15… Lo siento, Señoría

 

Eulogio se levanta temprano. Su maletín entrelargo de aluminio lo tiene preparado desde hace un par de días. Desayuna y tiene claro lo que debe hacer. Cierra el agua y la electricidad y se dispone a salir. Baja por el ascensor al garaje y guarda el maletín en el maletero. Arranca, abandonando el parking sin prisa, meticulosamente, saludando al vigilante antes de mirar a ambos lados y salir a la calle, para dirigirse a las afueras.

Cerca de Soto del Real, el lugar al que acude al juez a jugar, puede contemplar en la sierra la silueta que representa a una mujer tendida a la que se le llama la mujer muerta, lo que le sirve de orientación para encontrar la abandonada cantera que busca.

Ocultando el coche en la entrada del gran vacío que han dejado años de extracción de piedras, camina por un rato casi un kilómetro e introduce entre las piedras los palitos de tres globos de diferentes colores, entre los restos de granito que han sido abandonados hace años. Un palo, con una larga banderola roja, queda a escasa distancia y más alta que los globos.

Tres blancos para pistola, quedan colgados de una cuerda, con un peso en la zona inferior, para que no los mueva demasiado el viento, y poder comprobar con exactitud su precisión de tirador y la corrección del arma.

Después camina de regreso para disponer el fusil de francotirador. Abre el maletín entrelargo que comprara, hace años, en una armería como funda de su rifle de precisión para el tiro deportivo. Con el tiempo ha pasado a contener un arma menos deportiva: es un Dragunov SVD 85 y a la que le adapta una moderna mira con visiones diurna y nocturna. Hace un día que lo ha comprobado todo: la batería es nueva y adecuada para centrar la mira, que aunque sea la nocturna, que es la que va a usar, al ajustarla con un filtro, no le dará problemas por la noche.

Sabe la distancia a la que ha dejado los globos y los blancos desde el sitio en el que va a disparar, pues no es la primera vez que lo hace. No llega a los 1000 metros, pero tampoco falta demasiado, apenas unos metros que no le concede el terreno. No tiene demasiados cartuchos de los dos tipos a los que ha tenido acceso y quiere usar. Son del calibre 7,62 x 54 R, y quiere ver las diferencias entre los dos tipos: el 7N1 y el 7N14, que conceden al proyectil una velocidad de 830 m/s. Pero sí tiene los suficientes para centrar el arma y realizar un corto entrenamiento antes de regresar a Madrid

El apaga-llamas perforado, el freno de boca y el silenciador pre-montado, le permitirán hacerlo todo con una gran tranquilidad, pues es una zona en la que nunca hay nadie y que, por la configuración del terreno y las características del arma, no saldrá nada del ruido de los disparos más allá de unos metros del punto en el que se encuentra.

La prueba resulta más que satisfactoria. Con el apoyo en la bolsa de arena y su habilidad, apenas ha tenido que tocar las manillas de control del visor telescópico nocturno, el NSP-3. Los disparos iniciales, a los tres globos. Tras cada disparo, cuando contempla que el globo desaparece más que explotar, a modo de epitafio, exclama: "Lo siento, Señoría".

Después, sobre las dianas, puede cerrar un poco más la rosa de tiro usando el cartucho 7N14, que para cinco disparos sobre el cartón, deja un orificio, de un área apenas mayor que el tamaño de la esfera de un reloj de caballero.

Satisfecho, recoge todo, prende fuego a las dianas, y se lleva la alargada banderola roja que usa para controlar la dirección del viento. Sin prisas, guarda la entrelarga caja de las armas en el maletero y sale de la cantera con tranquilidad, encaminándose sin prisas hacia Madrid.

Ya en casa, limpia apenas el ánima del largo cañón, sin aceite, solo una torunda de algodón para quitar el hollín. El cañón tiene una longitud de 610mm. con cuatro estrías dextrógiras. Son su longitud, el cuidadoso estriado y su paso, así como las características del proyectil, y la carga de pólvora en la vaina de tipo botella, lo que le conceden una alta precisión y un alcance efectivo en torno a un kilómetro y doscientos metros de precisión casi absoluta

Una vez más, tras recoger todo, se ducha y se tumba en el sofá para ver en la televisión un DVD con el que quiere irse programando como un francotirador, aunque tiene en el tema una considerable experiencia. Ha elegido la película "Enemigo a las puertas"[16], y lleva ya unos días en la que la estudia, más que la mira, y al menos lo hace durante tres largos ratos al día.

Sabe que tiene que hacerlo y que no debe retrasarlo más a causa de su inseguridad ya que, como acaba de demostrarse, tiene una absoluta certidumbre en su cometido, pero al mismo tiempo hace días que acepta que se ha empecinado en un auto-desafío, pues podría hacer el disparo de cerca,  pero se ha empecinado que debe hacerlo al menos a un kilómetro. Es esa exigencia la que puede hacer que fracase, y que es a lo que su subconsciente le teme, pues su vanidad y soberbia saldrían muy contrariadas.

Apenas lleva unos diez minutos de película, cuando se ha quedado dormido. Para cuando se despierta, hace ya mucho tiempo que la película ha terminado. No se extraña, pues le ocurre con frecuencia, por lo que aprieta un botón del mando a distancia, y la película empieza de nuevo a sacar el casting. Mientras se consumen las farragosas primeras pantallas, marcha a la cocina por un refresco, cacahuetes y patatas fritas. Si se entretiene con ello, sabe que no volverá a dormirse.

En su cerebro se mezclan la película y la organización previa del próximo trabajo que, una vez más, va desarrollando, tranco a tranco, en un entrenamiento mental que hará que no cometa ningún error. Cada paso, cada lugar, cada situación posible, va quedando definida en su mente, con las posibles variantes o alteraciones del proceso, por lo que, caso de ocurrir aluna anomalía, ya tiene prevista la disyuntiva a elegir para resolver la situación inesperada con otra alternativa.

Mira el reloj y es relativamente temprano. Todavía no ha oscurecido. Súbitamente, algo en su interior se conmueve. Escucha en su interior la voz de la emperatriz que le conmina, como si estuviera enfadada.

—No te obceques en retrasar lo que tienes que hacer. Esta noche es la adecuada. Es jueves, y sabes que los jueves él sale a jugar al Póker con los amigos y vuelve muy tarde. Es el momento de que le esperes y actúes. Ya conoces sus costumbres, parará donde siempre para evacuar la vejiga, pues le da vergüenza hacerlo en casa de su amigo, y siempre se desvía y lo hace en el receso en el que puedes actuar. De modo que, déjate de complejos y ponte en marcha. No quiero tener que repetirte lo que debes hacer.

—Sí, Majestad. Es la hora adecuada para salir hacia allá. Lo haré como me decís. No habrá ningún fallo.

Y en su cabeza puede escuchar el chasquido del beso que le envía la Emperatriz, promesa una vez más de todo lo que le dará cuando acabe toda la tarea que le ha indicado y con la que se esta ganando su confianza y amor.

Tiene todo en el coche, ya que lo bajó todo al mediodía, por lo que no tiene apenas nada que llevar. Desciende al garaje vestido con un traje oscuro y deportivo y una pequeña bolsa en la que lleva otra ropa para cambiarse al terminar, pues está seguro que se habrá ensuciado por la posición que tiene que tomar en el suelo y no quiere llamar la atención al regreso, por si le paran los agentes de tráfico, y con la ropa van unos sándwich, un poco de chocolate y unos refrescos para mantener el azúcar alto durante la espera y estar perfectamente adecuado de pulso y latidos cardiacos a la hora de realizar el disparo.

Con tranquilidad, haciendo todo de forma exacta para evitar llamar la atención, recorre lo que le queda de la ciudad antes de salir de Madrid. Después, del mismo modo avanza lleno de prudencia en dirección a Segovia. Allá, lejos todavía, puede ver la sierra hacia la que se dirige. Pone música en el reproductor y se relaja conduciendo con tranquilidad pues no tiene prisas. Al paso que lleva le sobrará bastante más de una hora, suponiendo que él llegara más temprano de lo que lo hace usualmente.

El asesino del tarot
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