Capítulo 24

La casa estaba justo al lado del acantilado y era más pequeña que la de Lizzy.

La maleza salvaje casi tapaba la construcción. Sin embargo, a medida que se acercaban, su silueta oscura se dibujaba contra el cielo del atardecer.

No había señales de vida. Ningún movimiento, sólo el de los juncos al ritmo de la brisa.

Aidan sacó la pistola cuando llegaron a la puerta.

—Llámala —le pidió a Elizabeth.

—Dani, soy la abeja Lizzy, ¿estás en casa?

Nadie contestó, así que Aidan, abrió la puerta.

No ocurrió nada, pero él no quería poner en peligro ni su vida, ni la de Lizzy.

Por nada del mundo quería abrir fuego contra Dani. Caminó despacio atravesando el umbral de la puerta y apretó el interruptor. La luz se hizo dentro de la casa.

En un sofá, que estaba en medio de la habitación, se encontraba tendido el cuerpo de la hermana gemela de Lizzy. La camiseta blanca que llevaba estaba empapada de sangre. Iba vestida igual que la mujer que Aidan había visto en la ciudad aquella misma mañana. Había visto a Dani, no a Lizzy. Aidan bajó el arma.

Lizzy entró en la casa y en cuanto vio a su hermana, corrió a su lado.

—Dani —dijo retirándole un mechón de pelo del pálido rostro y agarrándole la mano manchada de sangre.

Dani logró entreabrir los ojos y sonrió débilmente.

—Abeja Lizzy, pensaba que ya no… — se tuvo que detener ante el fuerte pinchazo que estaba sintiendo—. Quería verte.

—Estoy aquí, Dani. Estoy aquí. Todo va a ir bien, Dani. Ya verás como te pondrás bien —le dijo con los ojos llenos de lágrimas.

Dani asintió ligeramente y miró a Aidan, quien se había acercado. Aquella mirada le dijo que Dani sabía que se estaba muriendo.

A pesar de que no podían hacer nada para evitar lo inevitable, Aidan sacó su agenda y contactó con Lucía.

—Necesitamos atención médica inmediata. Estamos en una casa que está junto a los acantilados — dijo.

—Ya os tengo localizados con el GPS. Ahora mismo envío a alguien —

respondió Lucía.

Era el momento de pasar a la acción. Aidan agarró una toalla, se arrodilló junto al sofá y colocó la tela sobre la herida de Dani. Era una herida de bala. A decir por su apariencia, de una bala de un calibre alto. Presionó la herida para tratar de parar la hemorragia, pero la sangre salía a borbotones. La sangre era oscura, lo que le llevó a Aidan a pensar que la bala había alcanzado el hígado. Aquello tenía muy mala pinta.

Podía morir desangrada antes de que llegara la asistencia médica.

Dani, al sentir la presión, se quejó, cerró los ojos y apretó los dientes.

—Perdona, pero… —dijo Aidan.

—No pasa nada —contestó Dani con un hilo de voz.

—¿Por qué lo hiciste? —preguntó Aidan.

Necesitaba la información para la investigación y también para proteger a Lizzy de quien la estaba intentando matar.

—Cállate, Aidan —dijo Lizzy con una mirada reprobatoria.

—No pasa nada, abeja Lizzy. No es lo que piensas —explicó Dani con la voz cada vez más quebradiza.

—¿No mataste al Príncipe? —insistió Aidan.

No le gustaba estar arruinando los últimos momentos de Lizzy con su hermana, pero no tenía otra opción.

—Depende —susurró con los ojos cerrados. Cada palabra le suponía un gran esfuerzo—. Dejé… veneno con… coca sobre la mesa.

—Y el rey de las fiestas se bebió el veneno —dijo Aidan para concluir la frase—.

¿Quién te contrató?

—He dejado que… personal… interfiera con… trabajo —murmuró Dani mirando sin aliento a su hermana.

—¿Qué trabajo, Dani? —preguntó Lizzy mientras acariciaba a su hermana con amor.

—Mi… trabajo. Cometí… error —dijo.

Cerró los ojos y se desplomó sobre el sofá.

—Dani —la llamó Lizzy sacudiendo su mano.

Pero no recibió contestación, entonces volvió a llamarla cada vez en un tono de voz más alto y más desesperado.

Aidan proseguía presionando la herida con una mano y con la otra le tomó el pulso en el cuello. Era débil. Demasiado débil. No le quedaba mucho tiempo para averiguar la historia completa de Gorrión.

—Dani —le dijo levantándole ligeramente la cabeza. Era tan parecida a Lizzy que le hacía daño. Ella entreabrió los ojos aunque fue incapaz de enfocar—. ¿Quién te contrató?

—Un hombre… Donovan. Dice Reginald… no… verdadero Príncipe —contestó, cada vez con más dificultad.

Lizzy y Aidan se miraron. Los dos estaban confundidos. Por lo que sabían, Reginald había sido el único heredero al trono. Pero aquella pregunta podía esperar.

—¿Y por esa razón lo hiciste?

—Donovan… fotos —dijo tras negar con la cabeza con más fuerza de la que tenía. Paró para tomar aire. Estaba luchando para no perder la consciencia—.

Reginald con traficantes droga… Los que mataron… mamá… papá —sin dejar de mirar a su hermana las lágrimas brotaron de los ojos de Dani—. Lo hice por ellos.

—Lo entiendo, Dani —dijo Lizzy abrazando a su hermana y besándola en la mejilla—. Lo entiendo.

—¿Qué aspecto tiene Donovan? —preguntó Aidan.

—Máscara… no visto. Nada… distintivo —contestó cerrando de nuevo los ojos.

Aidan le tomó de nuevo el pulso. Apenas si lo sentía. Tenía que hacer algo en seguida.

—Lizzy, dame tu mano —le pidió. Elizabeth se la dio y el la colocó sobre la toalla—. Mantén la presión aquí. Una presión fuerte, ¿de acuerdo?

—¿Aidan? —preguntó ella y él la acarició.

—Voy a ver que pasa con la asistencia médica.

Elizabeth lo vio sacar la agenda.

—¿Lizzy? —preguntó Dani con un tono de voz un poco más fuerte. Elizabeth vio un rayo de esperanza.

—Estoy aquí, Dani. Yo siempre estaré a tu lado, incondicionalmente.

—El Príncipe… yo elegí su veneno. Lo sé. Pero el resto… no es lo que parece —

explicó antes de quedarse sin aire.

—¿Dani? —Elizabeth aplicó más presión sin dejar de abrazar a su hermana.

—Estaba haciendo un trabajo… No es lo que ellos piensan… No maté.

Aidan se dio la vuelta y se agachó para que Dani pudiera verlo.

—¿Mitch? ¿Por qué mataste a Mitch? —preguntó Aidan.

Necesitaba saber por qué había asesinado a su amigo.

La mirada de Elizabeth se enturbió. Podía sentir cómo su hermana se estaba desangrando. Aquellos eran sus últimos momentos de vida.

—Aidan, por favor —suplicó.

—Oh, cielos, Mitch —susurró Dani mientras las lágrimas no dejaban de correr por sus mejillas. Tomó aire haciendo un esfuerzo—. No… maté. Amaba a Mitch.

Con aquellas palabras, Dani perdió el aliento. Su cuerpo se abandonó y sus ojos perdieron la luz de la vida antes de cerrarse para siempre.

Elizabeth no dejó de abrazarla mientras Aidan le buscaba el pulso.

—Maldición —soltó antes de volver a llamar a Lucía—. ¿Dónde están los médicos?

—Dos minutos —le contestó su compañera.

—Maldición —dijo de nuevo.

Aidan y Elizabeth se volvieron a mirar. Los dos sabían que Dani estaba muerta.

—No —dijo ella suavemente.

Pero aquella palabra se fue convirtiendo en un grito mientras sacudía el cuerpo inerte de su hermana tratando de devolverla a la vida.

Aidan no podía quedarse ahí cruzado de brazos mientras contemplaba cómo se le rompía el corazón a Lizzy. Cada segundo que pasaba había menos posibilidades de poder reanimar a Dani.

—Lizzy, por favor. Hazme un hueco.

Aidan tomó el cuerpo de Dani entre sus brazos y la tumbó sobre el suelo. Se arrodilló y comenzó a hacerle la reanimación cardiopulmonar. Lizzy se arrodilló al otro lado de su hermana y le tomó la mano.

Aidan le estuvo practicando la reanimación por un espacio de tiempo que le parecieron horas, hasta que se oyó el sonido de la ambulancia.

Cuando llegó el personal médico, entró en la casa. Walker venía con ellos y al mirar la cara de Aidan se dio cuenta de que la situación de Dani había empeorado.

La subieron en una camilla y la montaron en la ambulancia. Cuando Lizzy se fue a subir, Walker se lo impidió.

—Lo siento, pero no es posible —dijo Walker.

—¿Qué? —preguntó Aidan apartando a su compañero. Pero cuando Lizzy intentó subir de nuevo, Walker se lo volvió a impedir—. Apártate, Walker. Lizzy tiene que estar con su hermana.

—Lo siento, señora Moore. Pero dado que su hermana es…

—Gorrión —concluyó Lizzy abatida. Estaba cruzada de brazos mientras la ambulancia se marchaba.

—Sí, Gorrión. Está siendo trasladada a unas dependencias de seguridad donde será tratada. Si sobreviviera…

—Eres una bestia sin sangre en las venas —le dijo Aidan. Le ofreció el brazo a Lizzy—. Vámonos, Lizzy.

Ella lo agarró. Su mano estaba fría y manchada por la sangre de su hermana. A pesar de todo, estaba tranquila. Mucho más tranquila que Aidan, quien se estaba dando cuenta de que la rabia que estaba exteriorizando, no hacía más que apenar aún más a Elizabeth.

—Lo siento mucho, Lizzy. De verdad que lo siento —le dijo mientras la agarraba por los hombros.

—Estoy… bien. Ahora.

—Se pondrá bien —le dijo Aidan tras acariciarla. Elizabeth miró a Walker.

—¿Cuándo podré verla?

Walker parecía muy incómodo. Quizás no fuera tan bestia como había parecido y tuviera un corazón.

—No estoy seguro, señora Moore. Las cosas todavía no están muy… claras. Si ahora regresamos todos juntos al hotel, allí podré informarla mejor y recibiremos la información referente a su hermana.

Lizzy asintió y comenzó a caminar. Cuando Walker iba a seguirla, el brazo de Aidan se interpuso en su camino. Walker lo miró sorprendido.

—Has dejado que este caso se vuelva demasiado personal —le dijo.

—Es tu punto de vista. Vas a llamar ahora mismo a Corbett. Y le vas a decir que este asunto de las dependencias de seguridad es una basura —le dijo Aidan.

—Voy a hacer una cosa mejor, Spaulding. Voy a llamarlo y se lo vas a decir tú.