11… Estableciendo un perfil

 

 El comisario, ante la afluencia de datos, la llegada de los informes de todas las autopsias que muestran el respeto del asesino con sus víctimas, pues sólo las mata, pero no hay ni maltrato, violación o vejaciones, salvo el redondel en el pecho, cree que ha llegado el momento de hacer su perfil, un tema del que hablan todos desde hace un tiempo.

—Tenemos que conocer bien a Eulogio. Hay que tratar de saber cómo piensa y adelantarnos a sus movimientos. Somos bastantes y cada uno con una visión personal de los hechos y de los datos. En conjunto, es muy posible que casi lo podamos reconocer si nos cruzamos con él. ¿Os parece bien?

Todos asienten con la cabeza y no añaden nada, que es el transfondo del intento de Carlos Ruiz, que prosigue de inmediato.

—¡Bien! El retrato robot que se hizo con los datos de la peluquera, y los de la vecina que también le vio, y del chofer, es curioso, pero aunque se han hecho de forma independiente, son coincidentes, y casi muestran el mismo rostro. Es un rostro relativamente común, pero con dos detalles que resultaron llamativos para las dos personas que le vieron: orejas hacia adelante, un poco en soplillo, y una nariz voluminosa, ancha, larga, y con un saliente claro en su mitad: un arco o puente del tipo árabe, que las mujeres que lo tienen se operan y se lo quitan. Veamos, por orden, y que todo quede grabado. Adelante Eduardo, que tendrás, lo acepto a priori, un perfil, muy completo, pues es tu especialidad.

Eduardo abre su cuaderno de notas, se adelanta hacia la pizarra y empieza a elaborar un listado que va quedando escrito con tiza.

—Varón, de entre treinta y treinta y cinco años. Es por esa edad que aún no se le puede considerar un típico esquizofrénico, ya que esta afección es mucho más clara a partir de los cuarenta. Es un tipo culto, inteligente, con un amplio vocabulario; paradójicamente es buena persona, si bien su personalidad disociada le conduce, por obediencia inducida, a cometer crímenes que, en el fondo de su subconsciente rechaza, por lo que respeta a los que mata…

Durante un momento, se detiene para dejar que los presentes tomen notas de lo que escribe en la pizarra y lo que expone, pues es consciente que su forma de hablar es muy rápida, por lo que si toman apuntes, sabe que siempre irán retrasados.

—Sigo. Tiene una estatura entre un metro setenta y tres y uno ochenta. Es de una estructura corporal normal, ni obeso ni delgado, pues las huellas que ha dejado en el suelo indica, para Luís, el forense y para mí, que pesa unos ochenta kilos o quizás muy poco más. Es fuerte, con brazos potentes, y seguro que dispone de una gran capacidad de correr con alta velocidad. Intuyo, es sólo una idea sin contrastar, que es cliente de un gimnasio al que acude de forma más o menos asidua. Es muy meticuloso, muy exacto en sus cosas, estudiando y dedicando mucho tiempo a todo lo que tiene que hacer, pues sabe que de esa forma es difícil que deje alguna pista.

Pasa una hoja de su cuaderno, respira profundo, y lo hace, se ve con claridad, con intención de dejar que todos terminen de tomar notas de lo que dice y apunta en la pizarra. Al cabo continúa.

—Es un hombre imaginativo, con una gran memoria fotográfica, y en su conducta funciona mucho por medio de imágenes preestablecidas, por lo que cada una de sus intervenciones ha sido preparada muy a fondo. Conoce el escenario antes de actuar en él, lo que implica, en mi opinión, que visita el teatro con anterioridad y lo tiene ensayado en su mente con tiempo. Esta conducta le concede una gran seguridad en el acto punitivo cuando lo realiza y no deja huellas ni olvida o rompe algo. Usa guantes, unas veces de cuero, supongo que cuando actúa en el exterior y de látex en el interior para aspectos más delicados, pues los de cuero quitan la mayoría de la habilidad y el sentido del tacto.

Jesús Artal, que lleva el control de planos y escenarios, levanta la mano para hablar, cosa que hace sin esperar más.

—Tras la muerte de la pareja, de nuevo he comprobado que su zona de trabajo sigue dentro del sector que habíamos acotado y que ya he marcado en el mapa, lo que nos deja claro que es cierta la idea, ya aceptada, del territorio a vigilar.

Eduardo que le ha escuchado y tomado notas de lo dicho, ha observado que Beatriz quiere intervenir, por lo que interviene brevemente.

—Va estando todo muy localizado. Adelante Beatriz, que usted sí que sabe.

—Difícil me lo ponéis, caballero Eduardo, que diría Lope de Vega. La verdad es que poco puedo añadir, pues lo has dicho casi todo. Coincido con lo expuesto, como hemos comentado el forense y yo. Es cierto que los esquizoides y los esquizofrénicos son o pueden ser inteligentes, pero si están muy medicados se vuelven lentos, inseguros, con escasa capacidad de actuación, sobre todo con el uso del clásico, para ellos, del Haloperidol. Es evidente que Eulogio ha sido y posiblemente esté siendo tratado muy correctamente, por un buen psiquiatra —tendríamos que buscar quién es el que lo hace, lo que no será fácil en razón al secreto profesional.—, y pensamos que es esa la razón por la que muestra esa conducta de exactitud, criterio personal y riqueza de vida interior en el contraste: amor y trabajo, amen de vivir su vida.

—Pero es una situación que, es posible, no dure mucho tiempo, si ha dejado de tratarse, —interviene de nuevo el psicólogo experto en perfiles— ya que si le aparecen alucinaciones en forma de voces o imágenes diferentes a las que tiene aceptadas, o que se le puedan volver agresivas hacia él, cambiará de conducta. También es posible que su querida y amada emperatriz, de la que está muy enamorado, insisto en ese extremo, si por alguna razón, deja de comportarse como él espera, ya sea en razón a que no encuentra el eco que su amor por ella precisa, o simplemente ya no le habla, pues ha desaparecido la alucinación, los celos pueden alterar su conducta de tal forma: que se volverá un agresivo compulsivo. Y los celos en estos pacientes pueden cambiarlo todo y en una gran profundidad.

—Tienes razón —interviene Luís Rojo, Psiquiatra Forense, que es un complemento a su título de Antropólogo Forense—. En ese caso, rompería la barrera de contención que le mantiene en su sitio y con una conducta ajustada a la normalidad, si no tenemos en cuenta los crímenes que, para él son una obligación que le viene impuesta. Dadas estas circunstancias, si se produce el cambio, el enfermo se altera y al desmadrarse, perdida toda la afabilidad actual, posiblemente le detendríamos con rapidez al actuar como lo que llamamos un loco, pero no antes de que realizara ni se sabe cuantas barbaridades.

—¿Y qué se puede hacer? —Inquiere el comisario.

—Debemos investigar por todos los caminos posibles, entre ellos tratar de localizar al psiquiatra que le trata: que, como habéis dicho, debe ser uno muy bueno y caro, intuyo. Lo que me indica un aspecto que no se ha citado ni comentado: debe ser una persona con una buena situación económica, pues dedica toda su vida y tiempo a sus impulsos obsesivos y compulsivos para realizar lo que él considera su trabajo, que es la forma en la que lo define. Esa libertad sólo la puede proporcionar una buena salud económica. Y sí, es cierto, que es muy cuidadoso con las muertes que ocasiona, como he comprobado como forense, en todas las autopsias y ya llevo seis. Sólo mata, pero lo hace limpiamente, con el mínimo de sufrimiento para el fallecido mediante una muerte muy rápida, que ha calculado como si conociera la anatomía y el mejor medio para el asesinato. Y, además, tiene el máximo respeto hacia él como persona.

—¿Podrías tú, Beatriz, como psiquiatra, con la ayuda de Eduardo como psicólogo, tratar de encontrar al que lo esté tratando? Sabemos el nombre, Eulogio, con lo que os podéis ayudar.

—Que sabemos el nombre es, al menos para mí, una idea ilusoria. —Interviene Eduardo—. Es el nombre que él ha puesto en la carta, pero… ¿es realmente su nombre o un alias para despistarnos?, lo que considero como lo más seguro. Es un nombre de poco uso, por lo que creo que no es el que le puso su madre, sino elegido por él para, un poco en ese conato de humor, a veces más que un amago, que muestra en algunos detalles: reírse de nosotros.

—¿Humor? ¿Cuándo? —pregunta Julio, el subinspector. —Quizás se pueda aceptar que lo tenga, de forma muy apretada, en su carta cuando pone a parir a los periodistas y les llama un poco de todo, pero eso sí: "ilustrados", que en el fondo viene a ser, bajo mi óptica, llamarles "sois borricos con el primer curso del bachillerato pendiente de aprobar".

Hay una tenue carcajada general, antes que la seriedad vuelva a ocupar todas las mentes.

—Si se me autoriza —indica el oficial Antonio Gámez—, quisiera poder buscar a alguien de sus características en los manicomios. Trabajé hace tiempo de sanitario en varios de ellos, cubriendo fallos por permisos o necesidades de los titulares: necesitaba dinero para mis estudios. Es lo que se llaman "sustituciones", aunque por lo mal pagado y tener que hacer lo peor de lo peor, le llamábamos "prostituciones", un nombre mucho más adecuado.

—¿Crees que podrías volver a entrar en esos sitios? —Pregunta Leonor.

—Pienso que sí, pues aún me quedan algunos amigos en ese ambiente. Es posible volver a hacer sustituciones entre los que me conocen, pues saben que me manejo y tengo ficha abierta, pues a veces me llaman para algún día, una tarde, una noche, pues son unas "perritas" que nos vienen muy bien para ayudar al sueldo que tenemos. Es muy difícil obtener información en los manicomios, pues hay que respetar, a ultranza, los diagnósticos que no se pueden comunicar a nadie que no sean los allegados más cercanos y sólo a través del psiquiatra. Hay leyes muy serias sobre eso.

—¿Y qué puedes hacer?

—No digo que vaya a violarlas, pero es posible, si dispongo de tiempo, localizar a algunos de sus características, que estén en tratamiento ambulatorio, tipo "clínica de día", o lo que creo más factible en nuestro caso: que sean pacientes que se traten en sus domicilios, con libertad de movimientos, y nunca, o por escaso tiempo, hayan ido por un manicomio, algo que es posible con tratamiento en clínicas muy particulares y con precios muy, ¿cómo decirlo… quizás: muy adecuados a determinados bolsillos?

—Bien. Te hemos entendido. Tómate ese aspecto como parte de tu trabajo. Tu autorización para ello es que estás "en comisión de servicio" —indica el comisario. —Pero que estés siempre localizado para echarnos una mano si te necesitamos. Ponlo en marcha. Adelante con el tema de la reunión. Tienes la palabra Teresa. —Indica el comisario que dirige la reunión.

—Gracias Carlos. Vamos a empezar a enfrentarnos con el próximo cliente de Eulogio que, por demás, también va a ser nuestro. Veamos que sabemos de "Le Chariot", la nueva carta que, en español es "el Carro". —Indica Teresa Carpio—. Es un naipe marcado con el número VII como podéis ver en la baraja que tenéis cada uno. La figura os va a resultar curiosa, pues aparentemente es sólo, por el título, un vehículo, pero no es cierta esa idea. Encima de él va un rey, o al menos un personaje coronado. ¡Miradla! Podéis ver en el frente del carro, unas iniciales; "S. M.", que parecen decir: “Su Majestad” y así hay otros detalles, como las hombreras del rey con dos rostros que parecen de dos payasos, o los colores que combinan rojos y azules, como en los caballos y en las columnas que sujetan el techo del carro.

Aunque la mayoría ya la ha mirado, vuelven a insistir pues el comentario de Teresa, les ha abierto un nuevo frente de consideración y pueden ver nuevos aspectos que no habían apreciado en su momento y sí ahora cuando contemplan con detalle el naipe, en el que pueden ver cosas que no habían valorado.

—Por tanto, tengo y tendréis dudas si en este caso va a asesinar a un carro, a un rey, que difícil lo veo, a dos caballos, pero es evidente que lo tiene pensado, puesto que nos ha dejado la carta en las frentes de los desgraciados novios. En otro caso se habría saltado ese naipe. Cada uno de vosotros, para mañana, traedme, si os ponéis en la mente de Eulogio, y ante esa obligación, a quien, o a qué, atacaríais.

—¿Qué significado tiene esa carta desde el punto de vista del Tarot. Quizás eso nos pueda dar una idea de lo que representa. ¿Es posible Teresa? —Inquiere el subinspector.

—Siempre todo es posible. Y me ha parecido muy bien que preguntéis, pues indica que seguís el tema. Haré un resumen del valor dentro del tarot de la carta y su representación: simboliza el dominio de la persona y la capacidad de triunfo que puede poseer ésta. Pero también la adversidad, o la venganza. Como va en un carro: puede indicar la huida o lo contrario: la conquista. Pero todo depende de la posición de la carta, el entorno de las demás cartas en la cruz o en la figura: la Cruz de los Celtas, o los "11", es decir, la metodología del que las echa, la dirección de lectura, etcétera. Si la carta sale boca abajo, es todo al revés.

—¿Entonces cómo interpretarlo? —Pregunta Beatriz.

—En el caso que nos atañe, bajo ese naipe, es posible que no sea más que un ser al que va a matar por una afinidad con una idea suya muy personal. ¿A quién elegir? Imposible predecirlo. No es un naipe que se pueda personalizar, salvo para Eulogio, que es el que tiene que tomar una decisión. Cuando nos sorprenda, y sé positivamente que lo va a conseguir, pues sabe Dios a qué desgraciado elegirá, nos mostrará otro aspecto más que no conocemos de él.

—Lo he entendido y los demás supongo que también, pues queda muy clara la disyuntiva. Su elección en este caso es aleatoria. Todo depende de su asociación de ideas entre lo que hay en la carta, esa especie de rey con corona, cetro o bastón de mando, y un uniforme con hombreras o equivalentes. Pensad en ello y mañana me decís lo que se os ocurra. Puede ser el portero de un hotel, o el que se encuentra en la puerta de un casino de juegos, o un taxista, pues va en un carro y a veces llevan una gorra; las posibilidades son amplias pero: ¿Cómo lo ve él? —Comenta el comisario tomando la voz de todos.

—Es cierto, las posibilidades son muy extensas. Aunque tengo claro, y lo siento, que la espera va a ser muy breve, pues el ritmo que lleva es muy acelerado, recordemos lo que pensamos tras la primera ejecución, y en que forma nos sorprendió la premura de la segunda y sucesivas. A estas horas, sospecho, y explico con una metáfora para mejor entendimiento: debe estar "afilando los cuchillos". —Comenta Eduardo Galán, el psicólogo en perfiles.

—¿Qué piensas entonces de su evolución en el tiempo? —Inquiere Beatriz—. Tengo una idea; la he escrito en este papel que entrego a mi vecino. Sujétala y después las verificamos con respecto a ella.

—Él se ha impuesto un ritmo, creo que por alguna razón ha entrado en una espiral compulsiva con la que quiere ganarse el amor de la emperatriz, que le ha prometido todo su amor físico cuando cumpla sus órdenes, y Eulogio se encuentra pleno de la excitación sensual y sexual que le proporcionan sus feromonas. Una excitación sexual que ya tiene y que se incrementará conforme se acerque al final de su plan. —Indica Luís Rojo.

—¿Lo ves así de claro? Si hasta ahora ha sido asexuado, ¿qué razón hay para ese cambio? —Inquiere Leonor.

—Es por ello que sospecho, que el trato a las muchachas va a diferir del actual en un cierto, no muy largo, tiempo. Para mí, que en ese terreno del sexo es un apocado, un tímido reprimido durante años, posiblemente con una madre posesiva y vigilante, como ya se ha dicho, que le ha tenido castrado todo este tiempo. Situación que el amor, su primer amor por un ser intangible, que es la emperatriz, que no le permite desahogos, le va a ir excitando antes que comience con violaciones, pues se ha rebelado, y no me extrañaría que haya matado, hace quizás un tiempo atrás, a su madre si esa fuera la secuencia de su vida y por haberse sentido esclavo de ella.

—¿Algo más que opinar alguno?

—Es todo lo que pienso —insiste Luís—, más por una intuición que por existir una base clara, dado lo poco que sabemos. Sin embargo, en algún lugar, hace mucho tiempo, leí algo, quizás en alguna novela de las que tenía mi abuelo, de literatura francesa, creo recordar de Xavier de Montepin, que sea la causante de lo que se me ha despertado como una intuición con morbosos y manifiestos detalles. ¿Y tú que has pensado?

Beatriz queda en silencio por un momento. Mueve la cabeza en un movimiento corto pero afirmativo mientras expresa una clara meditación antes de empezar a hablar.

—No entenderemos nunca como los cerebros de los humano pueden llegar a determinadas secuencias que se produzcan al mismo tiempo en dos o más de ellos. ¿Ha sido telepatía? ¿Hemos llegado los dos a un criterio idéntico, sólo por no existir otro camino lógico en lo que sabemos?, ¿o es la experiencia que tenemos, y esas posibilidades como salida de vía final? ¡O sabe Dios el porqué!

—¿Cuáles son tus ideas? —Pregunta Eduardo confundido por lo que acaba de decir Beatriz.

—Mis conclusiones son las mismas, y no sé como he podido llegar a ellas, pero era lo que mi mente veía como la vía final común de la evolución de ese esquizoide-esquizofrénico, al que su trauma de castración total, al que desde niño, posiblemente, le ha llevado su madre. No comprendo que nuestros pensamientos, en una absurda evolución, nos haya llevado a similares conclusiones, pues lo que hemos pensado no en una secuencia estándar, sino muy alejada de lo lógico, pero algo que no sé cuál puede ser la razón de que ambos hayamos llegado a ese punto. Abre el papel y lee lo que hay escrito en él, por favor. —Indica Beatriz con las mejillas ruborizadas.

José Carrasco, que fue el depositario del papel, lo saca del bolsillo, lo abre y empieza a leer…

Cuando termina, todos los presentes tienen la misma expresión. Con distintas palabras, con distinta línea de expresión y secuencia, ambos dicen lo mismo, incluyendo la posible muerte de su madre, como primer paso a la liberación del hijo esclavo de una madre castradora.

Después de la lectura, hay un silencio, que se rompe pues, como de común acuerdo, todos han mirado el reloj y tienen cosas que hacer, por lo que se produce, en minutos, una manifiesta diáspora que los separa sin comentarios.

Sólo Beatriz y Eduardo, los dos sorprendidos por la coincidencia de tan absurdos pensamientos y elaboraciones de ideas, siguen juntos y se encaminan a una cafetería para hablar de una situación y unos hechos teóricos que, no les encajan y desean aclarar con lo que será un dialogo muy técnico.

Sin embargo, cuando más de dos horas después se despiden, no han aclarado nada y ambos han aceptado que es evidente que, lo que ambos han intuido, debe ser una realidad a la que los dos han tenido acceso por alguna extraña circunstancia que aceptan, posiblemente una coincidencia en temas y métodos, en los que la forma de estudiar de ambos, y la temática común, les haya llevado al mismo apeadero mental, pero que de todas formas no consiguen comprender, por un paralelismo tan exacto.

El asesino del tarot
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