Capítulo 23

Dani caminaba deprisa. Estaba en la carretera de la costa y quería llegar a casa de su hermana cuanto antes. Tenía que averiguar quién era el hombre que la estaba rondando.

Le había parecido verlo aquella misma mañana en la ciudad, cuando había salido de la tienda de Kate después de que ésta la pusiera al día. Su vieja amiga le había puesto al corriente de señor alto, rubio y peligroso que había aparecido de la nada justo después de que el camarero de Lizzy se despidiera. Era un hombre que había puesto de manifiesto su atracción por Lizzy.

Una atracción que parecía ser recíproca. Por lo que le había dicho Kate y por lo que ella misma había podido comprobar mientras espiaba la casa la noche anterior.

Tenía que averiguar quién era y qué quería. Y lo más importante de todo, para quién trabajaba. Esperaba que no fuera el hombre que la había contratado para matar al Príncipe. En tal caso, Lizzy estaría en peligro, cosa que ella no podía consentir.

Tenía que llegar a la casa de sus abuelos donde podría investigar sobre Aidan Rawlings. Aquel era el nombre que Kate le había proporcionado, aunque seguramente fuera un alias. Aun así, encontraría alguna manera para conseguir más información.

Dani sabía cómo hacerlo. Ella misma había pasado de ser Danielle Elizabeth Moore a Elizabeth Cavanaugh y había logrado borrar todos los datos sobre su pasado de bases de datos y papeles. Había incluso conseguido suprimir su imagen del libro de fin de año del instituto.

Era como un fantasma. No existía, salvo para las personas que la conocían y, por supuesto, para su hermana.

Una hermana que quizás estuviera en peligro.

Dani apretó el paso. A un kilómetro aproximadamente de la orilla, estaba situada una casa que había pertenecido a sus abuelos maternos y que era su refugio personal. El camino era un poco escarpado ya que estaba junto a los acantilados.

Cuando entró en la casa estaba un poco sofocada por la caminata. Encendió la luz.

—Me alegro de verte de nuevo —oyó que le decía una voz a sus espaldas.

Dani se llevó la mano a la pistola.

Sintió un fuerte impacto en el estómago que la tiró hacia atrás. Era una bala. Se cayó sobre un sofá que había en medio de la sala. El dolor era muy fuerte, y apenas si podía respirar.

Aquello no podía estar sucediendo. El hombre se aproximó. La voz le resultaba familiar. Era el hombre que la había contratado para matar al Príncipe. Habían luchado en los muelles cuando él no le había proporcionado, como había prometido, el nombre de los asesinos de sus padres.

—Es una pena. Gorrión ha caído en su propia trampa —dijo el hombre enmascarado mientras la encañonaba con una pistola.

Dani trató de agarrar la suya, pero el cuerpo no la respondía. No obstante, aquel hombre no quería correr ningún riesgo así que le sacó la pistola del estuche y se la quitó. Ella tenía otra escondida en la espalda, pero sabía que no podía sacarla.

El hombre inspeccionó la pistola.

—Es bonita. Sería una pena que se echara a perder —dijo guardándosela en el cinturón.

Apuntó a la cabeza de Dani y simuló un disparo. Ella lo miró fríamente a los ojos. Si tenía que morir, no iba a ser como una cobarde. No iba a suplicar clemencia.

La mano del hombre tembló. Dani recuperó el aliento.

—¿Qué… pasa? ¿No eres lo suficientemente hombre como para disparar mientras… te miro? —susurró ella.

El hombre se echó a reír.

—No es eso. Sólo estaba tomándome mi tiempo para reflexionar. Has roto tus propias reglas. Te has distraído. Has cometido un error fatal. ¿No te parece?

Dani apretó los dientes. Lo peor era que tenía razón. Había llegado tan preocupada por Lizzy que no había advertido que el fino alambre de la puerta estaba caído en el suelo.

También tenía razón sobre otra cosa. Se estaba muriendo. Lo podía sentir por el calor que provenía de los dedos de las manos y de los pies, y por cómo su cuerpo estaba luchando para agarrarse a la vida.

Dani echó un vistazo a su vientre y vio que la camiseta estaba manchada de sangre. Demasiada sangre.

—Es cierto, cariño. Te estás muriendo. Y claro, si quisiera te podría librar de ese dolor pero… —el hombre interrumpió su discurso con una carcajada maliciosa—. Me has causado demasiados problemas. Prefiero que sufras un poco antes de que nos dejes.

—Bastardo —soltó ella con dificultad.

—Y tú puta, ¿no es así, Gorrión? ¿Y sabes una cosa más? Tu hermanita pequeña va a ser la siguiente. Nunca hay de dejar oportunidad de que los jóvenes imiten a sus mayores.

Dani trató de hablar, pero se le nubló la vista y perdió el conocimiento.

No había forma de que Elizabeth ayudara a Aidan a encontrar a Dani. Reunió todas sus fuerzas y al final logró soltarse de la mano que la agarraba.

—Aunque supiera dónde está, no te lo… —empezó a decir Elizabeth, pero Aidan volvió a agarrarla con todas sus fuerzas.

Ella reaccionó con rabia y con frustración. Consiguió soltarse de un brazo y con un rápido movimiento de cadera, logró levantar a Aidan, quien cayó al suelo no sin antes sobrevolar la mesa.

—¿Has aprendido esto de tu hermana mayor?

—Sí. Después de lo que sucedió, insistió en que nos apuntáramos a clases de autodefensa. Por si acaso venían a por nosotras.

—Ella te protegió entonces. ¿No crees que ha llegado el momento de que tú la protejas a ella? —le preguntó Aidan.

Lo cierto era que Elizabeth tenía miedo de que su hermana pudiera ser herida o asesinada.

—Prométeme que le darás a Dani la oportunidad de explicarse —dijo con los brazos en jarras.

Él asintió, todavía tumbado sobre el suelo.

—Te lo prometo. ¿Sabes dónde está?

—Mis abuelos tenían una casa de campo a un kilómetro y medio de aquí. A Dani siempre le ha gustado ir allí para pensar en sus cosas.

Aidan se puso en pie de un salto y ella lo admiró.

—Vamos a por el coche —propuso él.

—Será más rápido si vamos andando. La carretera tiene demasiadas curvas en la zona de los acantilados.

Sin esperar a que él contestara, Elizabeth echó a andar. Por un lado se moría de ganas de ver a su hermana, pero tenía miedo de que no pudiera desmentir las acusaciones. Sin embargo, caminaba con paso decidido porque estaba segura de una cosa: si Dani era culpable, mejor que la pilaran a ella que a un inocente. Caminaba a toda velocidad. Sin mirar atrás, aunque sentía la presencia de Aidan detrás de ella.

Cada vez tenía más miedo, lo que la impulsaba a acelerar aún más el paso.

Tenía la intuición de que algo le estaba sucediendo a su hermana gemela. Sabía que la iba a encontrar en la casa de los abuelos, pero estaba segura de que corría peligro.

Iba sorteando a los paseantes que caminaban por el paseo. Al final, en la carretera de la playa vio que un coche aceleraba y se acercaba. Y le resultaba familiar…

De repente oyó el sonido como de un petardo y sintió que Aidan se echaba sobre ella y la tiraba al suelo para protegerla. Se escucharon más disparos en la tranquilidad de la tarde y Aidan se puso de nuevo de pie.

Elizabeth se giró, todavía en el suelo. El coche, en realidad un todo terreno, se alejó de ellos.

—Es el mismo coche del otro día —dijo ella.

—Sí que lo es —respondió él ofreciéndole la mano para levantarse.

Aidan tenía una pistola en la otra mano y la guardó para agarrar la agenda electrónica.

—Red Rover, ¿me recibes?

—Te recibo, Barman. Hemos oído el ruido, ¿qué pasa? —preguntó Lucía.

—Ha sido el mismo tipo del todo terreno. ¿Puedes avisar a la Policía Local para que vaya en su busca? —pidió Aidan.

—Ya estoy en ello. ¿Quieres que también les diga que vayan a la casa de campo a la que os dirigís para que te cubran?

Aidan dudó un instante, pero al mirar a Elizabeth decidió mantener su promesa.

—No, Lucía. Creo que por ahora nos podremos apañar.

—Te tienes que dar prisa, Aidan. Esto se nos está empezando a ir de las manos

—dijo Lucía tras un silencio.

—Oído, Lucía.

Aidan se guardó la agenda en el bolsillo y miró a Elizabeth. Ella retiró la mirada. Era obvio que se estaba haciendo a la idea de la verdad. Quien fuera que condujera aquel todo terreno, estaba buscando a Dani y la había confundido con ella.

Sólo podía haber una razón para que tantas personas estuvieran buscando a su hermana.

A Elizabeth se le heló la sangre. El presentimiento de que algo horrible estaba ocurriendo, se hizo más fuerte. Su mano todavía estaba entre las de Aidan quien debía de estar notando su alteración.

—¿Lizzy? ¿Estás bien?

Elizabeth por fin se decidió a mirarlo a los ojos. Su preocupación parecía sincera. Estaban en una situación desoladora. Frente a frente, pero en orillas contrarias.

—Tenemos que darnos prisa. A Dani le está pasando algo.

Aidan no cuestionó su decisión.

—¿Es este camino? —preguntó él señalando un sendero que subía a los acantilados.

Elizabeth asintió y los dos caminaron velozmente con las manos aún entrelazadas.