Fiat lux
Romaní había montado un «show» bastante inteligente: el somnífero en el café, los platos lavados, la inyección de barbitúricos y la nota en la máquina de escribir. Y yo, pobre de mí, le hubiera servido de testigo de su inocencia. Pero la había pifiado en un detalle: al salir del piso había apagado todas las luces. Y, ¿cómo puede escribirse una nota de suicida en una máquina de escribir con las luces apagadas? O, ¿cómo puede apagarse la luz una vez muerto?
Total, que Romaní se había pasado de listo. Y es que, como dice el refrán, el crimen perfecto no existe... O quien mal anda, mal acaba.