1… Breve exordio.
La acción de la novela transcurre en Madrid. Eulogio, el asesino, ha dispuesto durante el largo tiempo, años de permanencia en la cárcel en una celda que le han consentido que convierta en un despacho en el que estudia y escribe, manteniendo una conducta ejemplar. Después de su traslado desde la enfermería, con mayor libertad conforme el tratamiento psiquiátrico le ha ido mejorando en su conducta de psicótico profundo, ha empezado a escribir sus recuerdos y vivencias sobre lo que hizo. Meticuloso, por lo que he podido comprobar a posteriori, dotado de una clara habilidad en la redacción, riqueza del lenguaje y una curiosa capacidad para los ejemplos, las metáforas, las anáforas y los diálogos, he podido comprobar que su trabajo es casi una novela en sí misma.
Pasado el tiempo como he indicado, cuando nuestras relaciones eran ya inexistentes, al llamarme fui a verlo a su casa. Por su estado físico terminal, se le había concedido la libertad en su domicilio. Un cáncer de Próstata le llevaba al final de su recorrido, una última etapa prevista en cuestión de escasas semanas, según todos los pronósticos.
Casi irreconocible por su edad y el deterioro físico causado por su afección, me entregó su manuscrito, que pleno de tiempo por su situación y como distracción, había tenido la paciencia de realizar para mí como agradecimiento a mi buen trato y el feliz resultado de sus lesiones que le habían permitido deambular con eficacia y sin dolores durante los largos años de prisión.
El manuscrito que me entregó, traía, en la primera página, con una letra cuidada y legible, como pude comprobar en todo el manuscrito, la siguiente dedicatoria:
"Al Dr. Blasco, que me trató como si fuera una persona normal, sin un comentario sobre mi mente alterada; que no tuvo miedo a mi lado pudiendo hablar ambos con manifiesta tranquilidad. Y también por sentirme como nuevo cuando me quitó las escayolas, los puntos y tras una recuperación muy buena gracias a la rehabilitación que él indicó.
Gracias a Usted Doctor".
Pero todo esto es posterior al desarrollo de los hechos, una sucesión de actos violentos que trajo a la policía de cabeza por un largo periodo antes de lograr su captura.
Lo desconcertante de este asesino en serie, fue el galimatías de sus indicaciones encriptadas bajo los naipes especiales que incluía y que se encontraba como parte del escenario del crimen. Una jerigonza de indicaciones que obligaron a los detectives a pensar, al cabo de un breve tiempo, que no eran indicios casuales, sino intencionadas. Dos cartas, a veces algunas más, siempre del grupo de los Arcanos Mayores de un tipo especial de baraja, la del Tarot de Marsella, parecían querer decir algo, un imposible que no se lograba interpretar pues no se podía relacionar el naipe que dejaba, con la persona que podía representar.
Inicialmente todo era imposible de entender por lo adusto y extraño de los hechos, carentes de lógica, el azar de las elecciones, la perfección de sus asesinatos y la ausencia de una sola huella que abriera un camino por el que se le pudiera buscar.
Más adelante, en una comunicación algo más extensa y por escrito, se reía de la estupidez de la policía y les ponía un oscuro ejemplo de la forma en la que debían interpretar sus mensajes con los naipes, al tiempo que los llamaba "escasamente ilustrados", y la carta se acompañaba de un buen dibujo que, claramente, mostraba la jeta y los belfos de un sonriente pollino, en una metáfora manifiestamente sencilla de entender.
El dibujo, a punta de cuchillo, que siempre hacía sobre el mismo sitio, el lado izquierdo del pecho del cadáver, sobre la mama si es una mujer, que representa una "O" o un "0", fue aceptado, al cabo de cierto tiempo, como su firma, cuando diversos cadáveres mostraban la misma señal con idéntica localización.
***
El Tarot, es un juego naipes de origen desconocido y muy antiguo; sobre el año de 1.376 se acepta como la fecha en la que se tienen las primeras noticias sobre él. Esta baraja siempre, o casi, ha ido unida al misterio, a la magia, a la cartomancia, a la adivinación, a la psicología y la parapsicología; se encuentra aceptada dentro de la tradición de Hermes Trismegisto[5], por tanto del mundo esotérico, es decir, sólo para los iniciados.
No es nuestra intención explicar el juego o todo lo que de esotérico o exotérico puede haber en torno a él o ella, según hablemos del juego o de la baraja. Ésta comprende 78 cartas, de las cuales 22 son los Arcanos Mayores, figuras de personajes cuyas imágenes varían de unas barajas a otras, aunque los personajes sean los mismos en lo que representan, en la función, poderes o significados, pero varían en cuanto al aspecto del dibujo.
Todos los Arcanos Mayores van marcadas con un número, del 0 al 21, y llevan el nombre de lo que personifican. El número 0 es un guarismo que puede existir o no inscrito en la carta, y representa a El Loco (LE MAT). El resto lleva nombre y número. El Arcano Mayor número XIII, representa un esqueleto que no tiene nombre en la baraja de Marsella, la más clásica. Pero en otras de las diversas barajas existentes, viene con el nombre de LA MUERTE. Sin embargo, el dibujo de la osamenta con guadaña, no expresa el concepto de la muerte tal como lo conocemos e interpretamos. Quizás, debido a ello, al número 13 se le otorgue el concepto de mala suerte.
El resto de la baraja son 56 naipes, los Arcanos Menores, con cuatro palos de 14 cartas cada uno, del 1 al 10 y, además, pajes (sotas), caballeros (caballos), reinas y reyes, por lo tanto en todo similar a la baraja española.
Bástenos decir que hay varias barajas diferentes, siendo la más conocida y con clase, la de "EL TAROT DE MARSELLA", que es la que se usará en la novela a nivel de nombres y otros carices.
Dado que los periodistas, mientras fue el asesino en serie de moda, le colgaron, como es lo habitual, un mote: "el asesino del Tarot", con el que se le conoce, y además, craso y típico error, se le dio una popularidad con la que no debía haber contado.
Como es fácil de entender y lo indican los psiquiatras, ese hablar de él, de ellos (de los asesinos) en realidad, les amplia la vanidad, lo que les hace crecer su “Yo”, un Ego que se hipertrofia ante el éxito de lo que hacen. Por otra parte, la información de los periodistas, en parte cierta y en mayor parte inventada para rellenar y vender, hacen que el asesino intuya lo que ocurre e incluso lo que se prepara para detenerlos, pues la prensa, es de lengua larga, con frecuencia insensata en lo que expresa, pues le interesa más vender, que lo que se publique sea verdad. Es evidente que no son conscientes que favorecen la existencia de nuevas víctimas.
La trama, muestra la forma en la que en realidad funcionaba la mente de Eulogio, y todo va muy ligado al Tarot y a los efectos y variantes que soportan y ejercen cada uno de sus naipes de mayor categoría: los Arcanos Mayores.
Lo que ocurrió hasta ser detenido es posterior a lo que narro, pues relato el momento, final del recorrido, en el que acudí a su sorpresiva llamada, con lo que me abrió los ojos llevándome a escribir lo que nunca había tenido previsto.
La reunión con él fue breve. Se trataba de regalarme el manuscrito de la autobiografía de su actuación como asesino. Con el manuscrito, tuvo a bien regalarme algo que no estaba previsto, ni se sabía nada de ello: una colección, muy manoseada, de los libros de Sigmund Freud y Carl Gustav Jung, incluyendo un Test de Rorschach de muy alta calidad en los dibujos, y un sucinto manual de la interpretación de ellos.
—¿Los has leído todos?
Pregunté sorprendido ante la idea de mi error al considerarlo poco "leído y escribido"[6], un craso error por mi parte y la de los demás, lo que, sin duda, prolongó por un buen tiempo su detención, al pensar que sus actuaciones eran fruto del azar, cuando en la realidad todo lo hacía perfectamente estudiado y preparado.
—Sí. Varias veces. Me gustan las cosas que dicen.
—¿Has hecho el Test de Rorschach a muchas personas?
—Sí. A algunos de los que maté, cuando me parecieron interesantes o raros. Según lo que me decían, sufrían mucho, o su muerte era rápida.
—Pero eso no fue al principio, pues cómo podías hacerlo si los matabas en el lugar en el que los encontrabas. ¿No perdonaste a ninguno por su personalidad?
—El test se lo hacía antes de estar con ellos. Las láminas me hablaban y me decían lo que pensaba y lo que me diría el que iba a ejecutar y, por tanto, ya sabía lo que me habría contestado. Además, tenía muy claro que el que me viera la cara estaba condenado.
—Pero… ¿cómo y porqué los elegías?
—En realidad todo era muy complicado. Sólo mataba al que con su conducta se adaptaba a la carta que recibía con la orden de usarla sobre él que debía asesinar: o sea, era la carta siguiente de la ya usada en la anterior víctima, siguiendo el orden natural de los naipes, salvo excepciones.
Por momentos observo que el dolor interacciona de forma clara y puedo ver que presiona el pulsador de la bomba de Morfina, dándose un chute pequeño. Me doy cuenta que su tiempo se acaba, y que si me ha mandado llamar, es que es consciente que se irá con el atardecer, o poco más. Y si él se da cuenta, desde mi óptica de médico, es algo más que seguro.
Le dejé que él eligiera lo que debía contar y no sumergirlo en mi mar de preguntas. La bomba de dolor por infusión intratecal de morfina que le han colocado, le tiene ya, con sus tecleos repetitivos del pulsador que inyecta el medicamento, en un estado de casi inconsciencia, en la que le es poco más o menos imposible el hablar de forma racional. Haciendo un esfuerzo me expone.
—Los naipes me hablaban, me decían lo que tenía que hacer para seguir en la línea que debía cumplir. Y eso hice. Cuando terminé mi compromiso y tuve la tarea concluida, sabía que debía pagar por lo hecho. Dejé de tomar precauciones y en escaso tiempo, fui detenido. Ofrecí resistencia para que me mataran y no ir a la cárcel, pero no tuve suerte. Quise tener una muerte policiaca, por lo que llevaba un revólver, que por cierto era de juguete. Pero… no querían matarme: me dispararon a las piernas para cogerme vivo.
—Si hubiera habido más cartas, ¿habrías seguido matando?
—Sí, pero la orden era que sólo cumpliera con veinte de los Arcanos Mayores, uno por cada persona que se ajustará al significado de esa carta, y en el orden que ellas llevan. Yo era una de las 22 cartas, pero como sabes, no tengo número, pues soy Le Mat, el loco, por tanto me debían matar, y no hacerlo yo. La emperatriz, tampoco entraba entre los que me señalarían que matar, pues ella era la que indicaba las muertes.
—¿No crees que todo eso que dices era fruto de tu mente Esquizofrénica?
—Ahora lo acepto, pues con la medicación y los electrochoques que me dieron, acabé enterándome de toda la verdad de lo que hice; pero fue mucho después. Lo siento por las víctimas, que no tenían culpa de nada, todo era por mi locura, pero lo siento ahora, tarde, pues ya se ha pasado el tiempo para ellos.
—Veo que te han mejorado los psiquiatras y mucho, pues ves la realidad con claro enfoque y aceptación. —Le contesto para su satisfacción pues sé que me tengo que marchar, pues está al borde de la desconexión mental por la morfina.
—Y ya vete. Gracias por venir, pero necesito morfina, pues con ella me duermo sin dolor y no pienso, Si me inyecto, como estoy haciendo en pequeñas cantidades, ni me quito todo el dolor, ni me sumerjo en una buena ficción, que es lo que necesito: el sueño eterno. Gracias por todo, fuiste muy atento conmigo, y eso si lo recuerdo.
—Gracias a ti. Te dejo. Pediré por tu alma.
—Si, hazlo y que el Señor me perdone todo el mal que he hecho a muchos inocentes.
—Adiós. Gracias por lo que me has dado.
Sé que el hecho de su tránsito se va a consumar en cuestión de unos escasos minutos por lo que puedo contemplar en su rostro y en sus ojos: tiene la nariz afilada, las aletas nasales se agitan, hace extraños movimientos con las manos, como si cazara o espantara moscas, la piel de la cara se muestra pálida, y los ojos miran lejos, como ausentes, viendo ya, puedo suponer, lo que puede ser ya su otro mundo.
Pero ya ni me contesta, ni me mira. Tiene un manifiesto gesto de suplicio en el rostro, uno más de los muchos accesos de dolor que le he visto durante la conversación. Puedo contemplar que aprieta a fondo y en una repetición, el pulsador que le une a la bomba de infusión intratecal de Morfina, de la que sale un catéter que penetra hacia la columna vertebral.
Mientras salgo, acompañado por la triste anciana que es el ama de llaves que le cuida, puedo observar que se está quedando absolutamente quieto bajo la acción del potente analgésico. Al absorber una dosis mayor, que ha empezado a circular y ejercer su función está perdiendo por completo la conciencia, como pretende. Sé, que ya la dosis que tiene desde que estoy con él, es suficiente para terminar de hacer la maleta y viajar al punto al que desea ir.
Al día siguiente, a pesar de mi pensamiento de la víspera, me acerqué a verlo. El sueño que le vi iniciar, y tal como intuí, fue el último, pues nunca despertó como se descubrió por la mañana.