No disparen contra el burgués
El señor Prats me dijo textualmente: «¡Le he visto! ¡Le he visto! ¡Era Sánchez! Ha aparecido de pronto, ha roto la cristalera y ha entrado. ¡Llevaba un revólver en la mano! No he tenido tiempo de reaccionar... ¡Ha disparado y he perdido el conocimiento!»
Y yo, debo recordárselo, encontré, en el suelo, dos cartuchos metálicos de un nueve corto.
Pues bien, los revólveres no expulsan los cartuchos, una vez disparados. Los guardan en el tambor y se tienen que sacar cuando se quiere volver a cargar. En cambio, las automáticas expulsan los cartuchos a medida que disparan... El señor Prats debía de entender en armas... Una persona que no entiende, no identifica un arma... Dice simplemente «pistola» y no «revólver» o «automática».
Por otra parte, la herida de la frente, era fácil hacérsela con un espejo y un poco de pulso. Por eso había una bala incrustada en el cuadro de Fortuny que estaba al lado del espejo veneciano. El pobre Sánchez no tenía nada que ver con el asunto. Y yo me quedé sin trabajo y sin cobrar por ser demasiado listo.