NOTA DE AGRADECIMIENTOS

Gracias a todos los que, de algún modo, se han volcado con su amistad incondicional, que va más allá de todas las cañas, los huevos rotos con jamón y algunos gin-tonics, para que esta novela vea la luz, y se han alegrado con ello, tanto o más que yo. Sin ellos no hubiese sido lo mismo.

Son: Juan Manuel Peña (fotógrafo soñador y lunático, como la mayoría de los personajes que aparecen en esta historia); Iván Muñiz y Juan Ruiz Alonso (que me hicieron andar por encima de una azotea con unas zapatillas de Scooby Doo, en una escena con la que ni siquiera Amenábar se hubiese atrevido, algo que nunca les perdonaré); Pedro Campuzano, alias «Villegas» (el psiquiatra más egocéntrico y mezquino que jamás he conocido); Cristina Díez (y sus maravillosas «piernitas», además de otras muchas cosas, también maravillosas) y Eduardo Brenes («batera» que puso banda sonora a la llegada del hombre a la Luna).

Por supuesto, también a Palmira Márquez (y su paciencia infinita), que creyó en la novela desde el primer momento; sin su tesón estaría pernoctando en el disco duro del ordenador.