Memorial de arquitectos
Segunda parte
Memorial de arquitectos
El Hospital Real, fundado por los Reyes Católicos, cuyos retratos constan en medallones encerrados y cuyas flechas y yugos se repiten decorativamente por todas partes, debe sus líneas al arquitecto Enrique Egas, flamenco. Trabajaron en la obra Fray Manuel de los Mártires, que hizo dos patios; Pérez de Monroy, que trazó la escalera, y Cornelis de Holanda, artífice del altar del zaguán.
Juan de Álava y Rodrigo Gil de Hontañón trabajaron en el claustro y todas las edificaciones que lo circundan. El Colegio de Fonseca se debe también a Juan de Álava, y es notable su gracia plateresca.
Jácome Fernández y Leonel de Avalle planearon el Colegio de San Clemente, amplio y generoso de dimensiones, de graciosa portada.
Fray Gabriel Casas, monje benedictino de San Martín Pinario, hizo la iglesia de San Payo de Antealtares y concibió la obra total de su propio monasterio.
Simón Rodríguez y Melchor Prado Mariño, a quienes se supone escasa fantasía, proyectaron y realizaron la iglesia de San Francisco, y hay que consignar el escaso espíritu franciscano que les animaba.
Domingo de Andrade, en cuyo espíritu debía de sonreír un ángel, remató la Torre Berenguela e hizo otras obras, como la capilla del Pilar.
Casas de Novoa, de espíritu igualmente sonriente, planeó el Obradoiro, lo realizó y se murió tranquilo, como diciendo: «Ahí queda eso; a ver quién lo mejora». Y muchas cosas más en iglesias y monasterios compostelanos. Le debemos estimar inmediatamente después del maestro Mateo.
A Simón Rodríguez, autor de la fachada de Santa Clara, le tenemos por ingenio juguetón y divertido, porque otra cosa no es la referida fachada, sino una diversión y un juego hecho en piedra.
A Ventura Rodríguez se le recuerda aquí por la parte que hubo en la portada de la Azabachería, al norte de la catedral.
Y a Clemente Fernández Sarela —y con él cerramos el memorial— por la Casa del Cabildo, fachada nada más, verdadero telón de piedra para cerrar el conjunto monumental de Platerías. Descanse en paz su alma y las almas de los otros arquitectos.