(El Coliseo)
El Coliseo inició su construcción hacia el año 71 de nuestra era, por deseo del emperador Vespasiano, siendo su hijo Tito quien inaugurase el conocido entonces como Anfiteatro Flavio. Posteriormente, será Diocleciano quien culminará las obras en el año 82 al añadir el piso superior, que completa la majestuosa estructura del vasto edificio.
Tiene unas dimensiones de 188 m de largo por 156 de ancho, siendo la altura de 57 m. Presenta una estructura radial y a lo largo de los cinco niveles se distribuían más de 50 000 espectadores en 80 filas de gradas, cuya disposición se organizaba acorde al rango de cada uno: cuanto más cercano a la arena mayor era el cargo político y poder económico.
El nombre actual de Coliseo se cree deriva de la monumental y colosal estatua del Emperador Nerón, colocada en las inmediaciones del edificio y hoy en día desgraciadamente desaparecida. El monumento fue declarado Patrimonio de la Humanidad en 1980 por la Unesco. En tan dilatada y controvertida historia ha pasado por diferentes y variados estatus, desde lugar de bárbaro y sádico recreo popular a fábrica, refugio, fortaleza o cantera de materiales para la fabricación de innumerables construcciones renacentistas y de posteriores épocas. La Iglesia lo protegió declarándolo santuario en respeto y recuerdo a los miles de mártires sacrificados en su interior, si bien las últimas investigaciones ponen en duda que en esta arena se derramara sangre cristiana. Existe la posibilidad de que así fuera, pero no se conocen datos que lo aseveren.[46]
Al llegar al Colosseo presentó la tarjeta de miembro colaborador y entraron sin ningún problema, al igual que ocurriera el anterior día en las dependencias vaticanas. Rosana recordaba haber estudiado algunas características técnicas y estilísticas, en los años de estudiante de Bellas Artes, sobre el edificio en cuestión. Desgraciadamente, hacía ya mucho tiempo de aquello, por tal motivo pidió que le contara algo de su historia, según subían las milenarias y vetustas escaleras que conducían al interior del recinto.
Hizo numerosas fotos mientras él iba explicando las características principales del impresionante edificio.
—Uno de los elementos más destacados se halla en la fachada, con sus 57 m de altura, sustentada con arcos que entremezclan los cuatro estilos: toscano, dórico, jónico y corintio. —Señalaba cada uno de ellos según avanzaban en el interior de la enorme construcción.
Siguieron admirando los restos del majestuoso monumento, mezclados entre la nube de turistas que contemplaban con avidez y asombro las milenarias piedras allí conservadas.
—Cuanto más cercano estaba el asiento a la arena, mayor era el estatus social del individuo y al contrario —refirió según descendían a las zonas más próximas—. Esto tampoco ha cambiado mucho hoy en día, dependiendo del nivel adquisitivo, influencia política o social estarás más o menos cerca del escenario en cuestión.
—Impresiona pensar que se derramó tanta sangre en este lugar —reflexionó ella, recordando las innumerables tragedias personales de las que habían sido mudos testigos aquellas otrora colosales y hoy desgastadas piedras.
—Solamente en la inauguración, que duró 100 días, murieron más de 2000 gladiadores. No solo luchaban cuerpo a cuerpo, lo más común era hacerlo contra fieras salvajes tales como leones, tigres, toros, etc., conocidas como venationes. Mantenían a los animales dos o tres semanas sin comer para aumentar su fiereza y apetito. Nerón envió en una ocasión a una división de su guardia pretoriana contra 400 osos y 300 leones, en la lucha más sangrienta que presenció este Coliseo.
Pasaron a otro nivel acercándose a la arena donde se desarrollaron las citadas atrocidades.
—Cuando comenzaron las persecuciones al cristianismo, fueron perdiendo interés los juegos de gladiadores, resultaba más apasionante y morboso ver a hombres, mujeres y niños indefensos como eran devorados, masacrados o descuartizados. La sangre que se vertía en la arena exaltaba los ánimos de los espectadores, creando una adicción a este tipo de espectáculos difícil de resistir —comentaba Alfredo, en tanto recorrían parte de las desgastadas gradas—. Aunque, hoy por hoy, existen serias dudas de que este lugar se utilizara como sitio de martirio. No hay documentos ni pruebas tangibles que lo demuestren, tan solo suposiciones; es más, en tiempo de las grandes persecuciones a la fe cristiana, el Coliseo era ya un edificio en desuso.
—¿Dónde entonces se llevaron a cabo aquellas ejecuciones? —preguntó ella asombrada tras su anterior comentario.
—A lo largo de toda la ciudad, siempre en espacios abiertos, en plazas públicas, anfiteatros, jardines… En especial en los del propio Nerón que, en varias ocasiones, utilizó antorchas humanas para alumbrar los festejos.
—No puede imaginarse hoy en día tanta crueldad solo por diversión —manifestó ella francamente impresionada—. Siendo el pueblo romano culto y civilizado, ¿cómo pudo degradarse hasta llegar a tales extremos de disfrutar con el sufrimiento de otros seres humanos de manera tan salvaje?
—¿Conoces la expresión “panem et circenses” (pan y circo)?
—En España solemos decir «pan y toros».
—¡Es lo mismo! Era la forma en que los emperadores romanos dominaban a su antojo a la plebe, los mantenían alimentados y entretenidos, evitando así que tuvieran tiempo de pensar en otras cuestiones. La cultura siempre ha estado reñida con la política. A los gobiernos no les interesa que el pueblo piense, se convierte en un ente menos manejable y peligroso. Hoy se utilizan otro tipo de espectáculos para mantenerlos adormecidos y satisfechos, ciertamente menos violentos y crueles, aunque igual de adictivos, tales como los deportes en masa o la televisión. Aquel que lee aprende, quien aprende piensa, quien piensa pregunta y cuestiona, y ellos no tienen contestaciones que dar ni razones que exponer. Por este motivo ha resultado tan peligrosa la cultura para los dirigentes a lo largo de la historia.
Ella no pudo por menos que darle la razón, aunque no dejaron de sorprenderle tan liberales ideas respecto a la diferencias sociales. Lo conocía poco pero, debido a su posición, estatus de vida y trabajo, hubiera creído que se encontraba más próximo a la arena que del anfiteatro superior.
—¿Sabes que existía una lona gigantesca que protegía del sol a todos los espectadores?
—Lo difícil sería mantenerla fija ante la intemperie, con el aire o la lluvia —observó ella.
—Piensa que los espectáculos se prolongaban desde primera hora de la mañana hasta la puesta de sol. Aquí se comía, se conversaba, se pactaban negocios o se urdían traiciones, sin que la visión de la sangre ni el terror de las victimas alterara sus costumbres.
—Siento frío solo de imaginármelo.
—Perdona... —Se volvió sorprendida—. ¿Te importaría hacernos una foto a mi mujer y a mí? —El desconocido le entregó la cámara explicándole el funcionamiento.
Rosana disparó el dispositivo varias veces en diferentes posiciones y lugares. Ambos le dieron las gracias preguntándole si quería que los fotografiaran a ella y su acompañante. La idea le encantó. Les dejó su móvil y corrió a colocarse al lado de Alfredo que contemplaba la escena divertido. Lo cogió del brazo y mostró su mejor sonrisa mirando al objetivo.
Una vez se hubieron alejado los improvisados fotógrafos, él le preguntó irónicamente si en España todos eran tan aficionados a la fotografía como ella.
—Es el modo de poder recordar lo que ahora estás viendo, volviendo a vivir en el futuro tu viaje. ¿Tú no haces fotos nunca? —preguntó algo sorprendida.
—Sí, alguna vez —rió él—, pero prefiero disfrutar de todo esto en vivo.
—Hablas así porque tienes posibilidad de contemplarlo cada día, cuando desees y sin problemas de entrada, por añadidura —repuso algo molesta, aunque sin dejar de sonreír—. No a todo el mundo se nos permite disfrutar de estas maravillas in situ.
Alfredo se acercó levantando su linda cabecita con suavidad y haciendo que lo mirara a los ojos.
—Merezco tu reprimenda. Sono un asino![47] ¿Me perdonas? —le rogó con mirada arrepentida.
Ella no podía negarle nada mientras le siguiera mirando de aquella manera. Bajó los ojos, diciendo un tanto enfadada:
—No sé qué has dicho, pero seguro que sí que lo eres.
Él rió de buena gana ante tan sincero reproche.
—¿Amigos?... —preguntó extendiendo la mano en señal de paz.
—¡Amigos! —contestó devolviendo el saludo—. De todos modos, me gustaría ver si serías capaz de resistirte a tomar fotos en Santiago. También por allí tenemos algunas piedras milenarias, no creas.
—Seguro que no podría resistirme. De hecho ya me ha entrado el gusanillo de la cámara. Ven, colócate ahí que voy a inmortalizarte en tu bautizo romano.
Tomó el teléfono y comenzó a hacer instantáneas mientras le indicaba:
—Sé tú misma, no poses, solo contempla y siente con profundidad lo que ves.
Al finalizar se acercó a ella y le mostró más de veinte imágenes desde distintos ángulos. Rosana quedó gratamente sorprendida con el resultado, pensó que algunas podrían estar firmadas por un auténtico fotógrafo profesional. Se vio reflejada con enorme fidelidad; en varias de ellas había conseguido fusionarla con el entorno de manera magistral. No pudo evitar encontrarse atractiva. Él la apremió.
—Llevamos más de dos horas aquí dentro y aún nos falta ver el Arco de Constantino si seguimos el programa. Debemos marcharnos si no queremos perder nuestra mesa en el restaurante.
Fueron hacia la salida del recinto descendiendo por las concurridas escaleras. Una vez fuera, Rosana se fijó en la gran cantidad de agujeros existentes en los muros exteriores, preguntando a su amigo el motivo de tanto desperfecto.
—¿Recuerdas que ayer te comenté en la Basílica de San Pedro el enorme y continuado expolio que habían sufrido la mayoría de los edificios y monumentos antiguos? Pues Il Colosseo tal vez sea el más dañado por esa rapiña constructiva, durante la Edad Media se convirtió en la cantera de Roma. En origen estuvo cubierto de mármol, el cual fue robado o arrancado para ser utilizado en otros edificios durante distintas épocas. Estos agujeros que ves, son los huecos que ocupaban los clavos originales, que también fueron reutilizados, a su vez, en otras construcciones. Sobre todo en la época del papa Urbano VIII. De ahí ha quedado el famoso dicho de:
Lo que no hicieron los bárbaros, lo hicieron los Barberini.
—Asombra que no se haya derrumbado al eliminar parte de su sujeción. —Se admiró ella examinando con atención una sección de la fachada.
—Máxime cuando, a lo largo de su vida, ha soportado varios terremotos e innumerables guerras, habiendo sido utilizado en tiempos difíciles como almacén o estercolero. Esta construcción ha significado mucho históricamente. Ya en el siglo VIII el historiador Beda el Venerable predijo:
Cuando caiga Il Colosseo, caerá Roma. Cuando caiga Roma, caerá el mundo.