Capítulo 29
Nikolas Donovan había desaparecido del mapa.
Lord Southgate lo había buscado en todos los sitios en los que se había imaginado que podía estar. Había llamado a todos los amigos comunes. Nadie tenía ni idea de dónde había ido.
Donovan había huido como si fuera culpable. Aidan estaba revisando el correo electrónico que Lazlo había enviado aquella misma mañana con el informe sobre la desaparición de Donovan.
Al parecer, se había fugado poco después de que Dani fuera disparada. La única noticia que tenían sobre él era que había sido visto en Francia. Lo que significaba que Lizzy estaba, por el momento, a salvo.
Le sonó el teléfono.
—Spaulding al habla.
—Señor Spaulding, soy Lazlo —dijo su jefe, aunque no era necesario, reconocía su tono de voz a la primera después de siete años trabajando juntos.
—Señor Lazlo. Estaba justo pensando en llamar. Creo que ha llegado el momento de devolverle a la señora Moore su privacidad.
—Hazlo, Aidan. Puedes retirar los equipos de vigilancia y decirles a los agentes que se marchen. Pero… lord Southgate nos ha pedido que encontremos y sigamos a Nikolas Donovan.
Donovan. Aidan quería encontrarlo para que recibiera su castigo tanto o más de lo que había deseado vengarse de Gorrión.
—¿Qué implica eso?
—Le he pedido a Rhia de Hayes que encuentre a Donovan.
—¿Rhia? —preguntó sin poder ocultar su asombro—. No está especializada en objetivos más… jóvenes.
—La verdad es que sí —contestó Lazlo tras una carcajada—. Pero está bastante interesada en este caso. En unos días termina otro, así que se pondrá enseguida a buscar la pista de Donovan.
Aidan se extrañó de que su jefe le comentara aquella decisión. No era el procedimiento habitual, lo que sólo podía querer decir una cosa.
—¿Necesitas algo más de mí, Corbett? ¿O tienes ya el siguiente trabajo preparado?
—¿Cuánto te gustaría que se apresara a Donovan? —preguntó Lazlo.
—Mucho. Ha matado a la hermana de Liz… de la señora Moore —dijo Aidan.
No podía engañar a su jefe.
—Entonces, supongo que no te importará cubrir a Rhia. Eso significaría que en unos días te tendrías que reunir con ella en París —le advirtió Lazlo.
Abandonar Leonia. Abandonar a Lizzy.
—Entendido, Corbett. Déjame terminar aquí, recogerlo todo y que las cosas se asienten un poco.
Así tendría unos días más para estar con Lizzy. Unos días más para encontrar el coraje suficiente para decir adiós.
—Me parece que estás dudando un poco —le dijo Lazlo.
Aquel hombre era realmente intuitivo.
—Es sólo que quiero cerrar algunos asuntos por aquí antes de marcharme.
—Pues hazlo rápido, Spaulding. Rhia podría estar necesitando tu ayuda —le dijo antes de despedirse.
Aidan instantáneamente llamó a los cuatro agentes a los que se les había encomendado la tarea de proteger a Lizzy mientras que él…
Mientras que él también la vigilaba a través de la pantalla de la agenda electrónica, que estaba conectada a los monitores. La había observado recibiendo a los familiares que habían ido a la casa para darle el pésame, contemplando el océano por las noches. Sola. Herida.
Aidan soñaba con poderle evitar aquel dolor. Quería verla de nuevo enredando en el jardín y pensando en el nuevo y delicioso plato que cocinaría aquel día.
Sin embargo, la muerte de Dani estaba demasiado reciente. El restaurante permanecía cerrado y no se iba a abrir hasta que se celebrara el funeral por Dani. El funeral iba a tener lugar al día siguiente y Aidan iba a ir acompañado por Walker y por Lucía.
Después Lucía haría las maletas y se dirigiría a Nueva York para encargarse de otro caso. Walker había decidido dejar su puesto de trabajo en el Grupo Lazlo para quedarse junto a la doctora Zara Smith, médica de la realeza. En lo referente a Aidan…
Trabajar con Rhia parecía un buen proyecto. Por un lado, en Silvershire las aguas estaban muy revueltas y cuando encontraran a Donovan todo volvería a su cauce. En el terreno personal, Lazlo había estado en lo cierto al sugerirle que encargarse de Donovan le iba a dar mucha satisfacción.
Seguramente si detenía al asesino de Dani, Lizzy pudiera recuperar un poco la calma.
El jefe de los agentes de seguridad lo llamó para confirmarle que los cuatro agentes estaban de camino al hotel. Ya sólo les faltaba desmontar el equipo de vigilancia, pero…
Lizzy seguramente estaría preparando el funeral de su hermana y no quería molestarla en un momento tan delicado.
Podía esperar para quitar las cámaras un día… o dos.
Lizzy acarició suavemente la foto que había elegido para el funeral, que se iba a celebrar aquella misma tarde. Era una foto en la que salían las dos en el viaje a Roma que habían realizado dos años atrás. Ambas tenían una sonrisa radiante, aparentemente estaban felices.
Y era ese el recuerdo que quería mantener de Dani. Una persona llena de vida.
Llena de amor hacia ella y hacia Mitch.
En el interior del restaurante, Nat, Kate y Samantha estaban colocando las sillas para recibir a las personas que iban a ir al funeral. Encima de la chimenea estaba colocada una ampliación de dicha foto.
En la parte de atrás los camareros estaban ultimando los detalles del bufé frío que quería ofrecer a los asistentes. Una comida sencilla de la que se había encargado Nat. Elizabeth todavía no se encontraba con fuerzas para entrar en la cocina ni para pasearse por el jardín.
Se sentía culpable de estar viva mientras que su hermana había muerto. No podía evitar albergar la esperanza de que quizás todo hubiera sido un error y que Dani iba a entrar por la puerta en cualquier momento. En su interior, seguía sintiendo la presencia viva de su hermana que le pedía que no se olvidara de ella.
Llamaron a la puerta y Elizabeth se sobresaltó. Había visto cómo los agentes de seguridad se habían marchado. ¿Habrían apresado ya al asesino de Dani? ¿Sería Aidan con nuevas noticias?
Corrió a abrir, pero se encontró con un niño del vecindario que traía un ramo de flores.
—Mamá me ha dicho que igual quieres ponerlas para el funeral —dijo el niño.
—Gracias, Bill. Y dale las gracias a tu madre también —contestó ella dándole un abrazo.
Él también la abrazó y se marchó corriendo.
Las flores olían de maravilla. La madre de Billy tenía el jardín más bonito de la ciudad, pero era muy remilgada con sus flores. Era todo un detalle que hubiera cortado tantas por Dani…
Elizabeth sintió un nudo en la garganta, no obstante, se dirigió al restaurante para proseguir con los preparativos.
Allí estaban sus amigas ultimando todo. Elizabeth había pensado en realizar una ceremonia sencilla, ni muy formal ni religiosa. Dani había renegado de la religión después de la muerte de sus padres.
—Qué flores más bonitas —dijo Kate al verla entrar con el ramo.
—¿Son de la señora Sanders? —preguntó Samantha.
—Sí. ¿Puedo ayudar en algo?
—Ya está casi todo listo. Quizás Nat necesite una mano en la cocina —
respondió Kate.
—Poco a poco, Kate. Muy poco a poco —le dijo Samantha dándole un pequeño codazo.
—Creo que no estoy… —comenzó a decir Elizabeth.
Había estado a punto de decir que no estaba preparada todavía, pero ¿cuándo no había estado dispuesta a meterse en la cocina? Después de la muerte de sus padres, cocinar había sido un alivio y un entretenimiento tanto para ella como para Dani.
Después, cuando había trabajado en un restaurante de comida sana, en principio lo había hecho para ganarse un sueldo. Pero en realidad le había servido para mucho más. La satisfacción de crear platos deliciosos había ido borrando la tristeza. Le había devuelto la felicidad.
Miró a sus amigas y asintió.
—Voy a ver si Nat necesita mi ayuda.
Aidan podía ver a Elizabeth trajinando por la cocina. De la tabla de cortar a los fogones, sin parar un momento, rodeada por sus ayudantes. Se acercó al horno donde estaba Natalie para revisar el pastel que estaba elaborando. Después las dos mujeres se abrazaron visiblemente emocionadas.
Una emoción que él no tenía ningún derecho a estar espiando.
Aidan apagó la agenda y consultó la hora. Aún quedaba una hora para el funeral. Una hora para verla de nuevo cara a cara.
¿Qué le iba a decir? ¿Qué sentía mucho lo de Dani? Lo sentía, pero la pena quedaba ensombrecida por la rabia que le surgía al pensar en todo lo que rodeaba a la muerte de Mitch. Sentía un gran vacío al pensar que quizás Dani no hubiera sido la responsable.
Era el momento de encontrar al asesino de Dani. ¿Le daría aquel encargo la paz que necesitaba, o sería otra vez como luchar contra molinos de viento?
Las dudas lo asaltaron mientras se duchaba y se vestía para el funeral. Después se encontró con Lucía y con Walker en el vestíbulo y se detuvieron a comprar unas flores en el camino. Escogió un ramo variado con flores que había visto en el jardín de Lizzy.
Era curioso cómo algunos recuerdos estaban tan vívidos. Lizzy. Las flores. La comida. La forma en la que corría y en la que golpeaba el saco de boxeo de la bodega.
El leve aroma a lirio que desprendía por las noches, cuando al salir de la cocina se untaba las manos con la crema de la tienda de Kate.
Era una locura estar otra vez en aquel restaurante. Al llegar al muro de piedra se detuvo por las dudas. No sabía si lo que iba a hacer sería una intromisión en un momento tan íntimo.
—¿Aidan? —le preguntó Lucía agarrándolo del traje de chaqueta gris. El traje que también había llevado en otro funeral—. ¿Qué te pasa?
—No estoy seguro de…
—¿De que ella quiera que estés aquí? —concluyó Walker.
—De si es lo correcto —puntualizó Aidan en voz alta y clara.
Sabía que era lo correcto, pero también era consciente de que iba a añadir otro recuerdo más que después le haría daño cuando… la echara de menos.
Aidan suspiró y dio un paso al frente. Abrió la puerta del restaurante y se colocó en la parte de atrás de la sala para pasar lo más inadvertido posible.
Lizzy estaba delante hablando con unas mujeres que estaban sentadas en la primera fila. Llevaba un vestido negro y parecía haber perdido peso en aquellos días.
Las ojeras contrastaban con la palidez de su tez. Se había puesto una diadema negra que le retiraba el pelo de la cara. Apenas si sonreía, y cuando lo hacía, era de forma forzada. Una sonrisa débil que enseguida se rompía.
Aidan sabía que estaba pasando por un momento muy duro.
Llegaron algunas personas más y un cura invitó a los presentes a sentarse porque la ceremonia iba a dar comienzo. Era un hombre joven, más o menos de la edad de Lizzy.
—Quiero agradeceros a todos que hayáis venido a celebrar la vida de Dani.
Lizzy me ha pedido que hable yo primero, ya que estuve tentado a casarme con Dani antes de que me pidieran matrimonio desde otras instancias —dijo el cura arrancando una carcajada a la audiencia.
Comenzó describiendo a la Dani que él había conocido. Una mujer enérgica y cariñosa, que a pesar de su genio, siempre había sabido pedir disculpas. Una mujer Escaneado por Mariquiña y corregido por Sira
Nº Paginas 149—158
que defendía lo que creía que estaba bien y que no tenía miedo a pasar a la acción cuando era necesario.
Cuando terminó, invitó a los asistentes a compartir sus recuerdos. Muchas personas subieron al estrado. Todos tenían en común que habían sido amigos de Dani y que ella los había defendido cuando había sido necesario. Había sido una mujer dispuesta a hablar con todo el mundo y que había ofrecido siempre su protección.
Aquella descripción encajaba con la que Lizzy había hecho de su hermana.
Lizzy estaba sentada con Kate a un lado y Samantha al otro. Detrás estaba Natalie, sentada al borde de la silla y con una mano sobre la espalda de su amiga.
Aidan recorrió la sala con la mirada y vio muchas caras conocidas. Addy y otras personas de la «despensa verde». Algunas personas a las que había atendido mientras había trabajado como camarero.
No le cabía duda de que iba a estar protegida por su gente. Estaban sus amigas, la familia, los vecinos y las gentes de la ciudad que habían llenado aquella sala. Miró hacia la puerta y vio que había un montón de personas allí agolpadas porque no había más espacio.
Por lo visto, Dani era una persona querida y respetada. ¿Quién había sido exactamente la hermana de Lizzy? ¿Una heroína o una asesina?
Por fin llegó el turno de Lizzy. Se levantó y a Aidan le pareció que estaba a punto de desvanecerse. Kate le dio la mano y la acompañó hasta el estrado. Una vez allí, dudó unos instantes. Tenía los ojos humedecidos por las lágrimas.
—Gracias a todos por venir. Valoro mucho vuestro apoyo. Y sé que Dani también —dijo.
Estaba luchando por mantener la compostura. Aidan no aguantaba más, quería estar a su lado. Hizo el gesto de levantarse, pero Walker lo sujetó.
—¿Qué puedes ofrecerle, Aidan? Te vas a marchar en unos días —le susurró.
Era horrible, pero Walker tenía razón. Se quedó sentado en el sitio sin dejar de oír a Lizzy.
—Después de la muerte de mis padres, Dani lo pasó muy mal. Quería hacer justicia. Dani siempre se rebeló contra lo que consideraba injusto. Siempre estaba dispuesta a ayudar a quien lo necesitara. Era una heroína. Era mi heroína. Mi mejor amiga. Una hermana a la que echaré en falta todos los días de mi vida, pero que siempre permanecerá viva aquí —dijo señalando a su corazón—. Sé que Dani está bien y en un lugar mejor. En un lugar donde es feliz. Es por esa razón por la que no voy a estar lamentándome mucho tiempo.
Las lágrimas corrieron por sus mejillas. Sin embargo, no se las limpió, tomó aire y prosiguió.
—Gracias a todos por vuestras palabras de cariño. Para quienes os queráis quedar un rato más, por favor, pasad al jardín trasero donde encontraréis algo de picar.
Después descendió del escenario y estuvo saludando a la gente de forma personal. Aidan esperó hasta el final junto a sus colegas. Cuando ya casi no quedaba gente en la sala, Lizzy advirtió su presencia. Sonrió y se acercó a ellos. Abrazó a Lucía y le dio la mano a Walker. Los dos le expresaron sus condolencias y discretamente los dejaron a solas.
Lizzy estaba frente a él. Era obvio que se estaba sintiendo incómoda y lo mejor iba a ser no tocarla.
—He venido para decirte que lo siento mucho. Sé que está siendo muy duro para ti —dijo Aidan para romper el hielo.
Le entregó el ramo de flores.
—Gracias. Valoro mucho todo lo que has hecho por Dani —contestó ella, pero no hizo ningún movimiento ni para abrazarlo ni para darle la mano. Estaba muy frágil. Agarró el ramo con fuerza.
—Bueno, creo que me voy a marchar pronto. Pensaba venir mañana por aquí para quitar el equipo de vigilancia.
—Espiasteis mi restaurante, ¿también mi casa? ¿Vieron tus compañeros…? —
preguntó Elizabeth ligeramente sonrojada.
—No, no vieron nada. Dani interceptó la señal justo aquella noche. Lo siento, era parte del trabajo para descubrir a…
Lizzy le indicó que se callara con un movimiento de su mano.
—No. Dani dijo que los hechos no habían sucedido cómo pensábamos. Y quiero creerla.
Aidan entendía por qué quería seguir agarrándose a aquella confesión. Sobre todo después de las palabras dedicadas a Dani durante el funeral. Tanta gente no podía estar equivocada. Se preguntó de nuevo qué habría querido decir Dani cuando había confesado que ella sólo había hecho su trabajo. Que las cosas no eran lo que parecían.
—Te entiendo. De nuevo te digo que lo siento mucho. Por todo.
Ella continuó en silencio. Parecía que iba a perder aquella actitud distante en cualquier momento, pero no fue así. Sin embargo, Aidan no se pudo contener y la abrazó torpemente. Necesitaba tocarla por última vez, ya que ni siquiera iba a ser él quien iba a retirar el equipo de vigilancia al día siguiente. Se lo había encargado a la cuadrilla de seguridad.
Era mejor hacerlo así. Salió rápidamente por la puerta. Necesitaba poner distancia entre él y Lizzy. Aquella mujer desataba demasiados sentimientos en su Escaneado por Mariquiña y corregido por Sira
Nº Paginas 151—158
interior. Y algunos de ellos resultaban una amenaza para su modo de vida: libre, emocionante y sin compromisos.
Así había vivido siempre.
Y no iba a permitir que ninguna mujer le pusiera la vida patas arriba.