2. MÁS PODEROSOS QUE LAS MULTINACIONALES: LOS VERDADEROS AMOS SECRETOS DEL MUNDO
La masa de capital «errático» que se mueve de un país a otro en operaciones especulativas y en transacciones bancarias encubiertas —créditos a países con comisiones astronómicas que «evaporan» a través de cuentas numeradas, compras de oro de las que sólo tienen noticia los bancos que intervienen en ellas y que encubren operaciones ilegales, financiación de la droga y de su intercambio por armas y «lavado» en general procedente de actividades delictivas— es superior al que se forma con las operaciones industriales y comerciales de las compañías transnacionales o multinacionales. El comportamiento del capital «errático» y la elección de su emplazamiento, a través de una red bancaria internacional fuera del control de los Gobiernos, han creado una espiral especulativa que acelera el proceso de desindustrialización y crea las condiciones de la depresión económica más grave de la Historia.
En la época de formación de las tendencias monopolistas se podía decir con relativo acierto que «lo que era bueno para la General Motors, era bueno para Norteamérica». Y así, sucesivamente, las grandes compañías siderúrgicas, metalúrgicas, mineras, de telecomunicación, alimentarias y de producción de bienes de equipo intervenían en la política mediante la captación de personalidades públicas y colocaban emisarios en los puestos más altos de la Administración. La «política de la cañonera» era un recurso habitual para obligar a determinados países a respetar los intereses de las multinacionales que operaban en ellos y aun para exigir el pago de empréstitos. Con independencia de que la «política de la cañonera» es hoy más sutil y que los Gobiernos poderosos disponen de procedimientos tan enérgicos como aquélla, las empresas multinacionales no representan hoy la amenaza mayor contra la soberanía de un país. En primer lugar, no se puede hablar estrictamente de situación de monopolio. La mayoría de las multinacionales ha visto nacer y desarrollarse competidoras en su propio país y en otros y casi todas ellas cuentan con una o varias rivales de parecido tamaño. Cada vez es más difícil sostener acuerdos para el dominio del mercado y de las fuentes de aprovisionamiento de materias primas. En segundo lugar, las multinacionales deben realizar un esfuerzo muy serio en inversiones para no quedar rezagadas en el campo de la investigación. Por último, el producto que ofrecen es la mayoría de las veces imprescindible para el funcionamiento económico de los países. Es cierto que los países madre de las multinacionales se benefician prioritariamente del producto de éstas y que los países secundarios contribuyen, mediante la compra de tecnología de generación anterior, al perfeccionamiento y abaratamiento de los procesos de fabricación, pero también es cierto que los países secundarios no tienen otra salida para emprender su propio desarrollo. Algunos de estos países han entendido la situación, aceptando la obligatoriedad de los hechos, y han asimilado rápidamente una serie de conocimientos importados que les permiten iniciar una vía propia de desarrollo.
Las multinacionales, por su parte, han aprendido otra lección, conscientes de que no es posible ya, en términos generales, recurrir a la «política de la cañonera», ni proceder a una explotación abusiva de la fuerza de trabajo. En este sentido, es preciso señalar que muchas industrias indígenas practican una política laboral sin comparación más sangrante que la de las multinacionales. Y en el aspecto de la protección del medio ambiente, éstas incorporan al proceso de producción sistemas que no suelen emplear aquéllas. Por último, las empresas multinacionales de producción y de servicios vuelven a invertir en actividades productivas buena parte de sus beneficios y cumplen sus obligaciones fiscales con la severidad requerida.
UNA CRISIS PROVOCADA
Se puede afirmar, como veremos a continuación, que el caos económico actual, la pavorosa crisis que ha hundido en la miseria a decenas de países y sumido en el paro a decenas de millones de trabajadores, no tiene su origen en la actuación de las empresas multinacionales. La crisis moderna del capitalismo no es fundamentalmente endógena, como suele explicar cualquier texto clásico. Es una crisis provocada. Forma parte de una estrategia que persigue el hundimiento del propio sistema, no para superarlo sino para negar todos sus avances. Por la propia fuerza dialéctica del capitalismo, con experiencia para resolver las crisis cíclicas, habría debido encontrar ya la vía de salir de la prolongada crisis actual.
No puede hacerlo porque grupos oligárquicos muy poderosos la han programado y la sostienen a la espera de que reproduzca el hundimiento definitivo. ¿Aun al precio de destruirse a sí mismo?, sería la réplica al planteamiento. Lo que ocurre es que estos grupos oligárquicos viven del sistema, se reproducen con él, pero no son el sistema. Persiguen el hundimiento de la sociedad moderna y tratan de resucitar esquemas del pasado porque el desarrollo de la sociedad moderna, especialmente con el triunfo de la revolución científico-técnica, les ha colocado en una situación límite. Saben que pueden desaparecer con ella y utilizan su inmenso poder económico y las poderosas organizaciones mundiales que controlan para acelerar la crisis, provocar el debilitamiento de los Estados Unidos, desestabilizar la Unión soviética y expandir por el mundo los fenómenos desintegradores al estilo de los fundamentalismos religiosos y del irracionalismo.
LA GRAN CORRUPCIÓN PASO A PASO
Durante las últimas décadas —dice Renee Sigerson, economista norteamericano—, la institución dominante en las relaciones financieras mundiales ha sido el sistema Euromarket, con sus 1,8 billones de dólares canalizados por una red de bancos privados fuera del control de los gobiernos. Esta cantidad es mayor que el sistema de crédito nacional de cualquier nación, incluidos los Estados Unidos. Incesantemente, desde el declive de los precios y de las demandas mundiales de petróleo, se han derivado grandes cantidades de flujos monetarios hacia operaciones ilegales, a través del sistema Euromarket, en especial los 200 000 millones de dólares a que asciende el comercio mundial de la droga y los 75 000 millones de dólares de capital «errático» que se sacan cada año del sistema de créditos nacionales, sobre todo de los países en vías de desarrollo.
Este sistema —con las usurarias tasas de interés y saqueo de las economías productivas— es la principal causa del declive del comercio mundial y de la crisis del pago de deudas que han producido la depresión económica mundial. Este sistema fue creado por un grupo identificable de individuos, la red de familias oligárquicas que en la actualidad controlan personalmente una suma de 200 000 millones de dólares en cuentas identificables que hacen del Euromarket una permanente mesa de juego para su beneficio personal.
De acuerdo con Anthony Sampson, portavoz del Servicio de Inteligencia británico, el individuo más firmemente identificable como creador del sistema Euromarket fue Sir George Boulton, director del Banco de Inglaterra, recientemente fallecido. Generando un método por el que los préstamos sindicados podrían ser realizados sobre la base de que por cada dólar de depósito, se pudiera obtener una ganancia por intereses de préstamo de 50 dólares, Sir George ayudó a restablecer el papel salvaje de Gran Bretaña como dominadora de las relaciones financieras mundiales. Un papel que había puesto en entredicho la disolución de su imperio colonial. Siguiendo el desarrollo de este «invento», que empezó en la década de los sesenta, se sucedieron operaciones de especulación y de rapiña a través de los cuales el sistema Euromarket llegó a ser un instrumento eficaz de control oligárquico sobre otras naciones. Bajo este paraguas empezó a funcionar un sistema de grandes estafas internacionales que además de mover grandes sumas de dinero hacia operaciones especulativas, siempre delictivas, provocó el proceso de desindustrialización, objetivo prioritario buscado por aquellos grupos. El poder corrosivo de las rápidas ganancias por la especulación desalentó a los tradicionales inversores en actividades industriales, quienes en lugar de llevar su dinero al proceso productivo entraron en el juego de la especulación. Es de destacar que el «paso a paso» de esta estrategia, con grandes estafas internacionales, suspensiones de pagos y mareante especulación, apenas tuvo eco en la prensa. Ningún economista «serio» se atrevió a hablar del sistema y del enorme terremoto que sacudía los cimientos de las finanzas, ni ningún director de periódico se atrevió en la época a publicar informaciones sobre lo que estaba ocurriendo. Sin embargo, era un secreto a voces en los círculos financieros bien guardados. En las cuestiones de los análisis y de la publicación de cierto tipo de noticias suele ocurrir que la realidad, cuando afecta a instituciones y a personalidades muy influyentes, simplemente no existe. Más sorprendente aún, no existe porque no se publica. Ahora es posible reconstruir aquel «paso a paso», entre cuyos affairs más importantes destacan:
- La fundación en 1958 y su disolución en 1974 del «Investors Overseas Services», el imperio semilegal creado en Suiza por Bernie Cornfeld, que llegó a manejar fondos de miles de millones de dólares en varios países, entre ellos España. Sus inversiones en Alicante lograron atraer a numerosos ahorradores, encandilados por los personajes públicos que avalaban la actividad del IOS. Una vez recogida la «cosecha» se esfumaron sin dejar rastro. La IOS fue la precursora de la creación del sistema de Bancos offshore que efectúan discretamente el «lavado» de dinero.
- La creación en 1968 de la logia masónica «Propaganda-2» en Montecarlo, que en pocos años llegó a dominar las finanzas italianas, incluidas las del Vaticano, especializándose en la alta corrupción política para realizar negocios con el petróleo, el contrabando de oro, el tráfico de drogas y de armas y las suspensiones de pagos que hicieron tambalear los proyectos más serios de industrialización.
- El chantaje del petróleo en 1973-74 que produjo un aumento del 250% en una sola década del valor de las cuentas de débito del mercado del Eurodólar.
- El hundimiento programado de varios países: Brasil, México, Venezuela y Argentina, obligados a retroceder desde posiciones industriales y urbanas a una situación de aparcamiento económica y ruralización forzosa. Obviamente, la acción negativa sobre estos países tuvo que contar con la activa participación de políticos corruptos conectados con los círculos financieros oligárquicos.
LA FAMILIA REAL INGLESA: EL MUNDO EN SUS MANOS
La casa real de Windsor es la piedra fundamental que sostiene el poder de aquellos grupos oligárquicos. Obtiene su fuerza a través del dominio internacional de las materias primas y de la complicada red bancaria mundial. Sir George Boulton fue durante mucho tiempo miembro directivo delos intereses mineros de la «London Rhodesia» (Lonrho). Sin embargo, el complejo minero inglés más poderoso es el imperio Oppenheimer, la «Anglo-Americana De Beers» que domina la producción mundial de oro (el 75% de la producción de Sudáfrica), de diamantes y una sección comercial, la «Philbro», que maneja anualmente cientos de miles de millones en el comercio mundial de mercancías. En 1981 «Philbro» compró el cuarto mayor Banco de inversiones de Wall Street, el «Salomon Brothers», a través del cual ganó influencia sobre el segundo banco comercial más importante de los Estados Unidos, el «Citibank». El presidente del «Citibank», Walter Wriston, es miembro del consejo de la compañía norteamericana holding de Oppenheimer, Minorco, y el «Salomon Brothers» es su Banco de inversiones.
Los intereses Oppenheimer/Lonrho no se circunscriben a pequeñas actividades fomentadas por magnates ingleses. La estructura principal y las relaciones accionariales que controlan las materias primas alcanzan directamente a la familia real, que ha dividido el mundo en dos hemisferios: con la «British Petroleum (BP)» dominando las operaciones del hemisferio oriental y África y la «Eagle Insurance Company» (un producto del Servicio de Inteligencia) manejando el hemisferio occidental. Detrás del tentáculo de Oppenheimer estuvo en su día la«operación Jomeini» que significó la caída de la monarquía pahlevi (reaccionaria en política interior, pero con un proyecto industrial modernizador) y su sustitución por la república Islámica (integrista en todos los ámbitos y desindustrializadora) en beneficio de la «British Petroleum (BP)». La República Islámica de Jomeini que pretende presentarse ante su pueblo como un proyecto nacional libre de las influencias extranjeras ha procedido al desmantelamiento industrial, mientras los círculos próximos al ayatolá —políticos y familiares— se lanzan a grandes operaciones comerciales de compra de productos que antes de la Revolución eran fabricados en Irán. Operaciones de compra de medicamentos, por valor de miles de millones de dólares, más el voluminoso aprovisionamiento de armas y de municiones pasan por oficinas controladas directamente por el Intelligence Service.
El 1976 Sir George Boulton, el hombre que diseñó el Euromarket como un complemento financiero para el control de las materias primas por Gran Bretaña, dirigió un memorándum al Banco de Inglaterra sugiriendo una completa reorganización financiera internacional, según la cual el valor de todas las monedas debería estar ligado a la producción de materias primas de cada país. Tal sistema, que recuerda perfectamente la estrategia comercial inglesa en sus colonias, sigue siendo un objetivo de la oligarquía mundial.
«FAMILIAS NEGRAS» EUROPEAS
Entre los escasos libros de investigaciones sobre el origen de las principales fortunas mundiales, apenas figuran los que tratan sobre los personajes de las familias nobiliarias europeas. La función crítica se detiene una vez señaladas organizaciones «clásicas» como la Trilateral o el «Club Bilderberg». Algunas personalidades hereditarias de monarquías derrocadas son objeto tan sólo de tratamiento frívolo por las revistas del corazón. Ni una palabra sobre las inmensas fortunas que manejan, a no ser para describir el lujo en que viven. Sin embargo, parece evidente que aquellas fortunas no deben resignarse a dormir tranquilamente en los bancos. Se reproducen constantemente a través de operaciones especulativas y sirven para financiar movimientos y organizaciones, a veces con carácter «altruista», detrás de las cuales se esconden ambiciones políticas superiores. La mayoría de las familias nobles derrocadas no se resigna a abandonar el perpetuo sueño del restablecimiento de sus derechos monárquicos y utilizan su inmenso poderío económico en dos frentes: para desestabilizar los sistemas democráticos, a través de operaciones a veces rocambolescas, y para propiciar el retorno al pasado.
Los Wittelsbach, los Thurn und Taxis, los Fugger y otras familias de la oligarquía germánica manejan sus fondos a través del Banco de Munich «Schneider-Münzig» y de «Investors Fonds A. G.», precursores del IOS. Utilizan el antiguo Banco de la IOS en Ginebra, el «Overseas Development Bank». Recientemente han creado un grupo, el «Munich Financial Grup», para coordinar sus inversiones en la «economía negra», en los mercados paralelos y en los circuitos del capital «errático», cuyo mayor porcentaje de depósitos se utiliza para financiar el tráfico de droga y el crimen organizado. En este grupo se incluye el hombre más rico del mundo —y también el más desconocido, porque casi nunca se publican referencias sobre su persona y sus actividades—, el príncipe Johannes von Thurn und Taxis, que posee grandes reservas de bosques a lo largo del hemisferio occidental, como parte de su cartera de valores que asciende a casi diez mil millones de dólares. Todos ellos están relacionados con el príncipe Bernardo de Holanda, más conocido por sus escándalos en el soborno internacional de la «Lockeed», y por su abierta filiación nazi, que no desmerece su talante «filantrópico». A cambio de una modesta contribución de 100 000 dólares, el príncipe Bernardo hizo al gángster Vesco miembro honorario de la «World Wildlife Fund», organización mundial altruista que hace las delicias de los ecologistas por su abierta defensa de la preservación del medio ambiente salvaje. Lo que probablemente ignoran los ecologistas es que la «World Wildlife Fund» utiliza su imagen redentora del medio natural para comprar extensas reservas de tierras en todo el mundo que son apartadas de la producción en espera de «tiempos mejores».
Vivian Freyre Zoacos, una experta en cuestiones de Inteligencia y de Contrainteligencia, que ha dedicado muchos años de su vida a la investigación sobre las familias oligárquicas europeas, tuvo la delicadeza de ofrecerme sus archivos en Nueva York donde figuran las actividades de la familia Wittgenstein, del Estado central de Hesse, que controla el mercado de metales no férreos de Alemania. Casimir zu Sayn Wittgenstein, presidente del imperio de metales de Frankfurt, «Metallschaft», y su hermano Franz, están detrás de la conspiración montada para crear dificultades industriales a Alemania. Su vieja experiencia familiar les había llevado a apoyar el sistema financiero de Hitler y en la actualidad sostiene la candidatura de Otto de Habsburgo en su proyecto de «Europa unida». Casimir es miembro del Parlamento europeo y presidente de la Cruz Roja Internacional. Se muestra de acuerdo con la política económica del «Bank for International Settlements» para establecer una moneda unificada europea. Sus sueños hitlerianos no han desaparecido. Tan sólo lamentan los «errores» de aquel pequeño monstruo creado por ellos que desbarató el proyecto de una Europa unida bajo los postulados de las viejas familias oligárquicas europeas.
GRUPO ESCANDINAVO
El grupo escandinavo del «Banco Hambro» controla el «Global Natural Resources», restos norteamericanos del IOS. Para mantener el domino del holding, valorado en 500 millones de dólares, «Hambro» ha establecido una red masónica de brokersy de antisocios que operan en Wall Street. Entre las firmas operativas figuran la «Shearson/Amex», la «Bear Stearns» y «Goldman Sachs». «Hambro» se ha caracterizado por sus acciones tendentes a minar el potencial energético de América del Sur.
TENTÁCULOS FINANCIEROS DE LA P-2
En Italia los restos de la IOS fueron a parar a las manos de la logia masónica «Propaganda-2», una operación política iniciada en 1968 para restablecer la monarquía de la casa de Saboya. El vasto poder financiero de «Propaganda-2», cuya capacidad de infiltración en el aparato del Estado italiano ha asombrado a la opinión pública, se asienta en dos gigantescas compañías de seguros, «Assicurazioni di Venezia» y «Assicurazioni Generali». En Wall Street, «Lazard Freres» y «Lehman Brothers» son los tentáculos de la red. En Ginebra, los Rothschild. En Munich, el «Wittelsbach Bank Merck und Fink». En Escandinavia, el dispositivo de «Hambro». Esta red dirige las mayores operaciones de la huida de capitales en el mundo para ser colocados en operaciones especulativas. En los últimos años, más de 50 000 millones de dólares han sido canalizados por esta red a través de Bancos hacia Latinoamérica y los países de la cuenca del Mediterráneo. Cientos de pequeñas instituciones realizan una labor subsidiaria para la red, pero lo que la mantiene intacta es el sistema de mercado del Eurodólar. En él las naciones pagan cada año miles de millones de dólares en intereses usurarios que permiten a la red multiplicar sus beneficios. Desde que en 1973 se plasmó el complot para aumentar bárbaramente el precio del petróleo, decenas de miles de millones de dólares han afluido anualmente desde los países productores de petróleo al sistema de mercado del Eurodólar. Entre 1974 y hoy los depósitos del mercado del Eurodólar se doblaron diez veces, mientras que los asientos deudores lo hicieron por más de veinte.
ESPECULACIÓN PARA DESINDUSTRIALIZAR EUROPA
En 1979, la «British Petroleum (BP)» y otras compañías petroleras de su órbita provocaron la desestabilización de Irán. Al mismo tiempo Paul Volcker, presidente del «Federal Reserve Bank», adoptó la política británica de elevar los tipos de interés del dólar en una supuesta «guerra contra la inflación» que había sido precisamente desencadenada por los nuevos aumentos del precio del petróleo. Los efectos combinados de los altos tipos de interés y el aumento de los precios de la energía llevaron al mundo a la depresión actual. Entre 1980 y 1982 la deuda de los países en vías de desarrollo a los Bancos del Eurodólar pasó de 350 000 millones de dólares a 750 000 millones de dólares. Ahora ha sido liquidado el excedente de petróleo de Oriente Medio debido a la depresión y al colapso de la demanda mundial. Cuando en 1980 los fondos de los países productores de petróleo de nuevos depósitos en los bancos del Eurodólar alcanzaban la cifra de 120 000 millones de dólares, en la actualidad unos 80 000 millones de dólares son arrebatados de los países en vías de desarrollo bajo la forma de capitales erráticos especulativos. Ya no son invertidos en las industrias europeas, sino colocados en el mercado de eurodólares. Estas operaciones especulativas no sólo han acelerado el proceso de desindustrialización en Europa, sino que han introducido el caso en el sistema monetario norteamericano.
EL TRIPLE JUEGO DE LOS ESPÍAS: LOS RUSOS CAEN EN LA TRAMPA
Estos grupos oligárquicos que controlan inmensas fortunas no sólo estimulan la «economía negra» y los canales ocultos de la«economía sumergida», sino que planifican operaciones políticas de gran alcance. El mismo esquema ha funcionado de igual manera desde los tiempos del Renacimiento, cuando las familias aristocráticas y feudales empezaron a ser desalojadas del poder político. No han dejado de conspirar desde entonces para recuperar las posiciones perdidas y para este fin crearon organizaciones políticas y religiosas y captaron personalidades públicas. Lo nuevo de la situación, lo que caracteriza la crisis moderna, es lo que representa como un asalto definitivo, un choque frontal a la medida de los cambios habidos en el mundo. La estrategia fundamental de estos grupos es provocar el debilitamiento de los Estados Unidos y la desintegración política de la Unión Soviética. Este gran juego incluye operaciones sumamente sofisticadas, como la«conquista» de la fortaleza soviética desde dentro. Algunos altos funcionarios soviéticos se dejan engatusar con las «facilidades» que encuentran para extender su influencia en Europa, incluso con la aparente permeabilidad de los servicios de inteligencia europeos, y con la no menos sospechosa ola de antinorteamericanismo. El gran juego, dos de cuyos mayores éxitos fueron el lanzamiento de la guerra fría y la simultánea expansión del concepto de sociedad postindustrial, pretende el desmoronamiento de ambas superpotencias. Con la guerra fría se eliminó la posibilidad de un entendimiento ruso-norteamericano para desarrollar las inmensas posibilidades del programa «átomos para la paz» era la continuación lógica del proyecto «Manhattan» que habría producido una extensión de las actividades industriales técnico-innovadoras de los Estados Unidos sirviendo de «locomotora» para tirar del desarrollo de los países del Tercer Mundo. De aquella «intoxicación» no sólo resultaron dañados los Estados Unidos, sino la Unión Soviética que tuvo que derivar buena parte de sus recursos y de los de sus aliados —al enorme precio de las crecientes dificultades con Polonia, Hungría y Checoslovaquia— a mantener los programas de militarización nuclear.
Evidentemente, no existen datos oficiales —ni «memorias» publicadas— a partir de los cuales se pueda relacionar la rigidez de la política de la guerra fría con la actividad de la red de espionaje de Philby, Burgess y MacLean, pero en todo caso queda la extraña circunstancia de que todos los espías al servicio de Moscú eran ciudadanos británicos…, que no destrozaron ningún secreto militar inglés sino norteamericano. Y, además, los padrinos y protectores de la más afamada colección de espías salidos de la clase alta inglesa, Sir Isaiah Berlin —protector también de Willy Brandt y mentor de la «nueva política» con el Este— y el embajador inglés en los Estados Unidos, Lord Halifax, se habían caracterizado tanto por sus habituales buenas relaciones con círculos de la inteligencia soviética, como por su capacidad de infiltración en la Administración norteamericana para hacerla caer en provocaciones al estilo de la guerra de Vietnam. Los servicios de inteligencia soviéticos, por su parte, practican otro tipo de gran juego a largo plazo movidos por la estrategia de extender el poderío de su Estado: razones de Estado que tienen poco que ver, a corto plazo, con las razones internacionales del partido al que pertenecen. Tradicionalmente, los servicios de inteligencia soviéticos se muestran más proclives a extender sus conexiones con los poderes oligárquicos europeos que a hacerlo con sus correspondientes afines ideológicos, como se demostró en el caso español, cuando los rusos establecieron buenos canales de intercomunicación con el general Franco. Lo que se pretendía entonces era una maniobra industrial sobre Europa, en la cuestión del acero, de la que Alemania federal salía beneficiosa al disponer de grandes cantidades de productos siderúrgicos del Este llegados desde Polonia, de manera harto irregular, a los puertos alemanes. España, en aquella época, ponía el dispositivo aduanero que permitía «legalizar» las operaciones triangulares, de colocar fuera del país grandes masas de capitales en operaciones especulativas.
Dentro de la Unión Soviética se habían destacado dos corrientes. Una facción sostenía la oportunidad de establecer una detente-colaboración con Alemania y Francia y la otra prefería entenderse con Londres y con las oligarquías europeas. La primera estaría representada por Breznev y la segunda, que salió victoriosa a la muerte de éste, por Andropov, cuyas relaciones con los círculos financieros de Londres y Viena eran inmejorables. No dejó de ser curioso que la prensa de élite de Londres, como The Economist, de un lado, y el director de la CIA, William Casey, de la facción probritánica, del otro lado, se precipitaran a «apoyar la candidatura» de Andropov a la sucesión de Breznev. Para los círculos europeos que representaban era la oportunidad de ahondar la brecha abierta en el sentido de propiciar la destrucción del poder industrial de Occidente, aspecto en el que de manera harto precipitada, para sus normas habituales, picaron los rusos. Durante los últimos años el concepto de sociedad postindustrial (menos producción industrial y agraria, más servicios, menos población, tecnología «blanda») había ido ganando terreno en los Estados Unidos y la onda tuvo efectos devastadores en Latinoamérica. La creación en Viena, en 1967, del «International Institute for Applied Systems Analysis», por parte de los grupos oligárquicos europeos, venía a constituir un pilar fundamental para estimular los fenómenos de desindustrialización en Occidente. Los soviéticos mostraron su agrado, en la creencia de que así conseguirían tomar ventaja definitiva sobre Occidente, pero sin reparar en que aquello era una fruta envenenada. Dadas las características de la depresión económica mundial, como una consecuencia de la provocación por parte de aquellos círculos oligárquicos, no parece que la Unión Soviética pudiera obtener alguna ventaja del desmoronamiento industrial de Occidente, sino que éste le llevaría a un enclaustramiento más grave y a dificultades insalvables en los países socialistas de su órbita. Por el contrario, la réplica dialéctica debería consistir en admitir la necesidad de la «larga marcha» conjunta de la Unión Soviética y de los Estados Unidos, como conductores ambos del desarrollo científico-técnico para impulsar un sostenido proyecto de transformación de los países.
OPERACIÓN SOBRE WASHINGTON
Criton Zoakos, otro de los profundos investigadores de estos temas, sostiene que el problema actual más importante de los Estados Unidos reside en que la mayoría de sus ciudadanos se niegan histéricamente a admitir este hecho: los grupos oligárquicos de la vieja Europa, dirigidos por la oligarquía británica, están manejando la política monetaria y financiera y gran parte de la política exterior de los Estados Unidos.
No es una histeria tan sólo norteamericana. La desinformación creciente ha creado dos tipos básicos de reacciones: de un lado, la despolitización de la mayoría de los ciudadanos y del otro, la degradación profesional de los informadores. El desprestigio de la política, considerada como algo «sucio», «sin entrañas» y «del sólo interés de los que viven de ella», obedece a razones objetivas y de ellas son buena muestra los escándalos constantes, la corrupción y el chalaneo de los políticos. Pero todos estos factores han conseguido que los ciudadanos se desinteresen de los temas políticos —que les afectan vivamente— y se recluyan en su casa, entregados tan sólo a preocupaciones de índole personal. Una población desinformada, fragmentada y recluida en sus hogares puede ser fácil presa de los pánicos provocados y de reacciones irracionales que les lleven a aceptar soluciones en contra de sus intereses. La desinformación de los profesionales les lleva también a un comportamiento histérico, a odiar puntos de vista sobre temas que no dominan. Esforzarse en descubrir qué hay «detrás de la pared» y dar los pasos necesarios para derribarla suponen riesgos intelectuales y físicos demasiados graves, que muy pocos se atreven a afrontar. La burocratización de la información, a través de las jerarquías profesionales, da un sosiego empresarial y planifica las aspiraciones de los informadores a obtener un puesto en el escalafón. Pero ocurre que la información es lo contrario de la burocracia. Los informadores poseen la definición, peor no la cosa. Están indisolublemente ligados a la libertad de expresión. Es decir, a su «enemigo». Puede resultar irritante, pero es así. Por comodidad el informador se ve tentado a elegir el no conflicto o a señalar como conflicto lo que es comúnmente admitido por tal, aunque diste mucho de serlo. Es más fácil —más rápido, más expeditivo, de mayor «comunicabilidad»-aceptación— denunciar constantemente la amenaza de las multinacionales, por ejemplo, que iniciar la tarea de investigar el comportamiento de los grupos oligárquicos. Responde a un código más aceptado cargar las tintas sobre la «Coca-Cola» o la «IBM» que iniciar un discurso nuevo sobre la estrategia de los que han planificado la destrucción del mundo moderno. Pero tales comodidades y tales códigos han sido sutilmente implantados por los que se hallan «detrás de la pared». Un economista será «serio» y mantendrá su respetabilidad profesional si se limita a utilizar las fuentes de datos oficiales y si su análisis respeta el esquema establecido, pero será despreciado si pretende relacionar hechos que deben permanecer ocultos. Trabaja como si fuera cierto el esquema de que todo lo que no es economía es delincuencia y así quedan sin explicar hechos como éstos: qué hacen los bancos con los miles de millones de dólares a que asciende anualmente el comercio mundial de la droga, qué ciclo financiero sigue el producto —miles de millones de dólares— de las suspensiones de pagos de las industrias, cómo se organiza el contrabando internacional de productos siderúrgicos, qué repercusiones tiene en el sistema la masiva huida de capitales, en qué se emplea el producto de las comisiones ilegales de los préstamos internacionales, a dónde ha ido a parar el capital «evaporado» de los Bancos en quiebra, qué ocurre con las ventas «fantasma» de centenares de toneladas de oro, a qué actividades se aplica el dinero «lavado», en qué despachos financieros —con nombres, apellidos, vinculaciones— se planifican las oscilaciones del valor de las monedas, cuál ha sido el origen de las principales fortunas y cómo se administran, Son unas cuantas preguntas que constituyen un auténtico desafío a economistas, periodistas y escritores, aunque también pueden fomentar la histeria a que se refiere Criton Zoakos.
LOS VERDADEROS AMOS SECRETOS DEL MUNDO
Desde la última mitad del siglo XIX hasta nuestros días, la estrategia a largo plazo de Gran Bretaña ha sido manejada por un grupo político identificado como el Grupo Cecil, el Milner Kindergarten, el Cliveden Set, la Organización de la Mesa Redonda, o, simplemente, «Nosotros». Se ha dedicado a imponer —y a recomponer— un orden imperial bajo el esquema general de la «Commonwealth», cuyo elemento unificador sería el punto de vista británico sobre el mundo. Los orígenes de este grupo se remontan a una serie de clases impartidas en la Universidad de Oxford, en el colegio «All Souls», por John Ruskin y Arnold Toynbee durante la última mitad del siglo XIX. Hasta nuestros días el colegio «All Souls» ha sido y es el centro de la gran estrategia inglesa, con sus hermanos de equipo el «Royal Institute of International Affairs» (Chatham House) y el «Institute for Advanced Studies», de Princeton, también conocido por «All Souls West». Quien haga una lectura atenta —no «distinta», simplemente atenta— de la historia europea y en particular de la inglesa podrá encontrar continuas referencias a la decisiva participación de estas instituciones y de los individuos que las formaron en el desarrollo y conducción de los principales acontecimientos históricos. Las peculiaridades históricas de la formación del trono de Inglaterra y las condiciones geopolíticas impuestas por la insularidad del territorio exigieron una notable aportación de grandes dosis conspirativas para el mantenimiento del trono y del territorio. Sin ellas, ni el uno ni el otro podrían haberse consolidado en su lucha secular con un continente más vasto, de tierras más productivas y variadas, más poblado y más relacionado con otros territorios vecinos y alejados, y con unos condados y posteriormente reinos mejor estructurados políticamente. Las sangrientas y prolongadas luchas europeas que marcan varios siglos de la época moderna por la conquista de la hegemonía europea —equivalente a la hegemonía mundial—, muestran las sucesivas rivalidades y las cambiantes alianzas de España y Francia, de ambas por separado y conjuntamente con Gran Bretaña, de ésta y de Francia con Rusia, conspirando las tres por separado y con relaciones cambiantes, de Rusia con Alemania y de Alemania, Rusia e Inglaterra con el Imperio otomano. Gran Bretaña carecía de territorio y de tecnología, mientras que el continente europeo gozaba de vastas extensiones y contaba con una sucesión de científicos en constante aportación de nuevas técnicas. A Gran Bretaña sólo le quedaba su «capacidad de maniobra», su poder creador de una estrategia a medio y a largo plazo, su habilidad para asumir la tecnología «extranjera», un discurso ideológico práctico y carente de ética, un ejército muy especializado y técnico de gran movilidad, una armada realmente invencible —construida con fines guerreros pero mantenida gracias a la lucrativa actividad de especular con el transporte de cereales, de vino y de materias primas— y un «Foreign Office» absolutamente desprovisto de cualquier consideración que no contemplara la expansión del Imperio. Todo ello debía ser administrado por individuos educados para tal fin, a través de una disciplina férrea y de un espíritu de cuerpo inquebrantable en el que habría una simbiosis perfecta entre el intelectual y el militar. Ni uno sólo de los grandes pensadores ingleses —a excepción de algunos grandes maestros de la narración— era un intelectual químicamente puro, sino que los Adam Smith, los H. G. Wells, los Toynbee, los Huxley y los Bertrand Russell eran fundamentalmente intelectuales «orgánicos» trabajando para el Departamento de guerra psicológica del Foreign Office, a la mayor gloria y provecho del Imperio. Cuando los ingleses consiguieron alzarse con la hegemonía europea —y mundial— habían logrado ya establecer los fundamentos sólidos de la industrialización en su propio territorio y su participación en las guerras del continente europeo —desde las napoleónicas a las del fin del siglo pasando por la guerra civil norteamericana— tenía la finalidad de no perder su hegemonía industrial y comercial, lo que presuponía el desmantelamiento industrial de sus enemigos —Francia— y de sus aliados —España—. Recuérdese cómo los ejércitos ingleses que desembarcaron en la Península Ibérica para luchar contra los franceses tenían una misión paralela muy especial: arrasar las fábricas textiles españolas que empezaban a competir con las inglesas. Criton Zoakos sintetiza la gran estrategia inglesa en los siguientes términos: a través del siglo XX, cada uno de los gabinetes ministeriales ingleses ha sido dominado por el llamado Grupo Milner, estuviera en manos de conservadores o de los laboristas. Este grupo planeó y lanzó la Primera Guerra Mundial; dominó y determinó los resultados de la Conferencia de Paz de Versalles; dirigió el racket de las reparaciones de guerra de Alemania; puso a Hitler en el poder; lanzó la Segunda Guerra Mundial; impuso la guerra fría entre los Estados Unidos y la Unión Soviética; lanzó el movimiento antinuclear con la Operación Dropshot de Bertrand Russell; fue el cerebro de la operación Philby; lanzó la contracultura, el ecologismo y los movimientos de la nueva izquierda en la década de los sesenta; manejó la«detente» en la de los setenta y en la de los ochenta está llevando a cabo la política genocida contenida en el informe «Global 2000» del presidente Carter.
El problema real de los Estados Unidos, como República que encabezó en su día el proceso revolucionario, es que todas las «viejas familias» del país que se colocaron al lado de los tory durante la Revolución americana, se sitúan ahora en los puestos más importantes del Estado: en las finanzas, en la industria, en la educación y en la cultura. Los Cabot, los Lowell y los Lodges controlan todavía todo lo que pasa en Nueva Inglaterra, incluyendo Harvard. Los Mellon dirigen lo más importante de Pennsylvania. El Estado de Texas es todavía manejado por el «viejo dinero» detrás de la Texas Railroad Commission que se remonta al príncipe Talleyrand de Perigord. Un repaso de la situación dominada por los Weyerhauser, los Field, los Biddle-Duke, los Du-Pont, los Harriman, los Moore, los Peabody, los Hanna y los Vaderbilt, entre otros, demostrará que todas estas «viejas familias» afincadas en le Nuevo Mundo están en contra del concepto republicano que supone el desarrollo de la población a través del uso de la ciencia y de la técnica en el proceso de industrialización, que estimula la libertad y el intercambio entre las naciones y que fomenta la cultura creadora que no tiene nada que ver con la contracultura y la intoxicación intelectual de los ciudadanos. Este y no otro sería el rostro real del «imperialismo norteamericano», producto de las peores raíces europeas que no abandona su viejo sueños de aniquilar las bases progresistas de la antigua colonia americana y que, por intermediación, dirige su estrategia de recomponer Europa y el Imperio a la medida de sus intereses. Ha podido dar pasos muy adelantados en su logro precisamente porque opera en la sombra, se halla «detrás de la pared» y deja que los otros hagan el trabajo sucio. Ha sido particularmente eficaz en su tarea de pulverizar los conceptos básicos de la izquierda y alejarla de los programas de transformación, habilidad en la que se especializaron los renombrados filósofos ingleses. La izquierda hoy es una definición sin contenido. Es lo que no es y se nutre de alimentos que mantienen su propia negación.
OBJETIVO: DESINTEGRAR OCCIDENTE
El «Morgan Guaranty Trust», cuyo jefe ejecutivo Dennis Watherstone no se recata en dar órdenes diarias al secretario de Estado, George Schultz, es el caso más ilustrativo. Es el único Banco de Wall Street que hace ondear la bandera inglesa en su sede central. Según el controvertido informe Patman, el «Morgan Guaranty Trust» dirige la política de otros Bancos de Nueva York a través de su control sobre todos los fondos del «dinero viejo» que se invierte en acciones en aquellos Bancos. Patman dijo que no se puede hablar de doce entidades bancarias separadas e independientes en Nueva York, sino de doce subdivisiones de una sola entidad presidida por Morgan.
La política de Morgan es dictada por el Banco de Inglaterra y llevada a Nueva York vía «Morgan Grenfell Ltd.». En el Consejo de Dirección del Banco de Inglaterra se siguen, a su vez, los dictados de la casa real inglesas, como una pieza de la Gran Madre Logia de Londres, del rito escocés, presidida por el duque de Kent.
«Nuestra vida pública —dice Criton Zoakos— está bajo al influencia permanente de agentes de la oligarquía inglesa. Por ejemplo, ¿cuántos norteamericanos saben que el fundador de la CIA, Allen Dulles, fue miembro dirigente del London Royal Institute desde 1935, como mínimo, y que durante este año presidió conferencias y congresos del Instituto? ¿O cuántos americanos saben que el general de los ejércitos Douglas McArthur recibía órdenes de Londres, a través de Averell Harriman (casado con Pamela Churchill) y de Thomas Cabot, perteneciente a la honorable familia tory dedicada al comercio del opio? ¿O cuántos americanos saben que cada uno de los embajadores ingleses en Washington, desde Lord Halifax, durante la Segunda Guerra Mundial, a Sir Nicholas Henderson, durante la guerra de las Malvinas, eran miembros del llamado Grupo Milner?».
Las «viejas familias» norteamericanas tienen antiguos y renovados lazos con las «viejas familias» europeas a través de la poderosa rama inglesa y todas ellas forman un ente político-financiero cefalópodo de múltiples y conectadas especialidades. A la rama norteamericana le corresponde actuar sobre la Administración de los Estados Unidos para que ésta realice una política exterior en continua acelerada contradicción con los acuerdos de Yalta, que permita entretener a los rusos con acuerdos parciales, y con sucesivos traspiés para la credibilidad norteamericana en el mundo. Combinando fuertes dosis de depresión económica mundial con el constante deterioro de la estabilidad política internacional, las «viejas familias» esperan que se creen situaciones propicias para lograr sus antiguas aspiraciones. En este contexto empiezan a encontrar respuesta las preguntas referidas a las causas últimas de las modernas conspiraciones económicas. Y se revela también la razón de ser de algunas organizaciones internacionales —como la logia «Propaganda-2», el «Club de Roma», el «Comité de Montecarlo», la «Sociedad Montepelerin» y sus instrumentos financieros, como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, el Bank for International Settlements y el GATT.
Las «viejas familias» no permanecen inactivas, sino que fomentan la desintegración del sistema democrático occidental —y sus bases morales— y azuzan la inestabilidad soviética. Su objetivo estratégico es quebrantar el concepto republicano de la Nación-Estado y en el caso de Europa sustituirlo por el concepto federalista de Estados fragmentados. Los príncipes que encabezan las «viejas familias»: los Auesperg, los Esterhazy, los Fürstenberg, los Fugger, los Hohenlohe, los Lobkwicz, los Orsini, los Sayn-Wittgenstein, los Schwarzenberg y los Thurn und Taxis, a través de sus emisarios en las organizaciones mundiales citadas, saben que la inestabilidad política y la profunda depresión económica crean las condiciones, como ocurrió en la Europa de la preguerra, para un vuelco del sistema. En su vejez, el archiduque Otto de Habsburgo sigue con interés creciente la evolución de aquellas condiciones y no oculta sus ambiciones políticas en el Parlamente Europeo, como representante del Estado de Baviera, abogando por un «mundo federalista» del que formarían parte los Estados Unidos de Europa.