83. The magazine of fantasy and sciencie fiction

Sin embargo, ocurrió algo muy extraño. A pesar de que en los sesenta no escribí ciencia ficción, seguía siendo uno de los Tres Grandes, en parte porque mis novelas se seguían vendiendo y también porque aparecía en antologías. No obstante, la razón más importante estaba relacionada con una decisión que tomé con la esperanza de llevar a cabo un determinado propósito y, para mi sorpresa, lo conseguí. (Mi puntería por lo general no es tan buena).

Sucedió gracias a la ayuda de Robert Park Mills, que primero fue director gerente de F&SF y después, a partir de septiembre de 1968, director, sucediendo a Tony Boucher. Bob Mills era alto y desgarbado, su mentón era tan anguloso y pronunciado que le llegaba justo hasta debajo de las orejas. Era otro de esos tipos que hablaba despacio y con un suave tono de voz. Había nacido en 1920 y, al igual que Fred Pohl, tenía unas pocas semanas menos que yo.

En 1957 nació una revista hermana de F&SF. Se llamaba Venture Science Fiction y Bob Mills fue nombrado director. Ansioso por intentar algo nuevo, me preguntó si estaría dispuesto a escribir una columna dedicada a las ciencias de manera regular para Venture.

Había seguido escribiendo artículos ocasionales de no ficción para ASF, pero no eran del todo satisfactorios. Campbell, que tenía las ideas muy claras sobre el tipo de artículo que quería, no me dejaba las manos del todo libres y, de vez en cuando, rechazaba mis sugerencias.

Lo que Venture me ofrecía no sólo era una columna fija, sino también las manos libres. Mientras cumpliera los plazos podía escribir sobre el tema que quisiera y del modo en que lo deseara. Esto era exactamente lo que andaba buscando y, puesto que no tenía miedo de ser incapaz de cumplir los plazos, acepté con un grito de alegría.

Rápidamente escribí un artículo para el número de enero de 1958 de Venture, el séptimo. Tres más aparecieron en los números siguientes, pero después del décimo la revista dejó de publicarse. Mis días como columnista científico habían terminado con tanta rapidez (y justo cuando le estaba cogiendo el ritmo) que me sentí muy disgustado.

Sin embargo, el 12 de agosto de 1958 fui a almorzar con Bob Mills. Acababa de convertirse en director de F&SF y sugirió que podía seguir con mi columna en esta revista, obviamente una salida mucho más estable de lo que había sido Venture.

Me alegré muchísimo. Acababa de tomar la decisión de no seguir escribiendo ciencia ficción, pero no quería abandonar mi actividad como columnista. Al escribir una columna de ciencia para F&SF aparecería todos los meses en una de las revistas más importantes y mi nombre seguiría sonando al público de este género.

Por supuesto, acepté, ya que los términos eran los mismos. Mientras cumpliera los plazos de entrega, tenía total libertad.

La revista y yo mantuvimos el acuerdo. Mi primera columna apareció en el número de noviembre de 1958 de F&SF, y desde entonces hasta ahora, durante más de treinta años, nunca he dejado de cumplir los plazos y todos los números han incluido un artículo mío, no importa las vicisitudes que me haya deparado el destino. Bob Mills y los siguientes directores también cumplieron el acuerdo. Nunca sugirieron un tema, nunca rechazaron un artículo y me enviaban puntualmente las galeradas para que me asegurara que todo era exactamente como yo quería que fuera.

Nunca me he aburrido de mis artículos de F&SF y siempre han sido mis favoritos (a pesar de que son los que peor me pagan por palabra). Aunque he escrito trescientos setenta y cinco, de unas cuatro mil palabras cada uno (un millón y medio de palabras), nunca me quedo sin ideas ni pierdo el entusiasmo.

Además, estos artículos han logrado lo que yo quería. Han mantenido mi nombre vivo para el público de la ciencia ficción y han garantizado, más que cualquier otra cosa, que siguiera siendo uno de los Tres Grandes. (También es verdad que el abismo de veinte años no ha estado desprovisto del todo de ciencia ficción, como explicaré a su debido tiempo.)

Bob Mills y yo siempre mantuvimos muy buenas relaciones. En mis artículos me refiero a él con frecuencia como “mi comprensivo director”. En realidad, los aficionados acabaron conociéndole por este mote. Cuando se retiró como director en 1962, Avram Davidson le reemplazó. Lo primero que hizo Avram fue decirme que no quería que le llamara “mi comprensivo director”.

No había ningún peligro. Avram era un escritor de primera y una persona irritable: nunca se me hubiera ocurrido tacharle de “comprensivo”.

Bob se convirtió en agente durante unos veinte años y después, a mediados de los ochenta, se fue a California. Murió casi de repente, en 1986, a la edad de sesenta y seis años.

Memorias
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