Epílogo
Cuando llegó a Washington amanecía. Se estacionó frente a la puerta del hospital Essential de América. A un costado estaban aparcadas dos ambulancias. Se quedó sin respiración cuando se percató de la presencia de dos policías. Tomaban un café humeante mientras charlaban. Se encontraban a una distancia alejada. Pero aun así Sebastian no puedo evitar sentir la tensión. Ignoraba si la policía ya estaría al tanto de los cadáveres en la casa de Rules.
Abrió la puerta del coche y tomó a Laura en volandas. Estaba con los ojos medio abiertos. Pensó que los policías nada más verle se acercarían a la entrada. Pero estaba equivocado.
Sebastian ni siquiera había elaborado una mentira plausible cuando fuera preguntado por los enfermeros. Así que cuando lo hicieron, les respondió lo primero que le pasó por la cabeza. Que la había encontrado en la calle. Enseguida le instaron a que la colocara sobre la camilla.
Un minuto después se encontraba de nuevo al volante del coche. Valoró si dejar también a Ivonne. Pero a la policía no le llevaría tiempo relacionar la casa del bosque con las muertes de los hermanos Breeze y Mill, además de Rules. La retendrían. Pensó que sería mejor para su estado mental si se encontraba con su hermana en México.
Fueron hasta el apartamento de Dora. Llamó a María al portero automático y le pidió que bajara. Si ella consideraba la necesidad de ingresarla en el hospital, estaba dispuesto a seguir su consejo, pese a las consecuencias.
Al ver a Ivonne en el interior del coche, María soltó un grito de alegría. Los ojos se le inundaron de lágrimas. Miró al cielo como si el reencuentro fuera obra divina. Las palabras exaltada de María despertaron a Ivonne. Se fundieron en un cariñoso abrazo.
—Perdóname —musitó María.
Ivonne parecía demasiado débil para contestar. María preguntó lo sucedido y Sebastian no omitió ningún detalle.
—Quiero llevarla a la frontera. Dora la espera en Tijuana —dijo Sebastian.
María asintió como si estuviera al tanto. Tenía unas profundas ojeras, estaba despeinada y parecía falta de sueño.
—¿En coche? —preguntó mientras colocaba una mano sobre la frente de Ivonne.
—Será lo más seguro.
María volvió a mirar a Ivonne. Movió la cabeza en un gesto que parecía decir que sería una aventura arriesgada. Cruzó los brazos sobre la rebeca gris. Dijo que ella iría con ellos. Sebastian no se opuso. María regresó al apartamento para coger el botiquín, algo de ropa, y dinero para salir de Washington lo antes posible.
Los tres cruzaron el país en dos días. Durmieron en moteles baratos y se alimentaron de mala manera. Pero cuando Ivonne se fue recuperando poco a poco, un ambiente de moderado optimismo los envolvió.
A Sebastian se le ocurrió que lo idóneo sería cruzar la frontera por Texas y luego terminar en Tijuana. De esta manera reducían el riesgo de que la policía los interceptara. Sin embargo, María pensó que obtendrían menos complicaciones si cruzaban la frontera por San Diego. El amigo de un amigo le había comentado tiempo atrás que allí para salir nadie te preguntaba nada. Mientras que en Texas quizá establecieran unos controles más rigurosos. A Sebastian le pareció una excelente propuesta.
Cuando llegaron a Albuquerque, Ivonne desde una cabina pública, llamó a su hermana a la casa de los primos. Sebastian desde el coche observó la conversación. El rostro de Ivonne había adquirido cierta luminosidad.
A pesar de que se esforzó en evitarlo, no pudo evitar juzgar su papel en toda la historia. Su mente le decía a veces que había actuado bien, otras que no tanto. A veces sacudía la cabeza para deshacerse de esos pensamientos dañinos que no le aportaban más que angustia. El cansancio de la conducción le ocasionaba algún calambre que otro. Aunque se aliviaba gracias a los descansos que se tomaba cada tres horas.
Un día después se encontraban frente a un pequeño edificio de hormigón gris, funcional, hermético, con ventanas amplias y enrejadas. Se trataba del puesto fronterizo entre California y México. Una larga fila de coches en varios carriles esperaba su turno para dar cuenta frente a los funcionarios estadounidenses. Por otro lado, las personas sin vehículo se internaban en el edificio a través de una larga pasarela. María le comentó a Sebastian que al salir del edificio cruzaban la frontera (indicado por una placa metálica instalada en un mojón) por una especie de pasillo enrejado.
Llegó el momento de la despedida. Ivonne y María le agradecieron todo lo que había hecho por ellas con un cálido abrazo. Después las vio subir por la pasarela mientras sonreía comedidamente. Detrás de él un tren rojo se detenía en la vía. Un buen número de pasajeros se apeaba y se dirigía a la frontera. Más allá, una parada de taxis con los taxistas deambulando con las manos en los bolsillos.
Sebastian respiró hondo. Más allá de la frontera contempló la enorme bandera mexicana ondeando al viento. Y más allá, las colinas cubiertas por un manto de casitas blancas. Su instinto de conservación le envió un mensaje diáfano. Luego le llegaron las imágenes. Imágenes de su hermana, sus sobrinos, su madre con la mascarilla de oxígeno, de Murphy, incluso de Rules y El Duque, la imagen del vagabundo con el que habló a la puerta del albergue, de su Beretta, los tatuajes de Dora, de él viejo y solo, de Sam Darden… Se mordió el labio inferior y siguió los pasos de Ivonne y María. Las alcanzaría en menos de un minuto.
FIN
¿Te gustaría estar al tanto de la tercera y última entrega de la serie de Sebastian Daguerre? Muy fácil. Haz clic aquí.