Feria V
Cuarta parte
Feria V
Déjese por esta vez al visitante la elección de las horas, porque las etapas del paseo no requieren luz especial para su cabal contemplación, si no es el patio de Fonseca, más bello en el atardecer que en otras horas del día.
Véase la capilla del Pilar, en un extremo de la Herradura[*], y, de regreso, el Colegio de San Clemente, junto a la puerta Fajera. Si Compostela está en fiestas, el alboroto de las barracas no dejará lugar a silenciosas contemplaciones; tampoco el colegio las requiere.
El de Fonseca, vecino a la catedral, plateresco, conserva un portal y una capilla de grande hermosura. Del patio, en el que crecen mirtos y rosales, ya se hizo mención. La torre es tópica en Compostela. Pared por medio se ha instalado una sección de estudios históricos gallegos.
Dedíquese la mayor parte de esta feria al descanso, o al curioso callejeo. Así como la regular liturgia deja un espacio para la individual actividad, debe el peregrino curioso dejar a un lado las prescripciones de esta guía y emprender, por su cuenta, personales investigaciones. Es la ocasión de repetir la visita a los lugares que más han impresionado, o de recrearse en la renovada contemplación de tal aspecto parcial, o de buscar los pequeños detalles sabrosos que sólo la personal sensibilidad descubre y aprecia. Se recomienda, pues, salir a la ventura, perderse por las calles, ver y escuchar.
La feria quinta se llama jueves en romance. Los jueves son días especiales en Compostela, y muestran una de sus facetas más curiosas y esenciales: nos revelan los fundamentos económicos de la ciudad, que no son, como antaño, las peregrinaciones, sino el campo y los campesinos. El jueves es día feriado. En la Herradura hay mercado ganadero. De treinta mil a cuarenta mil aldeanos llegan a la ciudad, pasan en ella el día, compran y venden. Las calles, ordinariamente plácidas, rebullen; ordinariamente silenciosas, se alborotan. El curioso de estas cosas podrá observar cómo es el campesinado el alimento racial de Compostela, cómo los rasgos faciales de los aldeanos coinciden con los de las gentes ciudadanas. En Compostela apenas si existe el proletariado sin vínculos con la tierra. Todo el mundo tiene aldea, no sólo el pueblo bajo. Acaso en esta circunstancia encuentre Santiago una limitación, pero es seguro que en ella reside su enorme fortaleza.