes de que se le olviden.

Por la noche, la libreta se encuentra llena de notas, ideas propias y frases copiadas directamente de lo dicho en las tres películas que ha visto de ellos: “El hotel de los líos”, "Un día en las carreras" y "Tienda de locos", y tiene ya un primer borrador de la misiva, de la que va a sacar lo que enviará a cada uno de los policías.

Como es Leonor la que más le gusta, es la primera que completa con un contenido más amplio que el que llevarán lo demás:

 

"Querida Leonor. Mi enhorabuena por tu capacidad de trabajo y liderazgo, pero siento indicarte, que estás en el objetivo de mi rifle de francotirador. Te has asociado con un grupo de cretinos, lo que te descalifica y, parafraseando algo que dijo Groucho Marx, "Pueden parecer idiotas, y actuar como idiotas, pero no te dejes engañar, son realmente idiotas". Por lo que, al igual que tus compañeros, en cualquier momento un proyectil del .223, hará explotar tu cabeza del mismo modo que lo hacen melones o sandías cuando práctico para mantener en forma mi habilidad de tirador.

No es nada personal, me caes bien, es más, me gustas como mujer, pero no puedo amarte, pues ya amo y soy amado por la Divina Emperatriz, que es la que controla mi vida y es la dueña de mi corazón y de mis sueños.

Como me eres muy grata, puedes tener la seguridad de que no sufrirás, pues la muerte te llegará sin sentirla. Pondré un cuidado muy especial, como procuro, y creo que consigo hacer, con toda mi clientela, aunque tú, que lo sepas, eres mucho más especial y mi trato será aún más exquisito.

Ha sido un placer tener este contacto aunque me hubiera gustado más haberlo hecho de forma más personal, dándote la mano, un beso en la mejilla, incluso algo más íntimo, pues como dijo Groucho Marx, "no piense mal señorita: mi interés por usted es puramente sexual", independiente de nuestras discrepancias laborales, pero las circunstancias mandan y hay que adaptarse a ellas.

Esta carta es la más larga que envío. Las demás sólo llevarán un mínimo párrafo para sus estúpidos colegas, cada una con una fotografía que os indique que os he tenido en una mira, la mi cámara; en la próxima ocasión, será la de mi rifle.

Muchas gracias por ocuparte de mí. Te deseo suerte y una muerte dulce.

El que llamas Eulogio, que es tu rendido admirador.

       Con cariño, Eulogio.

 

Después redacta una carta muy breve e impersonal para cada uno de los miembros del equipo, e incluye a los cuatro colaboradores, que no son realmente policías, a los que sólo les indica su futura muerte por una bala de francotirador, calibre .223, con sus mejores deseos.

El asesino del tarot
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