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La vieja emperatriz fue asesinada por un anarquista italiano llamado Luis Lucheni. El asesino concibió la loca idea de asesinar al príncipe de Orleans. Por los periódicos supo que iba a visitar Ginebra y se estuvo preparando durante semanas. Quería dar un golpe rápido, porque sabía que los reyes y los príncipes estaban siempre rodeados de una fuerte seguridad. Debía correr, debía abalanzarse, debía golpear con su cuchillo a gran velocidad y asesinar al príncipe antes de que nadie pudiese reaccionar. Hizo ejercicio; corría todos los días infinidad de carreras muy cortas, de menos de veinte metros, y fortaleció sus músculos para ser tan rápido que nadie pudiera frenar su cuchillo en un sprint tan breve como un rayo.
Pero a última hora sucedió una desgracia, algo que cambió sus planes. El príncipe de Orleans tuvo que posponer su visita a Ginebra
El azar quiso que la emperatriz estuviese de visita en Ginebra y que Lucheni decidiese sustituir a un noble por otro. La señal al mundo sería la misma.
Por desgracia, Sissí era el último miembro de la casa real de los Habsburgo al que amaban incondicionalmente todos los austrohúngaros. Su muerte marco el principio del fin del imperio y el dominio de los que querían una patria para todos los germánicos, eso que Hitler llamaría la Gran Alemania.