38
Está apoyada contra la pared con las manos a la espalda, en la sombra. ¿Cuánto hace que está ahí, mirándola?
Entonces decide llamarla.
—Gloria…
Y ella se acerca.
Tiene la habitual curiosidad en la mirada, pero esta vez hay algo diferente. Una sombra de duda.
—Me he acordado de una cosa… Una vez tenía un gato.
—Yo también tengo uno: se llama Houdini.
—¿Es bonito?
—Es malo. —Pero en seguida comprende que no es esa la respuesta que la niña quiere de ella, y se corrige—: Sí. Tiene el pelo blanco y marrón; duerme todo el día y siempre tiene hambre.
Gloria piensa un instante, luego todavía pregunta:
—¿Por qué crees que yo olvidé a mi gato?
—No lo sé.
—Estaba pensando que… si me he olvidado de él, entonces tal vez tampoco recuerde muchas otras cosas. Quizá cómo me llamo realmente.
—A mí, «Gloria» me gusta —la anima ella, pensando en la reacción que tuvo cuando le dijo que su verdadero nombre era Linda Brown—. Gloria…
—¿Sí?
—¿Quieres hablarme de Steve?
—Steve nos quiere. Y pronto tú también lo querrás a él.
—¿Por qué dices que nos ha salvado?
—Porque es verdad. Lo ha hecho.
—Yo no necesitaba que me salvara.
—Tú no lo sabías, pero estabas en peligro.
—¿Es Frankie el peligro?
Gloria tiene miedo de ese nombre. Está indecisa. No sabe si hablar o no. Valora bien la situación, luego se acerca más a la cama y habla en voz baja.
—Frankie quiere hacernos daño. Nos está buscando. Por eso tenemos que permanecer aquí escondidas.
—Yo no sé quién es Frankie y por qué debería querer hacerme daño.
—No quiere hacernos daño a nosotras, sino a nuestros padres.
—¿A mis padres? ¿Y por qué?
No puede creerlo, le parece una historia absurda. En cambio, Gloria está convencida de ello.
—Nuestros padres le han hecho una jugada, asuntos de dinero.
Una vez más, de su boca ha salido una frase que parece prestada y aprendida de memoria.
—Mis padres no le deben dinero a nadie.
—En cambio, mi madre y mi padre están muertos. Frankie ya los ha matado. Ahora está buscándome a mí para acabar el trabajo. Pero Steve está seguro de que no me encontrará nunca si me quedo aquí.
—Gloria, escúchame…
De vez en cuando, Gloria se extravía, y es necesario ir a buscarla allí donde esté con sus pensamientos.
—Gloria, estoy hablando contigo…
—Sí, ¿qué pasa?
—Tus padres están vivos. Recuerdo que los vi en la televisión hace poco: estaban en un programa de entrevistas y estaban hablando de ti. Te felicitaban por tu cumpleaños.
La niña no parece afectada por esa revelación. Pero ahora empieza a considerar la eventualidad de que todo ello sea cierto.
—Yo no puedo ver la tele. Solo las cintas que dice Steve.
—Steve. Steve es el malo, Gloria. Frankie no existe. Es solo una invención suya para mantenerte aquí prisionera.
—Él existe.
—Piensa: ¿lo has visto alguna vez?
Gloria piensa.
—No.
—Entonces, ¿por qué lo crees?
Aunque Gloria tiene su misma edad, demuestra muchos menos que sus doce años. Es como si su cerebro hubiera dejado de crecer y se hubiera detenido cuando tenía nueve. Cuando, de hecho, Steve secuestró a Linda Brown. Por ese motivo siempre necesita reflexionar sobre las cosas un poco más.
—Steve me quiere —repite, aunque parece estar autoconvenciéndose de ello.
—No, Gloria. Él no te quiere.
—Entonces dices que, si intento salir de aquí, ¿Frankie no me matará?
—Eso no sucederá nunca. Además, saldremos juntas, no estarás sola.
—¿Vendrás conmigo?
—Sí. Pero tenemos que encontrar un modo de escapar de Steve.
—Pero tú estás mal.
—Lo sé. Y ya no logro mover el brazo
—Está roto.
—¿Cómo sucedió? No me acuerdo…
—Os caísteis juntos por la escalera cuando Steve te trajo aquí. Él se enfadó mucho por eso. No quiere que te mueras, o no podrá enseñarte cómo tienes que quererlo. Es muy importante, ¿sabes?
—Yo no lo querré nunca.
Gloria se toma algunos segundos de tiempo.
—Me gusta el nombre de Linda.
—Me alegro de que te guste, porque ese es tu verdadero nombre.
—Entonces, tú puedes llamarme así…
—Está bien, Linda —dice recalcándolo, y le sonríe—. Ahora somos amigas.
—¿De verdad?
—Cuando dos personas se intercambian sus nombres se convierten en amigas, ¿nadie te lo ha dicho nunca?
—Yo ya sabía cómo te llamas… Tú eres Maria Eléna.
—Sí, pero todos mis amigos me llaman Mila.