CAPITULO 13

Con los Escribas

Le acompañaron hasta la entrada de la cueva, pero una vez allí le dejaron solo.

- No nos gusta este lugar -fue la única explicación que le dieron.

La verdad es que no podía estar más de acuerdo con ellos. Var Alon era un lugar bello, un hermoso paraíso, olvidado vestigio de una Era ya perdida en la marea del Tiempo. Únicamente aquella cueva recordaba a aquellos otros tiempos, ahora una pincelada de oscuridad al entorno: La Cueva de los Escribas.

La propia Reina Esmeralda fue a sus habitaciones poco después de amanecer. Jack, aún aturdido por los sucesos del día anterior no supo si la Señora de los Elfos venía a comunicarle algo importante o para censurarle por haber sido capaz de acercarse a su hija.

- Los Escribas han pedido verte hoy, Jack –comunicó.

Así que era eso. Se vistió rápidamente y suspiró aliviado al saber que Coral no le había contado nada.

Él mismo se sentía confuso por todo lo ocurrido la tarde anterior. Quien tantas veces se peleara con Coral, el que pensaba que su vida habría sido mucho más tranquila si no la hubiera conocido, la había besado. ¡Dioses, cómo había podido hacer semejante cosa! Lo peor era que el beso había partido de él mismo. Fue Jack mismo quien inició el beso y no al revés.

Aún no entendía por qué lo había hecho, pero recordaba aquel momento como extremadamente agradable, a su lado había tenido una chica que le parecía verdaderamente bella y atractiva, y luego…, luego su memoria se perdía en confusos pensamientos.

¡Qué vergüenza! No había vuelto a ver a Coral desde aquel embarazoso episodio, y lo agradecía enormemente, pues 279

necesitaba tiempo para pensar. Fuera como fuese ella se había retirado, pero por una fracción de segundo tuvo la certeza de que a ella le había gustado.

“¿Me estaré enamorando de esta condenada elfa?”, iba pensando en el mismísimo umbral de aquella tenebrosa caverna. No tuvo tiempo para detenerse en aquella idea más tiempo. La voz que se escuchó en el silencio opresivo del interior borró de su mente nada que no fuese lo que tenía delante.

Dos hermanos para devolverle la gloria, dos espadas para enterrarle de nuevo, ambos distintos, ambos opuestos,

uno por la luz, otro por la sombra, ambos unidos en lo más hondo de su memoria.

- Pero sólo uno de lo hermanos ha venido a nosotros -dijo otra voz.

- El otro está perdido –contestó una tercera.

Perdido, perdido, perdido… El eco de la cueva reverberó durante largo rato, y a la débil penumbra de la escasa luz que llegaba hasta aquel lugar, Jack contempló un pequeño grupo de figuras diminutas y cubiertas por túnicas negras.

“¡Pero si son niños!”. Tenían que serlo, su altura no indicaba lo contrario.

- Un hermano, con una espada -habló de nuevo la primera voz.

- La otra está perdida también.

- ¿Perdida? -replicó la primera, como si compartieran una broma secreta.

- Sólo el corazón del grande entre los grandes podrá devolverle su luz -respondió de nuevo el primero-. Pero él no está aquí.

- Cierto, hermano, eso es muy cierto.

Jack tragó saliva y avanzó unos pasos. No sabía por qué, pero en esos momentos sintió la tentación de desenvainar 280

a Venganza, y eso fue lo que hizo. El negro acero salió de la vaina con un sonido agudo que vibró en la cueva. Se oyeron varios chillidos, y Jack supo que provenían de las criaturas que tenía delante, parecían haberse excitado mucho al contemplar la espada.

- ¡La espada del No Muerto! -susurraron algunos.

- Él vino una vez a nosotros.

- Hace ya tanto tiempo, tanto… -la voz sonaba compungida, como si lamentara la larga vida que había tenido.

- Nos pidió entonces respuesta a sus preguntas, ¿recuerdas, hermano?

- Sí, pero no se las dimos -rió de una manera que hizo que a Jack se le pusieran todos los pelos de punta.

“Terminemos de una vez con esto”.

- Me llamo Jack -anunció con voz poderosa, que se impuso a los suaves chillidos de aquellos seres-. He venido buscando vuestra ayuda por gracia de la Señora Esmeralda, vuestra Reina. ¿Me la prestaréis?

- ¡Nuestra Reina, dice!

- El muchacho es valiente pero insensato.

- Fracasará en su misión, fracasará…

- ¡Basta! –se impuso una voz más grave que las demás. Jack vio que una figura, igual de pequeña que las restantes, se acercaba hacia donde él estaba, sin prestar la más mínima atención a la espada que portaba-. Deseo conocerte, Jack de Vadoverde.

- ¿La Reina os dijo que vendría? –preguntó.

- Lo hizo, en efecto, pero era innecesario pues estaba escrito que hoy vendrías a nosotros -dijo la achaparrada figura.

- ¿Y si no lo hubiera hecho? -preguntó, un poco a la defensiva. Estaba deseando pillar a aquellas personitas en un error.

- Pronto lo verás -el hombrecillo llegó a su altura y entonces se quitó la capucha.

Así fue como Jack conoció a uno de los Escribas, y fue tal el horror que sintió que en aquel lugar y momento gritó como nunca lo había hecho. Había visto otros casos de 281

deformidades con anterioridad, contemplado con tristeza el semblante de su amiga Karina, marcado para toda su vida, pero nada de lo visto era comparable a lo que estaba frente a él a la tenue luz de la gruta. Los Elfos eran a los Escribas lo que la Luz a la Oscuridad, pues los dioses pedían equilibrio, equilibrio en todas las cosas. Sólo cuando el último de los elfos desapareciera de la faz de la tierra, los Escribas abandonarían el mundo, pues ellos no estaban allí para disfrutar de la vida tal y como Jack la conocía sino para proporcionar equilibrio. Así era la larga vida de los Escribas; con el único deseo de poder morir en cuanto les fuese permitido.

Jack se conmovió al comprender la verdadera naturaleza de los Escribas, el verdadero umbral del sufrimiento de aquellos seres deformes y horribles a los ojos del mundo.

- No padezcas por nosotros, Jack de Vadoverde -dijo el hombrecillo-. Es nuestro destino, llevamos el suficiente tiempo en el mundo como para haberlo aceptado. Sé bienvenido a nuestra cueva. Soy Evor, la Voz de los Escribas.

- ¿Sois…, sois todos iguales? -preguntó él, mirando a los demás.

- Sí, pero ellos hace tiempo que enloquecieron, soy el único que queda capaz de mantener una conversación con los humanos a un nivel entendible para vosotros -explicó.

- ¿Cuánto tiempo lleváis aquí?

Aquello fue como abrir las compuertas de un dique, y todos empezaron a hablar a la vez.

- Estábamos aquí cuando el dios Gwaeron creó a los Elfos…

- También cuando los Uruni, a los que vosotros llamasteis gigantes, desembarcaron desde las lejanas tierras del Este, y les trajimos regalos, y los dioses les dieron el poder del Cantar, para así poder crear los más bellos objetos que jamás se hayan visto sobre esta tierra…

- Luego llegaron los hombres por el Oeste, y también les trajimos regalos, pero nos los arrojaron a la cara y lo que nos devolvieron fue ruina y destrucción, estalló la guerra entre 282

Hombres y Elfos, hasta que finalmente los Elfos terminaron inclinando la rodilla ante el Trono del Dragón…

- Fuimos testigos de cómo Dagnatarus creó el hierro y más tarde vimos nacer a la hija de la noche y del hierro, y él perdió entonces la cordura, como estaba escrito que sucedería…

- Y el hierro negro mató la magia, y entonces comenzó la guerra, pero también estábamos allí para dar testimonio de aquello, hermano, ¡oh, sí!, claro que estábamos.

- Vimos cómo la niña oscura silenciaba el Cantar para siempre, y sus semblantes ahora de fría piedra claman al cielo pidiendo la liberación…

- Contemplamos el nacimiento del hijo de la Luz y las Tinieblas, en las más negras cámaras de la Torre Oscura, pero ella ocultó al niño en secreto, y le pidió al Gran Bosque que lo protegiera de él…

- Luego él la mató ante la Puerta Negra, después de eso usó a la niña oscura para desatar su odio y locura desde lo más alto del pico que llamaban Gar Mordeth, y la guerra acabó entonces, y nosotros pudimos dar fe de ello, pues estábamos allí para hacerlo.

- El hierro fue prohibido entonces, y el dios Tror llamó a sus hijos para que sembraran el caos en la Tierra de los Caballeros…

- Pero Telmos subió a lo más alto de la Torre del Crepúsculo, y allí el rey imploró su ayuda, como estaba escrito que volviera a suceder sólo una vez más en la historia del hombre, y bajó con un cuerno en la mano, regalo de su dios…

- Sin embargo, el Cuerno se perdió años después, y el Gran Bosque se lo quedó para él…

- Y más tarde el Caballero Ragnar escuchó la voz del dios de hierro, y acudió al bosque, y en un claro a la luz de luna vio por primera vez La Academia, y allí fundó la Hermandad del Hierro…

- Allí acudimos nosotros, para hablar con la Voz de los Dioses, como siempre hemos hecho, y prevenimos al primero de los Maestres de hierro acerca del No Muerto, hermano, sí que lo hicimos, y por primera vez se escucharon de nuestros 283

labios los versos de la profecía de aquellos por los que la sangre del No Muerto correrá por sus venas…

- En ese lugar nos encontrábamos, al igual que estaremos cuando toda esta historia llegue a su fin, hermano.

Jack miró a un lado y otro totalmente aturdido, hasta que Evor salió en su ayuda.

- No les prestes atención -recomendó-. Han sufrido mucho en esta vida, y sus mentes no andan bien del todo.

- ¿Es…, es cierto que habláis por boca de los dioses? -

preguntó, mirando a aquellas criaturas deformadas lastimosamente.

- ¿Quién puede decir lo que es cierto y lo que no, en los tiempos que corren? -se encogió de hombros el Escriba-. En estos momentos tengo dos certezas en la vida: la primera es que algún día mi sol se extinguirá; y la segunda es que si has acudido a nosotros es porque quieres librarte de la lacra que la espada de Dagnatarus ha dejado sobre ti.

Jack dejó de mirar al resto de Escribas y clavó sus ojos en la rechoncha figura de Evor, por muy repugnante que pudiera parecerle.

- Tengo miedo de lo que la espada de Dagnatarus pueda hacerme, así es -comenzó a decir-. Mis cabellos se tornaron blancos la primera vez que…, la primera vez que maté a alguien con ella.

- En efecto, cuando acabaste con la vida de Dagmar, que fuera esposo de la Reina de Var Alon una vez.

Se quedó mudo por el asombro.

- ¿Cómo…? -que él supiera, sólo a Gerald, el hermano de Coral, le había confesado quién era la persona a la que mató en Vaer Morag.

- Sabemos muchas cosas, Jack de Vadoverde. Conocimos en su día que Dagmar tendría que abandonar Var Alon, pues si se hubiese quedado aquí, tú habrías muerto en la Ciudad donde la Muerte Cabalga de Noche. De la misma manera supimos que si su hija no iba a la tierra de los Caballeros, tú habrías muerto.

También que si ella no permanece contigo hasta que todo esto llegue a su fin, tú morirás y el No Muerto hallará su victoria.

- ¿Coral? ¿Debe estar a mi lado?

Evor asintió con la cabeza.

- Así es. También ella debe jugar un importante papel en todo esto.

Aquello fue como abrirle la puerta a un huracán.

- Será un escudo contra la venganza, en la Tierra de los Caballeros comenzará su camino -cantaron las voces de los Escribas-. Pero la venganza ya está aquí, ya está aquí…

- ¡Terrible elección! ¡Qué terrible elección! Luz, oscuridad,

¿cuál elegirá?

- ¡Silencio! -acalló Evor. Las voces se detuvieron abruptamente. Se giró hacia Jack-. Ahora encarguémonos de lo que te ha traído hasta aquí, Jack de Vadoverde…

- ¡La espada! -Jack alzó a Venganza y los Escribas chillaron espantados, como si su sola visión les aterrorizara-. Me obliga a hacer cosas, hace que yo…

Él asintió con suavidad, como si no hiciera falta que le explicara más. Jack se tragó sus reticencias y miró directamente al Escriba a los ojos.

- ¿Podéis ayudarme?

- Podemos indicarte el camino -contestó simplemente-. Pero no podemos ayudarte, ¡oh, no!, tendrás que tomar tu decisión tú mismo.

- ¿A qué te refieres?

El Escriba le señaló las profundidades de la cueva.

- Sigue caminando, allí descubrirás lo que te hace falta para tomar tu elección. ¡Todo es elección, Jack de Vadoverde! Tú la tendrás que hacer, así también Coral y varias personas que conoces antes de que llegue el final, y de eso dependerá que el mundo vuelva a ser el que era o se cubra de tinieblas.

- ¿Y cómo podré saber qué elección tengo que tomar?

¿Respecto a qué? Lo único que quiero es poder manejar a Venganza sin que cada vez que la use tema perder el control.

¡Los dioses me ayuden! Hay veces que quisiera perder el control.

- Debes entrar ahí y hacer una elección -insistió sin más el Escriba.

Jack le lanzó una mirada suplicante, y por una vez el corazón del Escriba pareció ablandarse.

- La espada te poseerá si detecta que es el fondo de tu corazón lo que te induce a hacer las cosas que has hecho. En su momento percibió que deseabas matar a Dagmar, así como al bandido llamado Toro que os retuvo en el valle de Asu.

- ¿Y qué más?

Evor le dijo la verdad.

- Si percibe que poco a poco tu corazón se llena de oscuridad, te irá lentamente corrompiendo y al final serás uno de ellos.

Ése es el plan de Dagnatarus, desea que seas tú el que venga a él. Por eso es tan importante que ahora renuncies a Venganza.

De otro modo, cada vez que la uses irás perdiendo los lazos que te ataban a la causa de aquellos a los que llamas tus amigos, hasta que un día te encuentres con que sirves a los propósitos de Dagnatarus, tal y como él desea.

- ¡Jamás! -gritó.

Pero, ¿era cierto? ¿Y si tuviera poder para hacer lo que él quisiera? Se vio a sí mismo matando a Lord Drevius, obligando a Coral a que le entregase su amor a él, sólo a él, y en ese momento su corazón se llenó de dudas. No podría hacer nada semejante mientras siguiera siendo la persona que era ahora, pero sabía que si renunciaba a lo que era y se acogía a la causa de Dagnatarus, él le aceptaría de buena gana.

Triunfarían sobre todos los demás y tendría poder para hacer lo que quisiera, lo que quisiera.

Miró a Evor asustado.

- Necesito ayuda antes de que sea demasiado tarde.

- Pues entra ahí, y vuelve a nosotros una vez hayas hecho tu elección, Jack de Vadoverde -asintió él, mostrándole las oscuridades de la cueva.

Así fue como Jack, con la espada negra que una vez fuera de Dagnatarus, se adentró en las profundidades de la Cueva de los Escribas, de esa forma se convirtió en el primero hombre que lo hacía.

Y allí Jack hizo su elección.

Justicia
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