VULCANO
Ven ahora, amable Espíritu del fuego, envuelve
en nubes el tierno corazón de las mujeres,
en sueños de oro, protege
ese sosiego en flor de la bondad infinita.
Deja al hombre sumido en ideas y negocios,
a la luz de una vela, disfrutando
del día que transcurre, haz que no sea grande
su inquietud, las penas que le abruman.
Y ahora el colérico Bóreas, mi feroz enemigo,
en la noche cubre los campos con la helada,
y más tarde, en la hora del reposo,
se burla de los hombres y entona su espantoso canto,
y rompe las murallas de la ciudad y los cercados
que hemos alzado cuidadosamente, y destroza
el bosque silencioso, y llega incluso, devastador,
a perturbar mi alma que se ha alzado en canto,
y bramando incansable agita sus negros nubarrones
sobre el plácido río, y los extiende alrededor del valle,
y hace que como hojas secas caigan
rocas de las colinas que ha reventado antes.
Más piadoso sin duda que los demás vivientes
es el hombre. Pero si percibe en su entorno la cólera,
se domina a sí mismo, y piensa y se serena
en su segura choza, porque ha nacido libre.
Y siempre habita un amistoso Genio
junto a él y le bendice, y cuando
se encrespan las fuerzas desatadas
a su lado está el Amor amándole.