El caserón

La Masía Obac estaba en obras. Todavía no había electricidad. Tanto es así que se veían quinqués por todas partes. Oms esperaba que el novelista le llevara el original manuscrito para hacerlo mecanografiar. El «periodista» me dijo que Villalba estaba escribiendo a máquina cuando él se fue.

Ahora bien, la única máquina de escribir que había en la Masía Obac era una electrónica. Y no hay Shakespeare que escriba una palabra, ni tan siquiera una letra, con una máquina electrónica si no hay corriente.

Esto me hizo pensar que Nepomuceno Andrade me había mentido. Pero fui demasiado lento de reflejos y llegamos tarde.