Epílogo

EPÍLOGO

Una tarde de agosto maniobré el Busted Flush hasta un brazo pantanoso bordeado de mangles cerca de la boca del río Snake, abajo de Naples. Allí, como una araña madre, empecé a construir mi telaraña de líneas, encontrando buen terreno para sostener las anclas, atando otras líneas a los mangles más fuertes, y teniendo en cuenta las grandes mareas.

Un huracán medio llamado Carl golpearía a Cuba a medianoche, en un curso que llevaría su fuerza disminuida por los estrechos de Yucatán. Nos agarraría el borde y, si doblaba hacia la costa oeste de la Florida, quizás tuviéramos muchísimo más de lo que queríamos.

Teníamos mucha agua dulce, combustible y provisiones, y Annie estaba emocionada y ansiosa ante la idea de quedarnos a verlo. La tarde tenía un resplandor blanco, y había altos jirones de nubes extrañas y algunas robustas nubes de lluvia sobre el Golfo.

Después de ayudarme a hacer todo lo que consideré conveniente para nuestra seguridad, subimos a cubierta y nos sentamos bajo el toldo, en las grandes sillas de capitán desde donde podríamos observar la tormenta.

—Todavía me parece extraño —dijo ella de pronto— que estés asociado con gente como ese Preach.

—¿Quién está asociado?

—O esa india, ¿Mits?

—Ahora ella es la dueña de todo.

—¿Pero no trata de darte dinero?

—Hace todo lo posible.

—¿No viene de un negocio sucio, de drogas, por ejemplo?

—Puede ser. De manera indirecta.

—¿Te aburro?

Me volví y le sonreí.

—Generalmente no.

—Es sólo que quiero que seas…

—¿Respetable?

—Esa no es la palabra. No es algo tan pomposo lo que quiero decir.

—¿Independiente?

—Estás más cerca.

—Eso es algo que siempre he sido, Annie, y siempre lo seré. Timoneo por un camino muy concurrido, y a veces me topo con un Preach, que me quiere domesticar quebrándome los codos, o con un Sucio Bob, que quiere castigarme matando a mis amigos. Muy bien. Tengo varias alternativas. La disculpa. La alegre sagacidad. Una buena izquierda si es necesario. Casi me domaron, chiquita. Pero fue antes de todo esto de Esterland.

—¿Me lo vas a contar algún día?

—Puede ser. Ya casi habían bajado la tapa sobre mí. Pero yo no podía aceptar una vida así, chata. ¿Sabes? Las cosas tienen que moverse. Te mentí cuando te dije que no podíamos escaparnos de la tormenta. Pudimos intentarlo. Pero así es mejor.

—Ya sé que pudimos haberlo intentado. Revisé los mapas.

—Las mujeres brillantes me causan muchos problemas.

—No podrías soportar a las otras. —Vaciló, mordiéndose el labio—. Después de la tormenta, ¿nos vamos rápido a Lauderdale?

—Si te parece que este cascajo puede hacer algo rápido.

—Estaba pensando en Meyer.

—Yo también. Escucha, tiene que estar solo un tiempo. Puede ser que ya sea suficiente. Espero. Lo desilusionó su imagen de sí mismo porque pienso que se había creado esa imagen demasiado parecida a su imagen de mí. Yo soy una persona más física que Meyer. Él tiene demasiada imaginación. Eso es lo que ayuda a la gente a destruirse. Él no lo esperaba. Ha estado en situaciones más difíciles. Esta vez vio algo en los ojos locos, crueles y moribundos de ese hombre. Vio su propia muerte, y se le encogió el corazón. Y ahora está avergonzado. Aunque no debería estarlo.

—¿Se lo dijiste?

—Claro. Le dije que puede pasarle a cualquiera en cualquier momento, y traté de decirle que a mí también me había pasado. Y casi me pasó, una vez. Pero no del todo. Y no fui convincente.

—¿Qué pasará ahora?

—Querrá meterse en algo difícil. Buscará la oportunidad de recuperar su dignidad. Y puede ser un juego complicado tratar de evitar que se haga matar. Busca esa absolución, el fin de la vergüenza. Es una reacción primitiva. Sea lo que fuere, tendré que ayudarlo a encontrar esa situación, y tendré que tratar de que se salga con la suya, por más que quiera hacer una tontería.

—¿Después volverá a sentirse bien?

—Prácticamente. No del todo, porque sabe que puede suceder de nuevo.

Una brisa correteó hacia el brazo del río, plateando el agua negra. Ella levantó la cara para recibirla.

—¡Eh! ¡Siente esto! —Se fue, y un mosquito me silbó en el oído—. ¿Vamos a tener mucho viento?

—Puede ser.

—¿Se convertirá en un rugido constante, como dicen?

—Puede ser. Pero es un rugido tipo bramido. Más profundo que un rugido clásico.

—¿Podríamos, mientras ruge o brama o lo que sea, hacer el amor?

—Veré la posibilidad de considerar tu sugerencia, Annie. Lo pensaré. Te prometo que lo pensaré.