GANÍMEDES

¿Cómo? ¿Duermes, hijo del monte, recostado sin ánimo, encogido,

pasando frío en la desierta orilla, cargado de paciencia?

¿Te olvidas de la gracia con que antaño calmabas

la sed de los dioses, sentados a la mesa?

¿No reconoces, abajo, a los heraldos del Padre,

el juego de los vientos silbando en el barranco?

La palabra, llena del viejo espíritu,

del hombre que tanto ha caminado, ¿acaso no te alcanza?

Ya resuena sin embargo en su pecho. De lo hondo brota,

como entonces, cuando dormía arriba entre las rocas,

un impulso en él. Se libera con cólera

de las cadenas, y torpemente

se apresura. Se burla del grillete ahora,

lo coge y lo quiebra, y lanza los pedazos,

ebrio de rabia, como un juego, aquí y allá,

a la orilla al acecho, y al oír

la rara voz de un extraño se alzan los rebaños,

se estremecen los bosques, lejano el campo

oye el hondo espíritu del río, y estremeciéndose

se alza de nuevo el Espíritu en el centro de la Tierra.

La primavera llega. Y cada cosa florece a su manera.

Pero él está ya lejos. No está junto a nosotros.

Errante ha caminado. Grande es la bondad

de los Espíritus. Ahora es el cielo el lugar de sus coloquios.