El magnífico señor barón de Rozmithal
Tercera parte
El magnífico señor barón de Rozmithal
Ved su nombre completo: barón León de Rozmithal de Blatna, cuñado de Jorge Podiebrad, rey de Bohemia. Lo de magnífico es adjetivo póstumo y un tanto caprichoso. Vino a Compostela en viaje de piedad, pero no fue la piedad la que le sacó de sus bohemias casillas, sino las ganas de ver mundo y de recorrerlo precedido de tan pomposo nombre y del misterio que le daba su naturaleza. Un bohemio, un gran señor bohemio. Suena a cosa de cuento con música de tziganos.
El barón de Rozmithal llegó a Compostela el 14 de agosto de 1466. Probablemente hacía un terrible calor, y una neblina rosada y sofocante envolvía las torres feudales y eclesiásticas. Compostela andaba por aquellos días metida en un buen jaleo, feudal también: Bernal Yáñez de Moscoso tenía preso al arzobispo y sus tropas cercaban la catedral, con buen puñado de clérigos y gentes de viso encerradas en ella. Todas las excomuniones habían caído sobre Bernal, y sobre sus soldados, y sobre sus amigos, y sobre quien cruzase palabra con él.
Cruzóla el barón, ignorante de los anatemas, para pedirle permiso y pasar sin dificultades militares al interior de la basílica: como quien dice, solicitó un salvoconducto por palabras de presente, y el feudal se lo dio; pero cuando el barón, con su lucido séquito, se aproximó a la puerta de Platerías, los mismos que le dieron la bienvenida le anunciaron su excomunión y la imposibilidad en que se hallaba de penetrar en el recinto sagrado.
Hubiera sido doloroso para León de Rozmithal renunciar a la entrada y el relato de las maravillas compostelanas que pensaba hacer en su tierra. Pero todo estaba previsto: la frecuencia de alteraciones en sagrado lugar habían aconsejado a la Santa Sede facilitar a los prelados compostelanos el levantamiento y suspensión de penas espirituales. Así se le anunció al visitante, quien, de rodillas en la escalinata, esperó, con sus amigos y criados, la salida de un vicario con acompañamiento de clérigos, cruz alzada y toda la ceremonia. Hubo los rezos de rigor y unos azotes simbólicos, tras de los cuales los visitantes pudieron entrar en la iglesia, de la que se maravillaron. Todo lo cual se refiere con puntos, comas y señales en el Itineris a Leone de Rozmithal, de que es autor un tal Schascheck, secretario del viajero. ¡Ah! Como a la salida tuviesen que hablar de nuevo con Moscoso y sus gentes, Rozmithal, con su séquito, quedaron otra vez excomulgados.