Capítulo 22
Elin estaba sumida en el sueño erótico más increíble del mundo. Thane la estaba desnudando despacio, y besándole cada centímetro de piel que dejaba a la vista. Acto seguido, se encontró en una pesadilla, porque Thane estaba de pie sobre ella, mirándola con cara de furia.
—Levántate —le espetó. Después, con más suavidad, añadió—: Por favor.
Ella se incorporó de golpe, y permaneció desorientada unos segundos. Entonces, comenzó a percibir detalles: Thane no era una pesadilla, sino una realidad. El sol entraba por la ventana y lo iluminaba como si fuera una estrella del rock en el escenario. Las chicas estaban completamente despiertas, y lo miraban sin disimulo desde sus camas.
—¿Ocurre algo? —preguntó Elin, apartándose el pelo de la cara.
—No estás donde debes estar —respondió él. Se inclinó, la tomó en brazos y se la echó al hombro, como si fuera un bombero—. Sé que hice las cosas mal después de… después, y lo siento. Pero tienes que admitir que no estaba en mi sano juicio. Acababas de nublarme el entendimiento.
No. No era posible que él hubiera dicho eso.
—No me arrepiento de lo que pasó —añadió Thane.
—¡Un tío en la casa! —gritó Savy—. Buuu, buuu.
—Vaya, vaya —comentó Octavia—, Bonka está a punto de recibir su merecido.
«No puedo reírme». Cuando Thane se irguió, ella le golpeó la espalda.
—¡Thane Downfall! Bájame ahora mismo.
Él salió de la habitación. Lo último que vio Elin fue a Bellorie, riéndose como si acabara de tomarse un barril de cerveza.
—Querías que fuéramos amantes. Somos amantes. Querías que te diera lo que soy, y te lo he dado, lo bueno y lo malo. Querías espacio, y te di espacio. Ahora, vamos a hacer lo que yo quiero.
Thane al estilo cavernícola era muy excitante. Tal vez fuera el calor de su voz, o aquellos músculos apretados contra ella, pero Elin estuvo a punto de arder espontáneamente. Así, sin más.
—Veo que te gusta esa idea —dijo él, y con un tono de voz muy petulante—. Tu temperatura corporal ha subido diez grados en menos de un segundo.
Estúpida característica fénix.
—¿Y qué? ¿Qué vas a hacer al respecto?
Él entró al ascensor. Cuando las puertas se cerraron, la dejó deslizarse por su cuerpo hacia el suelo. Su erección quedó atrapada entre las piernas de Elin durante un momento sublime.
Él le rodeó la cintura con los brazos, y le dijo:
—Ya hablaremos de mis planes después de que me digas por qué no estás en tu nueva habitación.
—Bueno —dijo ella, jugueteando con el cuello de su túnica—. Para empezar, estoy enfadada contigo.
—Eso ya lo sé —dijo Thane—. Pero te pedí perdón, y tú me perdonaste.
—No te perdoné —protestó ella.
Él la besó con dulzura y suavidad.
—Entonces, te ruego que me perdones. De lo contrario, no sobreviviré.
Ella sintió un cosquilleo en los labios por el beso, y un cosquilleo en el alma por sus palabras.
—Está bien —dijo, con un suspiro—. Te perdono por cómo te comportaste. Pero has cometido otro delito más.
—Dime cuál es, y lo arreglaré.
—Me cubriste de esencia sin avisarme.
—No por elección propia —dijo él.
Un momento. ¿Acaso él no había querido marcarla? Vaya, vaya. Qué desilusión.
En realidad, nunca se había sentido enfadada porque él la hubiera cubierto de esencia. Solo estaba herida por el posible arrepentimiento de Thane, y había buscado una excusa para desahogarse.
—Entonces, ¿no querías que todo el mundo supiera que en este momento soy tu chica favorita?
Él le tomó las mejillas con las manos, y pasó los pulgares por sus labios.
—Kulta, quiero contárselo a gritos a todo el mundo.
Las puertas del ascensor se abrieron antes de que ella pudiera responder. ¡Había vuelto a ponerse romántico! Thane la sacó de la cabina, y los guardias asintieron a modo de saludo cuando entraron en la suite. Xerxes y Bjorn no estaban allí.
—Siéntate —le dijo Thane—, y hablaremos de la cuestión del dormitorio.
Ella no quería hablar de eso. Porque, aunque lo hubiera perdonado, no iba a salir nada bueno de que vivieran juntos. Cuanto más le permitiera formar parte de su vida, más difícil sería dejarlo.
—Solo voy a estar aquí durante unas cuantas semanas más, ¿no?
Él entrecerró los ojos.
—Sí —prosiguió ella, mientras se sentaba en el sofá—. No hay ningún motivo para que te tomes tantas molestias por mí.
Él se sentó a su lado y se la colocó en el regazo, a horcajadas.
—Yo decidiré las molestias que me tomo por ti.
Realmente, eso era muy dulce. Y la nueva posición era muy excitante.
—Sí, bueno, se supone que estamos pasándolo bien juntos, entreteniéndonos —le dijo, mientras se frotaba contra él perezosamente, y le arrancaba un jadeo—. Para eso no tenemos por qué vivir juntos.
Él le pasó los dedos entre el pelo, se detuvo en su nuca y la agarró.
—Si vivimos juntos, será más fácil entretenernos.
Ella se echó a reír, pero su carcajada se convirtió en un gemido de placer.
—Viviste con Kendra, y mira lo que le ocurrió.
—Tú no estás intentando esclavizarme.
—Eso no es lo que dijiste la semana pasada.
Él se puso muy rígido.
—Sabía que tampoco estaba perdonado por eso.
Ella le mordisqueó el labio inferior.
—Mira quién fue a hablar. El rey de los resentimientos. Pero, sí, te he perdonado. Y lo digo de verdad —respondió. Después, bajó la voz de una forma seductora, y añadió—: Ya me vengué, ¿no te acuerdas?
A él se le aceleró el pulso.
—Pero, Thane… creo que lo mejor sería que, de ahora en adelante, fuéramos amigos en vez de amantes.
Mejor, pero seguramente imposible.
—¿Mejor para quién?
—Para mí. Para ti. Yo me voy a marchar muy pronto, y…
Él la interrumpió.
—Vamos a ser amigos y amantes, y no hay nada más que decir.
—Trato hecho.
Él entrecerró los ojos.
—Acabas de engatusarme para conseguir exactamente lo que querías desde el principio, ¿verdad? —le preguntó y, antes de que ella pudiera responder, él añadió—: Entonces, ¿vas a dejarme entrar en tu cuerpo, pero no quieres vivir conmigo?
—Pues, en resumen, sí.
Él se puso en pie, y ella se deslizó hasta el suelo. La mirada que le lanzó Thane… hizo que su temperatura aumentara otros diez grados.
—¿Solo quieres sexo? ¿Nada más?
No.
—Sí.
Oh, no lo sabía.
—Muy bien —dijo él, con tirantez—. Pide, y recibirás.
La tomó en brazos y la llevó a su habitación, donde la dejó sobre la cama. Ella habría botado por el impacto, de no ser porque él se tendió sobre ella inmediatamente, y la besó salvajemente. Su lengua y su boca se hicieron exigentes y le crearon necesidad, hambre y obsesión.
Le dio una muestra de lo que podría tener.
Sin embargo, después suavizó el beso, cambió la pasión desatada por una actitud más fría y calculadora, y ella gimió de desilusión. Él comenzó a mover la lengua con una deliberación lenta, como si ya no sintiera el impulso de las emociones. Como si no le importara nada su respuesta, solo su propia satisfacción.
—¿Te gusta esto? —le preguntó, y le acarició el pecho de una forma superficial. Después, bajó hasta su sexo, pero no tocó el centro de su necesidad, sino que la sujetó como si fuera de su propiedad—. ¿Es esto lo que esperabas?
Aquellas acciones la dejaron extrañamente vacía.
—¿Tha-Thane? —preguntó ella, con inseguridad.
Él levantó la cabeza y la miró fijamente. Sus ojos también estaban desprovistos de toda emoción.
—Calla. Mis mujeres no tienen permitido hablar.
Ella sintió una punzada de dolor.
—Entonces, ¿para qué me has hecho esas preguntas?
—¿Y qué importa? ¿Por qué te quejas? Esto es lo que querías.
Elin se dio cuenta de que la estaba manipulando, y quiso enfadarse. Sin embargo, le resultó imposible sentir ira. Claramente, le había hecho daño al empeñarse en tratarlo como si fuera una aventura pasajera.
—Sí, pero yo pensaba que…
—Sé lo que pensabas —dijo él, y la acalló con otro beso frío y lento.
Ella le golpeó los hombros… sus hombros gloriosos, fuertes y anchos… Y, entonces, sin pensarlo dos veces, le agarró la camisa y se la quitó. Piel desnuda. Sí. Le pasó las uñas por los pectorales, y a él se le escapó un silbido de aprobación.
—Dame todo lo que me has dado antes —le exigió.
—¿Todo? —preguntó él, gruñendo.
—Sí. Sí, todo.
Entonces, tiró de él hacia sí para besarlo de nuevo, y se hizo con el control de la situación. Metió la lengua en su boca, con dureza, profundamente, y no pasaron muchos segundos antes de que él le arrebatara las riendas y la besara, aún, con más intensidad. Thane también le quitó la camisa a ella y, después, el sujetador, liberando sus pechos del confinamiento.
Mientras le besaba y le lamía el cuello, le acarició los senos con sus enormes manos, y le pasó los dedos pulgares por los pezones. Y no de una manera superficial.
—Así —dijo ella, y gritó su nombre cuando él le succionó el pulso del cuello.
Entonces, Thane se incorporó y se sentó, jadeando, sin dejar de mirarla. La miró a los ojos, que estaban entrecerrados. A sus labios separados, húmedos e hinchados. Miró su pecho, que subía y bajaba con fuerza a causa de su respiración agitada, y su vientre, que temblaba.
—¿Estás segura de que lo que quieres es esto? —le preguntó.
—¡Sí!
Le arañó suavemente los músculos tensos del estómago, y pasó los dedos por el rastro de vello rubio que llevaba hacia la cintura de su pantalón.
Él le separó las piernas y preparó un acomodo perfecto para su cuerpo. Después, se tendió sobre ella y creo una fricción ardiente.
—Es estupendo —gimió ella.
—Puede ser mejor aún —respondió él, y comenzó a lamer y besar sus pezones.
Elin movía la cabeza de un lado a otro sobre la almohada, perdiéndose en aquellas sensaciones.
Estaba muy tensa, y la espalda se le arqueó involuntariamente. Pasó las manos por debajo de sus alas, y palpó aquellos músculos duros.
Él deslizó los nudillos por su estómago y metió la mano por debajo de la cintura del pantalón; justo antes de deslizar los dedos dentro de sus braguitas, se detuvo.
—Me arden las manos —dijo, con la voz ronca.
Oh, sí. Le ardían, y ella absorbía todo aquel calor por la piel. Aquella temperatura le tocaba todas las células y la encendía por dentro.
—Lo sé.
—Es la esencia.
Aquel tono de voz tan tenso… ¿Qué era lo que estaba intentando decirle? Ella no podía…
Ah. La esencia. Su forma de marcarla.
Elin recordó que se había quejado por ello, y supo que Thane creía que no debería tocarla, y que no podía marcarla sin permiso.
¡Qué estúpida había sido!
—Me equivoqué. Lo deseo. Lo necesito. Por favor, Thane —gimió, con desesperación—. Quiero que la pongas hasta en el último centímetro de mi cuerpo.
Él hizo un gesto negativo con la cabeza.
—Yo no marco a las conquistas pasajeras.
Entonces, ella se quedó inmóvil; solo su pecho se movía, se elevaba y descendía rápidamente, al ritmo de su respiración. Demonios, Thane tenía razón. Podía tener una relación ardiente, con lazos emocionales, o una relación fría, con seguridad emocional.
—Yo… no quiero ser una conquista pasajera.
—¿Vas a quedarte en la suite?
—Sí.
Al segundo, él perdió el control, y comenzó a marcarle la cara, el cuello, el pecho y el estómago. Después, deslizó los dedos bajo su pantalón, bajo sus bragas, y ella se puso tensa esperando el delicioso momento en que… ¡Ah! ¡Sí! Por fin, él le acarició el centro de su necesidad. Aquel calor que desprendía Thane, y el hecho de saber que su esencia estaba allí… «Tal vez estalle en llamas, finalmente». Arqueó las caderas, siguiendo sus movimientos, para prolongar el contacto.
Thane metió un dedo en su cuerpo, profundamente, y ella gritó, elevándose para atraparlo más aún.
—Tú fuiste hecha exactamente para mí, kulta.
«Tú también fuiste hecho para mí».
Un pensamiento que debería analizar más tarde.
Estaba demasiado cerca del clímax.
—Por favor —dijo ella, persiguiendo la sensación con las caderas.
Thane añadió otro dedo al juego, y le presionó, con la palma de la mano, el lugar en que más lo necesitaba. La expandió, la deleitó. Y, aún así, ella no llegó al éxtasis.
—No es suficiente, ¿verdad, kulta?
«Casi no puedo respirar». Estaban escapándosele sonidos de la garganta. Tal vez, gimoteos. El placer era tan intenso que bordeaba el dolor. Tuvo que aferrarse a sus hombros.
—Eres tan ardiente, tan ceñida… Estás tan húmeda… —dijo él. Tenía una mirada llena de desesperación, de necesidad, y Elin se sintió muy poderosa al constatar que los sentimientos de Thane estaban a la altura de los suyos—. No puedo esperar más. Tengo que tomarte.
—Sí.
Él se irguió y se abrió el pantalón. No se molestó en bajárselo. Con una mano, se agarró el miembro por la base y, con la otra, desnudó a Elin. Después, se hundió en su cuerpo.
En aquella ocasión, no hizo las cosas gradualmente. Tomó. Lo tomó todo. Ella llegó al éxtasis a la tercera de sus embestidas, gritando su nombre, y sus músculos internos se contrajeron alrededor de su miembro. Él emitió sonidos guturales mientras se retiraba… y volvía a acometer. Después de aquello, ya no hubo dominio alguno. Él comenzó a embestir contra su cuerpo, cada vez más rápidamente y con más fuerza, y creó un ritmo que volvió a anegar de placer a Elin.
—Otra vez, kulta —le ordenó.
Sí. Sí. Ya estaba a punto de alcanzar otro orgasmo, y la sangre le ardía. Lo besó apasionadamente. Tenía una necesidad incontrolable de devorarlo, de ser consumida por él.
—Me estoy acercando —dijo él, entre jadeos—. ¿Puedes tomar más?
—Sí. Dámelo.
Él estiró los brazos, y se agarró al cabecero de la cama, para entrar más profundamente en ella, con más fuerza. Elin lo rodeó con las piernas y alzó las caderas; la cama se movió con las acometidas de Thane, y golpeó la pared.
Por fin, ambos se rindieron al placer. Ella gritó su nombre en pleno éxtasis, y él la siguió, rugiendo de placer, hundiéndose en su cuerpo con todas sus fuerzas. Después, se desmoronó sobre ella, y su peso la inmovilizó, pero a Elin no le importó.
—Esta vez no te vas a escapar —le dijo él, con la voz enronquecida.
Temblando, Elin lo abrazó.
—No hay ningún otro sitio al que quiera ir —dijo.
Y se asustó al darse cuenta de lo cierto que era.