¿Alguien tiene una cerilla?

Sí, claro: si la doctora Altés no fumaba, la caja de cerillas podía ser del ladrón. Pero, ¿quién? ¿El viejecito de barba de chivo que encendía los cigarrillos de tres en tres? ¿El barbilampiño resfriado?

No, amigos míos, no. Los fumadores de pipa solemos usar las cajas de cerillas como compresor. En estos casos, el calor de la cazoleta y el tabaco que quema suelen dejar un círculo de color marrón. Así pues, las cerillas eran de un fumador de pipa.

¿Recuerdan cómo le conocí? ¿No? Pues lean de nuevo, por favor: «Le di la caja. Cogió una, la encendió y chupó con avidez la boquilla de la pipa. Con la caja de cerillas apretó el tabaco y después la usó como tapadera para que la pipa tirase...» ¿Qué les parece? Efectivamente, los discos habían sido robados por el doctor Giner... que había vuelto de Madrid antes de lo que decía, había usado su llave, había robado los disquetes y, después, había fingido que volvía más tarde de la capital.