Capítulo 22
Elizabeth oyó que llamaban a la puerta. No esperaba a nadie. Ojalá fuera…
Sonrió al abrirla y ver que su deseo se había cumplido. Aunque Aidan tenía una mirada dura y afilada que presagiaba problemas.
—¿Estás bien? —le preguntó.
—¿Puedo entrar? —dijo él mientras caminaba hacia el salón.
El mismo salón donde habían hecho el amor la noche anterior, pero no parecía que fuera a suceder lo mismo aquella mañana.
—Claro —contestó Elizabeth.
Aidan pasó, pero no se sentó. Se quedó de pie y estaba muy extraño.
—¿Estás bien? —insistió ella.
Él se encogió de hombros, y el movimiento dejó entrever algo que llevaba junto al pecho, pero la chaqueta de cuero volvió inmediatamente a tapar aquel bulto.
—Te he visto en la ciudad. Y te he saludado. Estabas vestida de forma diferente
—dijo él con la mirada cargada de dudas.
¿La ciudad? Ella había estado toda la mañana en casa y en el restaurante.
—He estado aquí todo el tiempo —explicó. De repente se le ocurrió lo que podía haber sucedido y se alegró—. Dani. Debe de haber vuelto a la ciudad por sorpresa.
—¿Dani? ¿Quién es Dani? —preguntó él aún más confundido.
—Dani es mi hermana gemela. Debe de…
Aidan levantó los brazos y agitó la cabeza.
—Tú no tienes una hermana gemela, Lizzy. Mira si tienes algún tipo de problema mental…
—Si alguien tiene un problema mental aquí, ése eres tú. ¿Cómo te puedes creer que lo sabes todo sobre…? —le interrumpió Elizabeth, pero se calló al ver que Aidan sacaba una placa de identificación. También vio que llevaba pistola. Se dio cuenta de que había sido espiada—. ¿Quién demonios eres? —preguntó suavemente.
—Aidan Spaulding. Trabajo para el Grupo Lazlo. Hemos sido contratados para investigar el asesinato del príncipe Reginald —explicó Aidan.
—Me has mentido —declaró Elizabeth acercándose más a él y mirándolo a los ojos.
—Tenía que hacerlo. Yo…
lizabeth le dio una bofetada que le cruzó la cara.
—Eres un cerdo. Me has estado engañando todo el tiempo. Me has estado engañando cuando…
Ella se acercó de nuevo para volver a pegarle.
—No lo hagas o… —le advirtió Aidan mientras le sujetaba la mano.
—¿O qué? —preguntó ella rabiosa.
—No tienes una hermana gemela. Los archivos no decían nada —dijo él antes de soltarla.
Ella soltó una carcajada.
—Tus archivos están mal, Aidan. Danielle Elizabeth Moore es mi hermana gemela. Es mi hermana mayor por media hora.
Aidan estudió su rostro con detalle. O aquella mujer era una mentirosa impresionante, o estaba diciendo la verdad, o estaba completamente loca. No sabía cuál de las tres opciones era peor. Al menos dos de ellas podían comprobarse fácilmente.
—Dame una prueba —le pidió.
Elizabeth inmediatamente se dirigió a una librería de la sala y se puso a buscar entre unos libros.
—No está —dijo.
—¿El qué no está? —preguntó Aidan.
—Nuestro libro del instituto. Es raro. Bueno, da igual, aquí hay unas fotos.
Elizabeth agarró un álbum y comenzó a pasar las hojas agitadamente.
Solamente había fotos de ella con sus padres. Sus manos comenzaron a temblar y escogió otro álbum para proseguir la búsqueda. Cada vez estaba más nerviosa. Tras revisar todos y cada uno de los álbumes, sin lograr su objetivo, miró a Aidan.
Aquella mirada parecía la de una demente.
—No lo entiendo —dijo como si estuviera empezando a dudar de sí misma.
Aidan se inclinó y le acarició la mejilla.
—Lizzy…
—No te atrevas a volver a llamarme así —le espetó rechazando su caricia.
—Yo puedo conseguir ayuda para superar este golpe —prosiguió él.
—No estoy loca —repuso con determinación. Aidan estaba asustado—. Ya sé dónde hay una prueba —dijo ella poniéndose en pie y corriendo hacia la puerta.
—Estate atenta, Red Rover. Esto no va a ser como yo me esperaba —le dijo a Lucía.
—Ya me doy cuenta, Barman.
Aidan siguió a Elizabeth hasta la bodega del restaurante. Una vez allí, ella se fue directa a la caja fuerte y la abrió. Él se asomó y el interior de la caja estaba exactamente igual que como lo había visto días atrás, salvo porque…
—Aquí había una caja que no está —dijo ella—. Es la caja de Dani. Ha debido de venir a buscarla.
Elizabeth agarró otra caja más pequeña, introdujo una contraseña y la abrió.
Revolvió los papeles que había en su interior. Cada vez parecía más desquiciada.
—No lo entiendo.
—Mira, conozco un médico que trata este tipo de cosas —contestó él poniendo la mano sobre su espalda.
Ella lo rechazó.
—No estoy loca —insistió ella furiosa.
Se puso de nuevo en marcha y subió corriendo hasta la casa y una vez allí, a su dormitorio. Abrió cajones y revisó el armario. Obviamente estaba buscando algo.
Aidan permaneció allí de pie observándola, dándose cuenta de que Elizabeth no iba a poder encontrar ninguna prueba. De repente algo sobre la mesilla de noche llamó su atención.
Caminó despacio hacia allí, sin poder creerse lo que estaba viendo.
Tomó la foto enmarcada en sus manos y observó a las dos mujeres que estaban posando en la escalinata de la Plaza de España en Roma.
Se trataba de dos mujeres idénticas. No había truco alguno.
—Red Rover, ¿me recibes? —dijo mientras miraba a Lizzy, quien ya se había dado cuenta de lo que Aidan tenía entre las manos.
—Ya te he dicho que no estaba loca —afirmó Elizabeth sonriente y con los brazos cruzados.
—Te recibo. Walker quiere saber si tienes alguna prueba que impute a Gorrión.
—La tengo entre mis manos, Lucía. Creo que será mejor que los dos vengáis aquí para que podamos hablar sobre la nueva situación —contestó Aidan sin dejar de mirar a Elizabeth.
—Tienes razón. Vamos a tener que hablar largo y tendido. Mi hermana… —
intervino Elizabeth, pero Aidan la interrumpió.
—Tu hermana es Gorrión. Una asesina de renombre. Creemos que ha matado al Príncipe.
—¿Y se supone que tengo que creerte a ti, después de lo que me has demostrado? —preguntó ella.
Sin esperar a que le respondiera, se dio la media vuelta y bajó al salón.
Aidan se moría de ganas de seguirla y de confesarle que estaba impresionado por su valentía. Pero tenía que esperar para ver cómo se comportaba con Lucía y con Walker.
Elizabeth esperó pacientemente a que llegaran los compañeros de Aidan. O al menos trataba de aparentar que estaba tranquila. En realidad, se sentía muy turbada ante la revelación que él le había hecho de que su hermana era una asesina de sangre fría y por el hecho de que Aidan la hubiera estado espiando. La investigación lo había llevado hasta su cama. Y hasta su corazón.
Aidan se estaba equivocando con respecto a Dani. Su hermana nunca hubiera podido cometer tales crímenes.
Pasaron cinco minutos hasta que llamaron a la puerta, en los que ambos no pudieron evitar mirarse de forma extraña. Aidan parecía sentirse culpable y mal. Era lo mínimo que merecía aquel bastardo después de lo que había hecho.
Elizabeth lo miró de forma altiva mientras Aidan se dirigió a abrir la puerta.
Entraron un hombre fuerte y una mujer negra muy atractiva. Aidan los condujo hasta el sofá donde ella estaba sentada.
—Elizabeth Moore —dijo él a modo de presentación.
Elizabeth se levantó muy despacio y le dio la mano al hombre que se la estaba ofreciendo.
—Doctor Walker Shaw.
—Lucía Cordez —dijo Lucía después.
Elizabeth se dio cuenta de que llevaba un ordenador portátil en la mano y lo señaló.
—¿Es ahí donde guardas las pruebas? —le preguntó.
—Sí, será mejor no andarnos con rodeos, ¿no? —preguntó Walker invitándola a tomar de nuevo asiento.
Elizabeth se sentó con Lucía a un lado y Walker al otro. Aidan se sentó enfrente.
Lucía encendió el ordenador y fue mostrándole las distintas pruebas que ponían en evidencia que Dani era Gorrión.
Elizabeth la escuchaba. Había fechas y datos que ella misma podía confirmar, como por ejemplo, la semana que habían pasado juntas en Roma.
Recordaba que Dani había estado muy contenta los primeros días y le había dado la impresión de que había habido un hombre nuevo en su vida. Un hombre dispuesto a una relación seria. Pero después, algo había sucedido. Dani no se lo había revelado, sin embargo, el cambio había sido evidente.
Y también habían estado juntas un fin de semana cerca de la ciudad donde había vivido el Príncipe, donde se había celebrado una feria culinaria. Dani se había presentado por sorpresa aquel fin de semana en la casa y después la había acompañado a la exhibición. Aunque era cierto que aquella noche había regresado a casa muy tarde.
Y era justo la noche de la muerte del Príncipe. Cada cosa que le explicaban parecía confirmar la idea de que su hermana era una asesina. Elizabeth luchaba por encontrar alguna explicación que desmintiese esa posibilidad.
Pero no era fácil de encontrar.
—Ella no puede haber hecho lo que decís —dijo sin apenas fuerzas.
—Lo que decimos son asesinatos, señora Moore. Asesinatos a sangre fría por dinero —afirmó Shaw.
—Mira, mi hermana también se metió en problemas y… Bueno, yo pude ayudarla —dijo Lucía poniendo su mano sobre las de Elizabeth.
—¿Ayudarla? ¿Con una operación o poniéndole un parche que sacie su necesidad de matar? —preguntó Elizabeth irónicamente.
Era incapaz de hacerse a la idea de que su hermana era una criminal.
—Quizás exista una razón que explique su comportamiento —apuntó Aidan.
—¿Una razón? Quizás seas tú el que esté equivocado —añadió Elizabeth dirigiéndole una mirada desafiante.
—Quizás no haya podido encajar lo que les ocurrió a tus padres —sugirió Shaw.
Elizabeth examinó de reojo al tipo que tenía a su lado. Era atractivo, pero no tenía los ojos tan azules como los de Aidan ni el pelo tan rubio. Podía notar la tensión que había entre los dos hombres.
—Cuando mamá y papá fueron asesinados, Dani perdió la cabeza. Se sentía culpable por no haber estado con ellos aquella mañana. Las dos nos habíamos quedado durmiendo en la cama.
—¿Y tú te sentiste culpable? —preguntó Shaw.
—¿Acaso tú no te hubieras sentido culpable en una situación así? —dijo Elizabeth.
—Si hubierais ido, quizás ahora estuvieseis las dos muertas —respondió Aidan.
—Quizás. No fue fácil entonces. Incluso ahora tampoco lo es. Siempre te preguntas que hubiera pasado si te hubieras comportado de otra forma —prosiguió Elizabeth.
—¿Y qué pasaría si eso precisamente fuese lo que impulsara a Dani a actuar de esta manera? —preguntó Lucía apretándole la mano.
Elizabeth se quedó pensativa.
—Después de lo que ocurrió, Dani nunca volvió a ser la misma. Siempre había sido muy protectora y desde entonces lo fue mucho más. Siempre estaba defendiendo a todo el mundo. Siempre estaba ahí para decir lo que estaba bien y lo que estaba mal.
—Quizás sea de esa manera cómo justifica sus crímenes. Aparte de Mitch, todos los tipos a los que ha asesinado estaban metidos en asuntos muy turbios. Estaban fuera de la ley…
—Pero no de la ley de Gorrión —dijo Aidan terminando la frase de su compañero.
—Estáis equivocados —insistió Elizabeth negando con la cabeza.
—¿Y si no estuviésemos equivocados? —preguntó Shaw.
Pero Elizabeth no pudo contestar, ya que los móviles de los tres agentes comenzaron a sonar al unísono. Shaw fue el más rápido en descolgar y los otros dos se mantuvieron a la espera. La expresión en el rostro del aquel hombre se iba ensombreciendo cada vez más. Cuando colgó, los miró de forma inquieta.
—Tenemos problemas. Lord Southgate nos ha citado en el hotel. Aidan, creo que es mejor que tú te quedes aquí. Parece que Gorrión está de nuevo en la ciudad…
—Y puede venir por aquí. De acuerdo, mantenedme informado —dijo Aidan, poniéndose de pie y acompañando a sus colegas hasta la puerta. Cuando se marcharon, Elizabeth y él se quedaron a solas—. No nos estás contando toda la verdad con respecto a Dani.
—¿Qué? —preguntó ella sin saber exactamente a qué tipo de información se estaba refiriendo—. Os he contado todo lo que sé.
—No es verdad —repuso él, quien se había colocado frente a ella y la estaba sujetando por los brazos.
Elizabeth trató de soltarse, pero la estaba sujetando muy fuerte.
Suspiró.
—¿Qué más podría decirte?
Aidan se arrodilló frente a ella, de tal manera que Elizabeth no podía evitar su mirada.
—Podrías empezar diciéndome dónde está Dani.