EL ÚNICO
¿Qué es lo que me ata
a estas antiguas y sagradas costas,
y me mueve a amarlas
más que a mi propia patria?
Como vendido
en celeste esclavitud,
allí estoy yo, en un lugar en el que Apolo
anduvo con figura de rey,
y donde Zeus descendió
hacia jóvenes llenos de inocencia, y por medios divinos
engendró hijos e hijas,
El Alto entre los hombres.
Elevados pensamientos
y numerosos
surgieron de la cabeza del Padre,
y grandes almas llegaron
de él hacia los hombres.
Y he oído hablar
de la Elide y de Olimpia
he subido a lo alto del Parnaso
y a los montes del Istmo,
y, al otro lado, en Smirna, y descendiendo,
he visitado Éfeso.
He visto muchas cosas bellas
y he cantado la imagen de Dios
que vive entre los hombres.
Y sin embargo, oh dioses antiguos,
y vosotros todos,
hijos valientes de los dioses,
hay Uno al que yo busco, que es
el que más amo de vosotros.
Es el vástago último de vuestra raza,
la joya de la casa, que a mí,
como a un huésped extraño, me ocultáis.
¡Maestro y Señor mío!
¡Oh tú, mi Guía!
¿Por qué has permanecido
tan lejos? Y cuando
preguntaba a los ancianos,
los héroes
y los dioses, ¿por qué
estabas ausente? Y ahora mi alma
está llena de penas,
porque —como si vosotros, oh Seres Celestiales, estuvierais celosos—
cuando venero a uno, me hacéis padecer la falta de otro.
Sin embargo sé que es mía
la culpa, porque demasiado
¡oh Cristo! dependo de ti,
aunque tú eres hermano de Heracles
y —con audacia lo digo— hermano
también de Dionisos, que al carro
unció tigres, y hasta el Indo
instauró un culto jubiloso,
estableció viñedos
y amansó la furia de los pueblos.
Pero el pudor me impide compararte
con los hombres del mundo.
Aunque sé muy bien
que aquel que te engendró, tu Padre,
es el mismo - - - - -
Pues nunca reina solo.
Pero hacia Uno sólo
se orienta el amor. Esta vez
ha brotado del corazón,
en exceso, mi cántico.
Pero remediaré mi falta
cuando entone otros cantos.
Nunca he encontrado, aunque lo he pretendido,
mi medida. Pero un dios sabe
cuándo llegará lo que siempre he deseado:
lo mejor. Así estuvo el Maestro,
que fue sobre la Tierra
un águila cautiva,
y muchos
de aquellos que le vieron, se asustaron,
mientras el Padre, en un supremo esfuerzo,
ejerció lo mejor de su poder entre los hombres,
y el Hijo, muy consternado también
estuvo hasta la hora
en que subió, con el viento, hasta los Cielos.
Como la suya, cautiva está el alma de los héroes.
Es necesario que también los poetas,
aunque espirituales, sean del mundo.