VILLA d´ESTE

 

(Villa de Este)

 

 

 

 

Este conjunto, declarado Patrimonio de la Humanidad, es admirado como pieza maestra de la arquitectura, considerado uno de los lugares más hermosos  y fascinantes de la vieja Italia. Si bien lo más conocido e impactante de él se centra en los extensos y hermosos jardines alejandrinos, al pleno estilo manierista de finales del Renacimiento, así como sus afamadas fuentes que presentan un complejo y efectivo sistema de ingeniería hidráulica difícilmente superable. No podemos olvidarnos de la riqueza artística encerrada en las distintas dependencias que ha ido acumulándose en el transcurso de los siglos, con las numerosas aportaciones por parte de los diferentes dueños que han habitado entre sus centenarias paredes.

 

«Sería el cardenal Hipólito II de Este, hijo de la tristemente célebre Lucrecia Borgia, quien iniciara la construcción hacia el 1550, poniendo especial cuidado en el diseño de los magníficos jardines que rodean la Villa. Este macro trabajo estuvo dirigido y diseñado por Pirro Ligorio que contribuyó en gran parte al trazado de jardines, edificios y decoración de interiores, compartiendo protagonismo, en lo referente a las impresionantes cascadas, fuentes y órgano de agua, con el boloñés Thomaso Chiruchi, uno de los mejores ingenieros hidráulicos del siglo XVI».

 

Hasta aquí la breve información reseñada en la guía de mano. Rosana, deseosa de conocer y valorar de cerca los frescos del palacio, opinó que sería interesante comenzar el recorrido desde aquel punto. Visitaron las lujosas estancias, conservadas en excelente estado, admirando las hermosas pinturas de paredes y bóvedas, con espléndidos y recargados motivos alegóricos a la mitología, hermosos paisajes de estilo pastoril y referencias a temas religiosos, como no podía ser menos en casa de un hombre de  iglesia. Resultaba curioso contemplar aquellas estancias cuyas paredes se hallaban recubiertas, en su totalidad, por frescos de distintos autores, épocas y estilos.

 

Ya en el exterior, comenzaron a recorrer los cuidados y hermosos jardines, siendo la espectacular Fuente de Neptuno, el mítico dios del mar, quien marcaría el inicio del largo y sorprendente recorrido por la artística hidrografía creada por la mano del hombre,  intentando competir, en cuanto a belleza se refiere, con la desbordante naturaleza cercana. Ella no dejó de realizar instantáneas fotográficas de los lugares más impactantes, procurando, siempre que podía, que él apareciera en la imagen. Visitaron la famosa calle de las cien fuentes, el barco, la impresionante cascada central, el órgano hidráulico... Hasta  se retrataron juntos, con la ayuda de otra pareja, tan cerca de las cascadas que sintieron la fresca caricia del agua en sus acalorados y sudorosos rostros.

 

—¿Cómo es posible reunir tanta belleza en un solo lugar? —interrogó abrumada ante tal despliegue de medios arquitectónicos, artísticos y naturales.

 

—Piensa que gran parte de estos edificios están edificados gracias al desvalijamiento y expolio de la vecina Villa Adriana. La mayoría de estas estatuas, columnas, bañeras y bajorrelieves son producto del saqueo que, como ya te comenté el otro día en el Coliseo, ha venido siendo  práctica común a lo largo de los siglos en suelo italiano —contestó él con tono severo.

 

—Te afecta mucho este destrozo irresponsable y salvaje, ¿verdad?

 

—Como crítico de arte he emprendido una cruzada particular en defensa de nuestra cultura más antigua, denunciando cualquier intento de abuso que, aún hoy en día, sigue pertrechándose, con total impunidad en la mayoría de las ocasiones, por parte de las autoridades. Como amante del arte y la belleza no puedo por menos que entristecerme ante las barbaridades que se han venido cometiendo, durante siglos, con infinidad de piezas valiosas, únicas e irrepetibles. —Su estado de ánimo iba variando según avanzaba en sus comentarios—. Como ciudadano romano e italiano, no puedo por menos de sentir vergüenza y bochorno ante el pillaje y saqueo de mis antepasados, que han privado al mundo de tantas y tantas obras maravillosas.

 

—¡Mi querido Quijote! —Se colgó de su cuello, acariciándolo orgullosa.

 

—Tienes razón. ¡Estoy tan loco como él! —sonrió tristemente, rozando apenas sus labios —. ¿Quieres ir con este loco a tomar algo? Estoy cansado de ver tanto jardín renacentista y todas estas fuentes me están dejando sediento.

 
8 Días en Roma
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