(San Pedro encadenado)
Esta famosa Basílica data del siglo V, construida con la finalidad de albergar las sagradas reliquias de las cadenas de San Pedro utilizadas en su encierro en la ciudad de Jerusalén. Según la leyenda cristiana, la emperatriz Eudoxia regaló al Papa León I dichas cadenas. Al confrontarlas con las ya existentes de la estancia de San Pedro en la cárcel romana de Mamertina, ambas cadenas se unieron de manera milagrosa, permaneciendo así hasta la actualidad.
Esta iglesia perteneció a la familia del Papa Julio II, por tal motivo es este el lugar donde reposan los restos del «Papa guerrero», junto al impresionante mausoleo del Moisés de Miguel Ángel, que, si bien sufrió numerosas y desafortunadas transformaciones y simplificaciones, a causa de la envidia de sus coetáneos y los reajustes económicos de los distintos mecenas, es una de las tallas más impresionantes de la escultura de todos los tiempos.
—Como verás, la iglesia no es gran cosa. —Explicaba Alfredo a su compañera, resaltando el deterioro actual de algunas partes del templo—. Por desgracia se está cayendo a trozos sin que los responsables se esfuercen demasiado por impedirlo. Lo realmente valioso se centra, en el terreno religioso, en la famosa cadena unificada de San Pedro y en el artístico… en el magnífico mausoleo de Julio II a manos de Miguel Ángel, con su espléndido e incomparable Moisés.
Rosana no dejaba de observar con renovado asombro la magna obra, la delicadeza y verismo de cada uno de los detalles, la belleza y perfección de sus formas, la grandiosidad del conjunto o la estudiada y exquisita estética de su composición. La figura central del bíblico Moisés resultaba fascinante y sobrecogedora, con la fulminante mirada de aquellos gélidos ojos de piedra que semejan cobrar vida según te aproximas. Recordaba, por haberlo estudiado, las penurias por las que hubo de pasar el escultor antes de ver su obra finalizada. No fue este el proyecto genuino del artista fiorentino. El encargo debería haber quedado para la posteridad en la Basílica de San Pedro, dentro del Vaticano, rodeado de cuarenta estatuas de tamaño superior al real y, destacando sobre todas ellas, la poderosa e imperiosa figura del desafiante Moisés.
Recorrieron las dos naves que forman la planta de la Basílica, deteniéndose a contemplar las columnas dóricas o la bóveda de crucería junto a sus mal conservados frescos, así como los dos lienzos, obra de Guercino, de las Santas Augustina y Margherita.
Al salir a la calle vieron a Luigi que esperaba pacientemente en uno de los ángulos de la plaza. Subieron de nuevo al coche y se dirigieron hacia la pequeña iglesia de Santa María in Cosmedin y su celebérrima Bocca de la Verità.