Capítulo 28
Lucía había sido muy amable al lavarle y secarle la ropa a Elizabeth. Se acababa de duchar y se sentía limpia y lista para esperar la llamada de Corbett Lazlo.
Aun así, no pudo evitar pegar un bote cuando sonó el teléfono.
Fue Lucía quien lo descolgó.
—Lucía Cordez —dijo—. Claro, por supuesto, señor Lazlo —se inclinó y conectó el altavoz—. ¿Puede oírnos, señor Lazlo?
—Sí, gracias, Lucía. Señora Moore, ¿me escucha?
—Sí, le escucho. ¿Tiene alguna noticia para mí?
—Lo siento, señora Moore. He hablado con distintas autoridades, pero tiene que entender…
—Lo único que yo entiendo es que dicen que mi hermana está muerta, pero se niegan a que la vea —le interrumpió Elizabeth con una voz cargada de ira y de desesperación.
—No va a ser posible, señora Moore. Tanto el Departamento de Inteligencia Británico, como la CIA y la Interpol quieren examinar el cuerpo… de su hermana.
Todos necesitan que los expertos la examinen para poder cerrar sus casos.
—No quiero que a mi hermana le hagan una carnicería —contestó Elizabeth tras un silencio.
Estaba haciendo serios intentos por no perder el control.
Aidan se acercó a ella y le dio la mano para reconfortarla. Ella se apoyó en él buscando estabilidad.
—Le aseguro que va a ser tratada con el máximo respeto.
—Quiero que sea enterrada aquí. Junto a mis padres. ¿Cuándo podré…?
Elizabeth no pudo terminar la frase. No podía imaginarse a Dani enterrada junto a sus padres. Era demasiado joven como para estar muerta. Su presencia todavía estaba demasiado viva como para aceptar aquella imagen.
—Lo siento, señora Moore, pero aún va a llevar un tiempo. Tiene que entender que Gorrión…. bueno, que hay que hacer mucho trabajo —añadió Lazlo inquieto.
—Necesita cerrar esto, Corbett. Permite que vea a Dani y que después los expertos hagan lo que tengan que hacer. Es un gesto humano, maldita sea —
intervino Aidan.
—Señor Spaulding, pensaba que usted sería el más interesado en confirmar todas las pruebas que necesitamos. Creo que le gustaría asegurarse de quién mató al agente Lama, ¿no?
Aidan estuvo a punto de protestar de nuevo, pero se contuvo.
—Me imagino que a estas alturas ya habrán tomado las huellas dactilares y las muestras de ADN. ¿Qué más necesitan? —preguntó Walker de forma provocadora.
Lazlo suspiró, en parte enfadado y en parte cansado.
—¿Es usted, señor Shaw? Bueno, esta conversación ha concluido. Le prometo, señora Moore, que cuando las instituciones concluyan las investigaciones, el Grupo Lazlo se encargará de todo.
—Gracias, señor Lazlo —dijo Elizabeth abatida.
—Con respecto al ADN hay nuevas noticias. Lord Southgate está en camino y se va a sorprender con las nuevas informaciones —prosiguió Lazlo.
Elizabeth miró a Aidan como preguntándole si debía irse o no.
—Quédate y ahora te acompaño a casa —le susurró casi al oído.
Ella asintió y se sentó resignada a oír más información negativa sobre su hermana.
—Xander al habla. Hemos comprobado que el ADN de Gorrión coincide con las muestras que recogimos en la escena del crimen. Pero ésa no es la noticia del día.
—Señor Forrest, por favor, un poco de formalidad. ¿Qué noticias tiene? —
preguntó Lazlo.
—Lord Southgate nos proporcionó unas huellas y un ADN recuperado de los túneles. He encontrado unas huellas que coinciden en el archivo policial.
—Xander, por favor, resume —le pidió Lucía impaciente.
—Las huellas pertenecen a Nikolas Donovan y la prueba de ADN examinada de su pelo lo vincula con el rey Weston. ¿Está bien resumido?
—¿Donovan? —preguntó Elizabeth en voz alta—. ¿No era ese hombre quién contrató a Dani?
—¿Pero si las huellas coinciden con las suyas, por qué el ADN tiene relación con el Rey? —preguntó Walker.
—A lord Southgate… —comenzó a decir Xander, pero lo interrumpieron.
—Esto no le va a gustar nada —dijo el mismísimo Duque apoyado en el quicio de la puerta.
—Su Excelencia —dijo Elizabeth cortésmente mientras todos los demás se ponían en pie.
Lord Russell Southgate, el duque de Carrington, que en poco tiempo iba a ser coronado Rey, acababa de entrar en la habitación.
—Por favor, señora Moore, póngase de pie. Le presento mis condolencias por la reciente pérdida —dijo el Duque.
—Gracias, Su Excelencia —repuso Elizabeth.
—Señor Lazlo, ¿está usted ahí?
—Sí, Su Excelencia. Siento mucho la forma en la que esta información acaba de llegar a sus oídos —contestó Lazlo molesto.
—No pasa nada pero… Señor Xander, ¿está usted seguro sobre esos resultados?
—Sí, señor. No cabe duda sobre la correspondencia de las huellas y del ADN. Si encontramos al dueño del cabello, sabrá quién es el hijo verdadero de Weston —
contestó Xander tras una pausa en la que revisó sus papeles.
—¿Y usted piensa que podría ser Nikolas Donovan? —insistió el Duque.
—Sí. Sería lo lógico, porque en la gruta han sido las únicas muestras que hemos encontrado. Hay una conexión —contestó Lazlo.
—Además es fácil de confirmar. Sólo tenemos que tomar uno de sus cabellos, a poder ser con la raíz o un poco de piel. O saliva o algún otro fluido corporal —
explicó Xander calmadamente.
—Por lo que he entendido, Gorrión admitió ser contratada por un hombre llamado Donovan para matar al Príncipe —dijo el Duque mirando a Aidan y a Elizabeth.
—También sospechamos que Donovan fue quien disparó a Gorrión —
respondió Aidan.
El Duque caminaba por la habitación mientras los escuchaba.
—A pesar de que Nikolas haya servido al ejército, me parece difícil que él solo haya podido localizar y asesinar a alguien buscado por los servicios de inteligencia de varios países durante años.
—El tiene la información que Gorrión estaba buscando. Ése debía de ser su talón de Aquiles —prosiguió Aidan.
—Donovan le aseguró a mi hermana que tenía los nombres de los asesinos de mis padres —añadió Elizabeth.
—¿Y estaba Reginald de alguna manera conectado con esos asesinos? —
preguntó el Duque tras un silencio.
—Por lo que parece, Reginald estaba comprando cocaína a los asesinos. Sé que lo correcto no era matarlo, pero me parece que Reginald y esos tipos se merecían un castigo —dijo Elizabeth.
—Hay castigos que nunca llegan —dijo el Duque asintiendo—. No obstante, los motivos por los que a Donovan le pudiera interesar la muerte de Reginald, serían puramente personales. Y eso no es propio del Nikolas Donovan que yo conozco.
—Lo que yo propongo es que lo llamemos, no sólo para obtener la muestra de pelo, sino para interrogarlo y averiguar dónde ha estado los últimos días. También podríamos hacerle una prueba para saber si ha utilizado un arma recientemente —
sugirió Aidan.
—Parece un buen plan. Pero… Nikolas y yo nos conocemos. Bastante bien, por cierto —dijo el Duque.
—Nosotros podríamos proporcionarle cobertura y seguridad, Su Excelencia, si lo que le gustaría es hablar usted primero con él —propuso Lazlo.
—Eso es exactamente lo que me gustaría hacer — admitió.
—Lucía y yo lo podemos acompañar, señor Lazlo. Es mejor que el agente Spaulding esté al tanto de la señora Moore, hasta que nos aseguremos de que está fuera de peligro —dijo Walker.
Todos se marcharon y sólo quedaron Aidan y Elizabeth.
—Supongo que será mejor que te acompañe a casa. Así me aseguraré de que los equipos de vigilancia todavía funcionan y podremos estar al corriente — dijo él.
—Sabes que no es necesario. Me refiero a la vigilancia. Una vez que el Duque hable con Donovan…
—Lo entiendo, Lizzy —le interrumpió Aidan—. No tengo por qué ser yo el que esté delante de las pantallas.
Después, Aidan hizo una llamada de teléfono.
—He pedido que vengan algunos compañeros para encargarse de tu seguridad
—le dijo Aidan tras colgar el teléfono—. A ver si así puedes ir recuperando la normalidad poco a poco.
Elizabeth no podía imaginar ya qué era la normalidad. Primero tendría que avisar a amigos y familiares de la muerte de Dani. Después prepararía el funeral para cuando el Grupo Lazlo le entregara el cadáver. Y después, quizás después…
Después las cosas nunca volverían a ser normales. Su hermana estaba muerta y Aidan…
Aidan se marcharía.
—Tengo que irme. Hay mucho que hacer —dijo Elizabeth.
Caminaron por la playa hasta la casa y cuando llegaron, Natalie y Samantha salieron a recibirlos.
—Las he llamado antes. Supongo que su apoyo te sentará bien —dijo Aidan.
—Gracias —contestó ella con los ojos humedecidos por las lágrimas. Lo miró—.
Supongo que esto es… un adiós.
Aidan se metió las manos en los bolsillos. Era un gesto tan típico suyo que a Elizabeth le entraron ganas de reír.
—Estaré por aquí un poco más. Por si me necesitas —contestó.
—Vale. Cuídate, Aidan —le dijo antes de darse la vuelta y caminar hacia las mujeres que la esperaban en la puerta de la casa.
Enseguida la cubrieron de abrazos y la metieron dentro. No obstante, antes miraron a Aidan con cara de pocos amigos, advirtiéndole de que se mantuviera lejos de ella. No las podía culpar. Había herido a Elizabeth y nada podía cambiar eso.
Con el tiempo, ella lo acabaría olvidando.
Y con tiempo también, él podría olvidarla a ella. Siempre había sido así. El era así. Desde pequeño se había acostumbrado a vagar de un lado a otro. Nada iba a cambiar eso en aquel momento. Y menos aún una mujer como Elizabeth, que necesitaba estabilidad y tener un hogar.
Eso nunca había formado parte de sus planes. Nunca.